Diagnóstico Político

Marx, el filósofo a la espera de la revolución

2018-05-11

Marx estudia leyes en Bonn y en 1841 se doctora en Filosofía en Jena. Influenciado por...

MARCOS SUÁREZ SIPMANN | Política Exterior

Hace doscientos años, el 5 de mayo 1818, nacía en la ciudad alemana de Trier (Tréveris) Karl Marx, el padre del socialismo que ideó una sociedad sin clases, convencido de que el colapso del capitalismo sería inevitable y sucedería pronto. No ha sido así. Siguen existiendo tensiones sociales, diferencias de clase y la explotación como base de las condiciones de producción. Y las diferencias entre ricos y pobres no cesan de aumentar. El mayor fracaso de Marx puede verse, precisamente, en el hecho de que todavía es tan actual. Sus ideas y tesis viven.

El primer hito de su biografía no es político, sino amoroso. En 1836, Marx se compromete con la hermana de su mejor amigo: Jenny von Westfalen. Casados en 1843, el matrimonio tendrá siete hijos. El poeta Heinrich Heine, amigo de Marx y que los trató en París, rindió tributo al talento y encanto de Jenny.

Marx estudia leyes en Bonn y en 1841 se doctora en Filosofía en Jena. Influenciado por Hegel, la Filosofía y la Historia se convierten en sus pasiones. Su relación con el grupo político Linkshegelianer (hegelianos de izquierda), lo pone en contacto con los problemas de pobreza de la sociedad prusiana y la censura estatal. Como líder intelectual de este grupo opositor, a su carrera profesional se le ponen muchos obstáculos. Tiene que ganarse la vida como periodista. En octubre de 1841 asume la dirección del diario liberal progresista Rheinische Zeitung, que se vuelve el órgano de prensa de la libertad de expresión. Es prohibido en 1843.

Marx se marcha entonces a París, donde se ocupa cada vez más de la economía política. En 1844 comienza a trabajar como editor de la revista Deutsch-französische Jahrbücher (anales franco-alemanes). En ese momento se encuentra con Friedrich Engels, hijo de un industrial, quien se convierte en su mecenas y más íntimo amigo. Gracias a él conoce a importantes representantes del socialismo francés.

Su estancia en París no dura demasiado, sin embargo: Marx acaba siendo deportado y se dirige a Bruselas, en donde a comienzos de 1846 funda junto con Engels el Comité de Correspondencia Comunista. Este tiene un único objetivo: la unificación de todos los comunistas revolucionarios del mundo. De esta época son sus escritos La sagrada familia e Ideología alemana. En 1848 publica el mundialmente famoso Manifiesto comunista.

A raíz de sus actividades, Marx es detenido y tiene que abandonar Bélgica. En Alemania interviene en los acontecimientos revolucionarios de 1848 y es procesado por traición. Aunque absuelto, tiene que emigrar a Londres, donde pasará el resto de su vida y escribirá sus obras más importantes. Comienza a trabajar como corresponsal del New York Daily Tribune, donde en 1854 dedica un artículo a España, titulado “La España revolucionaria”. Trataba de la conocida como “Vicalvarada”. Se suele decir que este pronunciamiento de junio de 1854 fue una versión dilatada en España de lo ocurrido en la revolución europea de 1848. El alzamiento y posterior levantamiento popular de Madrid en julio de aquel 1854 fueron una singular revolución en dos tiempos –militar, primero, y de barricadas urbanas, después– que inició el llamado Bienio Progresista, de 1854 a 1856. Lo que empezó como un golpe de Estado casi de salón no tarda en convertirse en una rebelión popular, seguida con interés por Marx.

Porque Marx no fue solo un teórico. Desde Londres, fundada ya la Asociación Internacional de Trabajadores, la orienta ideológica y políticamente. Raras veces tomó parte en un movimiento que él mismo no hubiese iniciado. Esta llamada Primera Internacional fue la excepción. De 1864 a 1872 fue su portavoz. Sus tesis de entonces muestran cómo combinar análisis económicos, políticos y culturales realistas y exactos con objetivos concretos.

En los Estados alemanes Marx promocionó la fundación de un partido revolucionario socialista. En 1869 funda el Partido Socialdemócrata Obrero, del cual surge el actual SPD. A finales de 1870, por motivos de salud, se retira de la política activa.

En septiembre de 1867 se había publicado en Hamburgo el primer tomo de su obra principal, Das Kapital (el capital). Poco indicaba que iba a ser uno de los libros más influyentes de la historia moderna. La obra quiso cambiar el mundo y para más de la mitad de la población del planeta fue casi un libro sagrado. Sin embargo, muchos de los que se remitieron a él probablemente jamás lo leyeron. Y hay que tener en cuenta que en vida del filósofo solo se publicó una parte de su obra. Además, esta siempre ha sido objeto de un análisis selectivo. Engels reformuló muchos de los textos. Y fue sobre todo la primera generación la que construyó lo que más tarde se conocería como marxismo, provocando tergiversaciones sistemáticas.

El capital es un texto incómodo y difícil de leer. La primera edición de 1,000 copias tardó años en venderse. Marx era ajeno al culto a la persona. Solía afirmar que no era “marxista” y le preocupaba el dogma que se estaba creando a raíz de su teoría. Aunque su intención sí era escribir “el libro de los libros”. Como filósofo, Marx quería “comprender una época  y con ello terminar con ella”. Para él, la burguesía representaba la última etapa de una  sociedad de clases. Estaba convencido de que con la época burguesa la historia terminaría y que a partir de entonces comenzaría una nueva era que culminaría en el comunismo, es decir, en una sociedad sin clases.

