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Ricardo Anaya, el candidato que confía en ganar más allá de las encuestas 

2018-06-14

Sin embargo, hasta que se anunció el conteo final, el candidato no dio indicación...

Kirk Semple, The New York Times

CIUDAD DE MÉXICO — Si el candidato estaba incierto respecto a sus posibilidades, era difícil notarlo.

Ricardo Anaya tenía 21 años y se había postulado por primera vez para un cargo de elección: una diputación en el estado mexicano de Querétaro en representación de un área rural alejada de su hogar en la capital estatal, donde creció en un club campestre. Era territorio enemigo: su partido, Acción Nacional (PAN), nunca había ganado esa diputación. Esta vez no sería la excepción.

Sin embargo, hasta que se anunció el conteo final, el candidato no dio indicación alguna, más allá de su círculo cercano, de que pensaba que podría perder.

“Le daba a todos confianza de que iba a ganar”, dijo Jacob Morado García, quien era en ese entonces el presidente local del PAN en el municipio de Pinal de Amoles. “Hizo todo lo posible para ganar”.

Dieciocho años después, Anaya está en una situación similar, aunque lo que está en juego es muchísimo mayor.

A sus 39 años, es uno de los candidatos presidenciales de México y, a menos de tres semanas antes de la elección del 1 de julio, las encuestas lo ponen en un distante segundo lugar detrás de Andrés Manuel López Obrador, de la coalición Juntos Haremos Historia.

Si Anaya lograse ganar, sería la culminación de un ascenso vertiginoso a la cima de la política mexicana; un camino marcado por considerable destreza política y acciones algo despiadadas que han sorprendido hasta a los operativos más experimentados de México.

Pese a las encuestas, que muestran una ventaja para López Obrador de por lo menos 17 puntos, Anaya y sus asesores insisten que aún tiene posibilidades según sondeos de la campaña que sugieren que va solo siete por ciento atrás.

“Estoy absolutamente convencido de que vamos a ganar la elección”, le dijo Anaya a estudiantes de la Universidad Iberoamericana a principios de junio.

Sin embargo, no todos tienen la misma confianza; de hecho, muchos expertos políticos ya se refieren a su candidatura con la conjugación en pasado. Dicen que la manera ambiciosa y rápida con la que se abrió camino para intentar llegar al máximo puesto del país cobró un precio demasiado alto pues alejó a demasiadas personas tanto dentro como fuera de su partido que habrían sido clave para ayudarlo a ganar.

“Es el político más interesante de los últimos ocho años por cómo llegó a la cima tan inesperadamente”, dijo José Merino, analista que respalda a López Obrador. “Fue la candidatura política que más rápido creció. Y puede que sea la más rápida en morir”. La campaña de Anaya rechazó varias solicitudes para entrevistar al candidato para este artículo.
Una transmisión muestra a Anaya, a la derecha, durante el segundo debate presidencial en Tijuana, México, el 20 de mayo. Alejandro Cegarra/Bloomberg

Delgado y bajito, con el pelo al ras y anteojos, Anaya, quien practica yoga y meditación, da la impresión de ser alguien muy aplicado al estudio y algo añiñado.

En la campaña le ha ido bien entre grupos empresariales o académicos, donde presenta su agenda en tonos mesurados con argumentos practicados y, como fondo, una presentación de tipo PowerPoint, o donde se entabla hábilmente en sesiones de preguntas y respuestas. En los debates se muestra excelentemente preparado y con un gran manejo de los temas; usualmente le gana la justa verbal a López Obrador… pero el efecto en las encuestas parece ser nimio.

Anaya, casado y quien tiene tres hijos, es conocido por ser disciplinado y meticuloso.

“No es el tipo que encuentras en un restaurante echándose una copa, nunca nunca”, dijo Juan Ignacio Zavala, columnista en medios mexicanos y hermano de Margarita Zavala, ex primera dama que era parte del PAN hasta el año pasado, cuando renunció al acusar que Anaya la había hecho a un lado para contender por la candidatura del partido. Después se postuló como candidata independiente, aunque se retiró a mediados de mayo. “Es el tipo de político que no hemos visto seguido en México”.

