Tras Bambalinas

¿Por qué Putin sigue siendo genuinamente popular en Rusia?

2018-03-21

Pero lo hicieron. Los reportes de fraude en las urnas, hostigamiento a observadores y...

Por John Lloyd | Reuters

Vladimir Putin ganó a lo grande el domingo. De acuerdo con la comisión central electoral, el presidente ruso entra en su cuarto mandato tras lograr la mayor victoria electoral de su carrera, con un respaldo de casi 77 por ciento. Su rival más cercano era un afluente multimillonario comunista que consiguió más de 11 por ciento presentándose como un “Putin-plus”, con un programa para nacionalizar la propiedad de los oligarcas en lugar simplemente de controlarla.

Ksenia Sobchak, la candidata más cercana a un liberal, tuvo menos del 2 por ciento. Alexei Navalny, el agitador más audaz contra la corrupción, impedido de participar en los comicios, aconsejó a que los rusos no votaran. Pero lo hicieron. Los reportes de fraude en las urnas, hostigamiento a observadores y coerción de personas para ir a los centros de voto por parte de sus empleadores abundan. Podemos estar seguros de que no anularán el resultado. Esto fue una coronación.

La popularidad de Putin es un misterio para muchos en Occidente. Él ha invadido Ucrania, tomó su región de Crimea para Rusia y promovió una rebelión contra el gobierno en Kiev - mientras mentía sobre la presencia de tropas rusas combatiendo con los rebeldes incluso cuando sus cadáveres regresaban a Rusia. Él ha comprometido fuerzas rusas para asistir al presidente sirio Bashar al-Assad en la supresión de sus rebeldes con total brutalidad. La economía cayó abruptamente en 2014, cuando el precio del petróleo bajó y se impusieron sanciones económicas.

La acusación que hizo la primera ministra británica, Theresa May, de que Rusia probablemente haya aprobado el uso de un agente neurotóxico contra el doble agente ruso, Sergei Skripal, y su hija Yulia en Salisbury este mes ha sido descartada con un desprecio sarcástico, sin esfuerzos para asistir a las autoridades británicas. Putin, en su discurso de victoria, dijo que las denuncias de Reino Unido reforzaron su mayoría.

En el presente, él parece invulnerable. En un encuentro principalmente de jóvenes liberales rusos al que yo asistí el fin de semana pasado, Lev Gudkov, el veterano encuestador y jefe del Centro Levada, una organización independiente, mostró los gráficos que apuntalan el éxito: una pérdida de popularidad para Putin tras su elección de 2012 y luego, con la toma de Crimea y las hostilidades patrocinadas por Rusia en Ucrania, una escalada enorme hacia arriba, a alrededor de 80 por ciento de apoyo, una duplicación de las cifras. Pese al declive de los ingresos, el aumento de los precios y los videos virales mostrando el lujo en el que viven los altos funcionarios, Putin ha seguido en o cerca de esas alturas, impensable para un político democrático. No hubo, y aún no hay, una alternativa al hombre fuerte de Rusia.

El saber convencional sobre las elecciones, desde que el asesor de Bill Clinton, James Carville, dijo su famosa frase “¡es la economía, estúpido!”, es que los votantes castigan a los políticos en el poder en tiempos difíciles. Pero los rusos no son como ciudadanos democráticos. Ellos premian -inevitablemente, dada su historia- la estabilidad, y por lo tanto, la fuerza en la cima. Desprovistos de la Unión Soviética, dominada por Rusia, celebran el retorno de parte de ella. Gudkov observó a su audiencia que muchos de los reflejos del período comunista seguían activos en Rusia un cuarto de siglo después de la caída de la Unión Soviética.

El destacado analista político Andrei Kolesnikov agregó que Stalin, desde hace algunos años, se ha establecido como un símbolo de orden: a la gente no le interesaban las protestas de gran escala, mucho menos la revolución. La estabilidad es todo.

Esto parece hablar de un cuarto mandato presidencial en el que un liderazgo duro, la propaganda patriótica, la marginalización de las causas liberales como los derechos de las minorías y el continuo desafío a un Occidente imaginado tanto afectado como amenazante continuarán siendo los temas mayores. Aún así Putin, que no es estúpido, debe temer que la economía, combinada con el rechazo juvenil al mandato de altos funcionarios envejecidos y enormemente enriquecidos, pueda hacerse sentir al final de cuentas.

En una presentación en Londres la semana pasada, Sergei Guriev, economista jefe del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, ofreció una evaluación sombría del estado económico de Rusia en el próximo gobierno de Putin. Guriev dejó Rusia en 2013, temeroso por su libertad, mientras una nueva represión dominaba al país. Un economista de clase mundial, él es un símbolo de la fuga de los mejores cerebros de Rusia - unas pérdidas que, según dijo a su auditorio, continúan.

La recesión que ahora está terminando ha costado al país un tres por ciento de su PIB, la mayor parte del cuál - hasta 2,5 por ciento - se debe a la caída del precio del petróleo, que descendió a menos de 40 dólares el barril el verano boreal pasado, pero desde entonces subió a cerca de 70 dólares.

La economía de Rusia creció un 1,5 por ciento en 2017 - un ritmo que Guriev prevé que continuará por los próximos 3 a 5 años. El crecimiento de 1,5 por ciento es anémico para un país que debería - como otros estados de ingresos medios - estar creciendo mucho más rápido. La inversión, doméstica y extranjera, es baja; el enérgico cortejo al presidente chino Xi Jinping ha rendido unos resultados inferiores a las esperanzas de Putin.

Los chinos, que están expandiendo sus intereses a lo largo del mundo, son ultracautos en Rusia. La semana pasada, fue aplazada una planeada participación de 9,000 millones de dólares por una poco conocida compañía china de energía en el gigante petrolero ruso Rosneft, ante declaraciones de las agencias calificadoras chinas de “incertidumbres” en torno a la compra.

La carga de la recesión, dice Guriev, recayó sobre las familias cuyos ingresos se contrajeron un 10 por ciento - una baja grande para las familias de ingresos medios y una pérdida enorme para los pobres, a medida que las materias primas se encarecían. Esos rusos de ingresos medios y bajos, la mayoría, podrían darse cuenta - no aparece mucho en los medios de noticias rusos - que los muy ricos son más ricos que antes de la recesión. Un análisis reciente muestra que la desigualdad rusa sube más rápido incluso que en China, resultando en lo que Guriev dijo eran enormes incrementos en la riqueza del 0,001 por ciento de la población - unas pocas decenas de miles de personas súper ricas.

Bajo cualquier punto de comparación, los rusos son altamente educados y usualmente ambiciosos. Pero el patrón de los años de Putin ha sido de baja inversión, y poco desarrollo de industrias modernas que atraerían a los jóvenes astutos y ascendentes - y por lo tanto un correspondiente aumento de una fuga de cerebros que ha beneficiado a Occidente.

Con una economía de bajo crecimiento, la afirmación de los rusos, de que son una superpotencia, empalidece ante el continuo dominio de Estados Unidos y el rápido crecimiento del poder económico y estratégico de China. El análisis de Guriev, exento de engaños políticos, apunta al nuevo mandato de Putin como uno en el que habrá estancamiento económico, lo que a su vez desatará continuas agresiones hacia Occidente, ignorando una vez más las necesarias reformas.

Una malhumorada bestia del este, y, por lo tanto, peligrosa. El triunfo de Putin no lo inclinará más hacia la cooperación con Occidente, que, quizás, por todo su último gobierno, será más útil como enemigo que como amigo. 
 



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