Un elemento esencial de su pensamiento es el materialismo histórico. Este “materialismo” no consiste en la simple afirmación de que todo es materia. Tiene significación práctica. En palabras de Marx, es “la concepción de la historia universal que ve la causa final y la fuerza propulsora decisiva de los acontecimientos históricos importantes en el desarrollo económico de la sociedad, en las transformaciones del modo de producción y de cambio, en la consiguiente división de la sociedad en distintas clases y en las luchas de estas clases entre sí”.

Marx intenta analizar el mecanismo de una economía capitalista con los conceptos de la economía política. El trabajador vende su trabajo al capitalista y recibe un salario. Está alienado en la sociedad capitalista. El trabajo, que en principio debería ser realización del hombre, es causa de su alienación. La diferencia entre el valor de lo que ha creado y su recompensa es la plusvalía. El capitalista trata de mantener los salarios lo más bajo posible para maximizar la plusvalía. La constante e incontrolada generación de esa plusvalía y, por tanto, la explotación de los trabajadores es, según Marx, el principio central del capitalismo.

Según Marx, esta explotación será tan intolerable que los trabajadores se rebelarán y derrocarán el capitalismo. Esta conclusión se basa en un error.  Marx consideraba que el trabajo es la única fuente de valor, pasando por alto el hecho de que el capitalismo no funciona por la explotación de los trabajadores, sino por el constante progreso tecnológico. Subestimó así otras fuentes de riqueza como la innovación, el espíritu empresarial y el progreso tecnológico.

Es cierto que la industrialización y la permanente tecnificación de los procesos de producción llevaron a la disminución de los costos de producción y la reducción de las horas de trabajo. Pero esto no vino acompañado de un empobrecimiento simultáneo de los trabajadores. El capitalismo demostró ser extremadamente adaptable. Y hasta para nuestro tiempo libre surgió una industria del ocio. Algo impensable en el siglo XIX.

La estructura social ha cambiado. Cuando Marx elaboró sus teorías entre 1850 y 1870, los trabajadores industriales representaban la mayor fuerza social en Europa occidental. Hoy la clase obrera industrial es solo una parte; menor al 20%. Pero Marx no se equivocó en todo. Su descripción del capitalismo como un proceso permanente, en el cual el dinero se acumula y reinvierte una y otra vez, vuelve a ser relevante. Esta dinámica llevó a la crisis financiera global hace unos años. Marx, además, retrató con acierto la inevitable tendencia del capital hacia el monopolio. Y supo llamar la atención sobre la desigualdad social con independencia de si se usa o no el concepto de clase.

El marxismo sin Marx

Marx fue asimismo un notable observador político. Después de la anexión de Alsacia y Lorena por parte de Prusia, vaticinó que ello arrojaría a Francia en brazos de Rusia y provocaría así la Primera Guerra Mundial. En cuanto a la Comuna de París posterior a la guerra franco-prusiana, cabe decir que no estuvo directamente inspirada por Marx. La consideraba un garrafal error político, si bien le dedicó un conmovedor y elocuente epitafio.

Consciente de sus limitaciones, Marx hizo hincapié en que sus estudios se referían a Europa occidental. Pese a ello, y mucho más que cualquier otro pensador europeo de la época, Marx se ocupó de China, de la que escribió que se encontraba a las puertas de una revolución que iba a tener efectos en Occidente. Tiene, asimismo, análisis detallados de la política colonial británica, y predijo la independencia de India.

Lo observado por él para Europa tiene aspectos globales. El trabajo infantil, que tanto criticó y quiso abolir, sigue existiendo. O la externalización de la producción de bajo costo. Con el tiempo, es cierto, se desarrollan centros de producción de mayor calidad, como está pasando ahora en China, y con ello también aumentan los salarios. Pero entonces la producción de bajo costo es llevada a regiones aun más pobres.

Aunque los revolucionarios del mundo se basaron en Marx, la revolución mundial no llegó. Sí hubo grandes revueltas revolucionarias, pero ocurrieron principalmente en países preindustriales o subdesarrollados. El marxismo-leninismo, por ejemplo, se basó en las ideas de Marx, pero no por ello este debe ser considerado responsable de los posteriores crímenes del estalinismo. En cuanto al marxismo chino, este se ha desarrollado en gran medida sin un conocimiento exacto de la obra de Marx.

Más que por sus adversarios, la figura de Marx ha sido dañada por sus adeptos, que han transformado sus tesis en una ideología grotesca. Ha recibido más de lo que merecía en cuanto a alabanzas y, en especial, a censuras. Y fueron los falsos seguidores de Marx quienes cometieron crímenes en su nombre y sustentaron regímenes totalitarios.

Final agridulce

Detestaba los arrebatos emocionales y se le ha descrito como sombrío y arrogante. Veía el mundo en términos de blanco y negro: los que no estaban con él, estaban contra él. Esta intransigente severidad le llevó a una disciplina de autosacrificio.

En Londres, durante muchos años vivió en un estado de desolada pobreza. Debido a esas terribles condiciones murieron tres de sus hijos. Pese a todo ello, su vida conyugal no fue desdichada. Las relaciones con su familia fueron siempre afectuosas y cálidas. Era en realidad un caballero anglogermánico educado y muy cultivado. Su muerte en 1883 pasó casi inadvertida, aunque tras ella su fama creció de forma constante.

No mucho antes de su muerte, Marx descubrió que Rusia, la nación contra la que había escrito y hablado durante 30 años, le proporcionaba los más intrépidos discípulos. Si bien su proletariado era insignificante comparado con el de Occidente, El capital tuvo mayor éxito allí que en cualquier otro país. La censura rusa permitió su publicación al considerar que “si bien su tendencia es socialista, no está escrito en estilo popular y no ha de encontrar muchos lectores”.


 



regina

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