Imposiciones y dedazos

Maduro, el presidente que desafía a la oposición en Venezuela y al mundo

2018-05-21

Desde la oposición acusan a Maduro de violar los derechos humanos, de no permitir la libre...

Por Deisy Buitrago


CARACAS, 21 mayo (Reuters) - Bromeando, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, suele decir que tiene un parecido con el dictador soviético Iósif Stalin.

“Hay gente que me ve a mí como el Stalin del Caribe. Y me parezco, miren el perfil”, dijo el año pasado en su programa de televisión dominical entre carcajadas de los asistentes. “Yo a veces me veo en el espejo y me parezco a Stalin”.

Lejos de reírse, muchos críticos lo acusan de autoritarismo y de liderar un régimen dictatorial.

Pero pese a su baja popularidad y la crisis que sufre Venezuela, Maduro ganó los cuestionados comicios del domingo para gobernar por otros seis años, en medio de denuncias de irregularidades de sus contrincantes y tras la decisión de la coalición opositora de no presentarse y llamar a la abstención por considerarlas una “farsa”.

Cuando su fallecido mentor, el carismático y ya enfermo líder Hugo Chávez, pidió a sus seguidores que votaran por Maduro y más tarde el excanciller ganó por estrecho margen, pocos creían que pudiera mantenerse en el cargo más de unos meses ante una oposición fortalecida y en medio de un desplome del precio internacional del crudo que auguraba problemas.

“Lo digo con humildad, me han tirado con todo y después de cinco años dándome, dándome, dándome, mira dónde estoy, estoy aquí parado”, dijo en febrero a corresponsales extranjeros

Maduro ha prometido acabar con la “guerra económica” a la que culpa de la recesión, hiperinflación y escasez que sufre la otrora próspera nación.

“Tenemos dos años libres de elecciones para dedicarnos a trabajar por la economía productiva”, dijo el domingo en su discurso de victoria.

Estados Unidos, países europeos y de América Latina han fustigado las elecciones en el país caribeño, y dijeron que no las reconocerán.

Enderezar la regulada economía es la principal asignatura pendiente de Maduro, un exchofer de autobús de 55 años sin carrera universitaria que llegó al poder siendo uno de los hombres de confianza de Chávez, a quien se plegó tras su fallido golpe militar de 1992, cuando era un joven sindicalista.

En ese grupo conoció a su mujer, la primera dama Cilia Flores, una izquierdista de línea dura que fue procuradora general y diputada, y cuyos sobrinos el año pasado fueron condenados por cargos relacionados a narcotráfico en Estados Unidos.

Pero la pareja presidencial no tienen hijos. Cada uno de ellos tuvo descendencia en relaciones anteriores.

El presidente tiene un solo hijo, de 27 años, con su mismo nombre, y lo acompaña en cada acto de campaña.

La infancia y adolescencia de Maduro es un misterio. Pocas veces habla de sus padres y dice que ambos han fallecido. Incluso algunos dicen que nació en Colombia, pero nadie ha presentado pruebas.

LA OTRA CARA

Desde la oposición acusan a Maduro de violar los derechos humanos, de no permitir la libre participación en los comicios con prohibiciones electorales sobre populares candidatos, y de mantener en prisión a políticos opositores.

Pero su entorno coincide en que es un hombre sensible, sencillo, risueño que suele estar de buen humor, es bastante metódico y le gusta trabajar de noche.

“Uno lo observa, anda con esas ojeras. Uno a veces se pone en el papel de él y dice: qué duro le ha tocado al presidente Nicolás Maduro durante estos años que han sido inclementes”, dijo a Reuters Freddy Bernal, ministro de Agricultura Urbana y amigo de Maduro desde hace dos décadas.

Y el propio presidente lo dice.

“A mí me ha tocado dura, yo creo que es la presidencia de la república más dura de la historia de 200 años”, dijo hace unos meses.

Una exfuncionaria que estuvo en el gabinete de Chávez junto a Maduro cuando era canciller dijo que jamás pensó que Venezuela se deterioraría tanto, al punto que la crisis ha expulsado a millones de venezolanos del país y muchos de los que se quedaron buscan algo que comer entre los desperdicios.

“Me sorprende que el presidente a veces parezca como ajeno a la situación”, dijo la exministra de Ambiente y exviceministra de Salud, Ana Elisa Osorio. “Vivo cerca del centro (Caracas) y todos los días veo gente comiendo de la basura (...) Pareciera que tiene una desconexión con la realidad”.



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