Aunque tanto Anaya como López Obrador se han presentado a sí mismos como candidatos que ofrecen un cambio de la corrupción y la violencia que asola al gobierno impopular de Enrique Peña Nieto, Anaya también se vende como la apuesta más segura y moderada.

Ha intentado postularse como alguien sagaz en materia tecnológica y con miras al futuro; habla de transformar a México de una economía de manufactura a una “economía del conocimiento” e inició su campaña con un hackatón. Ha buscado que la percepción de López Obrador sea la de alguien anacrónico.

Pero la campaña de Anaya también se ha visto afectada por sospechas de corrupción y por una desorganización interna, según analistas, así como por una visión desenfocada y cambiante que subestimó tanto el enojo del electorado hacia el sistema político como la popularidad de López Obrador, llamado por sus iniciales, AMLO.

El candidato panista también ha tenido problemas en conectarse con los votantes a nivel personal y emocional, de acuerdo con analistas; López Obrador lo ha logrado con considerable éxito.

Anaya ha sido tildado como demasiado ñoño y desapegado de la gente. Y aunque se postula como la opción nueva, su candidatura es con una coalición que incluye a dos de los partidos que han dominado la política moderna; parece que no ha convencido a suficientes personas de que representa una divergencia con el pasado.
Partidarios de Anaya con banderas del Partido Acción Nacional antes del evento para anunciar su campaña, en febrero Víctor Cruz/Agence France-Presse — Getty Images

Nacido en el Estado de México, Anaya creció en la ciudad de Querétaro, entre la élite de la zona del bajío mexicano.

Después de su candidatura fallida en Pinal de Amoles, saltó de puesto político a puesto político: primero, en Querétaro; después, en el gobierno federal, incluido un mandato de tres años como diputado en la Cámara Baja.

En 2015 fue elegido presidente nacional del PAN y un año después coordinó importantes logros en elecciones regionales, cuando el partido se hizo con nueve de las gubernaturas en disputa y le arrebató varias al gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Peña Nieto.

Parecía imparable. Para finales de 2017, había gestionado una coalición entre el PAN y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), de centro-izquierda, para postular de manera conjunta a un candidato presidencial (la coalición Por México al Frente también incluye al partido Movimiento Ciudadano).

Después se hizo con la nominación de su partido frente a otros aspirantes, incluida Zavala, cuya salida causó un cisma dentro de Acción Nacional.

“Su filosofía desde que llegó es: o estás conmigo o eres mi enemigo”, dijo el senador Jorge Luis Lavalle, panista crítico de Anaya. “Le hizo un terrible daño al PAN”.

Carlos Bravo Regidor, profesor del Centro para la Investigación y Docencias Económicas (CIDE), en Ciudad de México, dijo que Anaya ha sido una “bestia” cuando se trata de derrotar a rivales.

“Claro que es política, es brusquedad y agresividad”, dijo Bravo Regidor. “Pero él fue particularmente brusco”.

Ni siquiera los aliados más cercanos a Anaya disputan esta apreciación. “Desplazó a todos para llegar hasta aquí”, dijo Jorge G. Castañeda, coordinador estratégico de la campaña de Anaya. “Por otro lado, muchas personas desplazan a muchas otras personas y no llegan hasta aquí”.

“En México se supone que tienes que ser despiadado sin que nadie lo note”, dijo Castañeda. “Él neutralizó a personas de manera espectacular. Y obviamente hay un costo”.
Anaya con Alejandra Barrales, la candidata a la jefatura de gobierno de Ciudad de México de la coalición Por México al Frente, durante un mitin en marzo Henry Romero/Reuters

Anaya y sus partidarios han acusado al PRI de manufacturar las denuncias en su contra por presunto lavado de dinero, que han golpeado a su campaña, y de hacer las oficinas del gobierno para promoverlas.

En los últimos días la situación escaló. Los enemigos de Anaya circularon videos que supuestamente corroboran algunas de las acusaciones, que el candidato ha negado de manera enfática. Anaya y su equipo, a su vez, han acusado a López Obrador de hacer un pacto con Peña Nieto para proteger al ahora presidente de posibles cargos durante el nuevo gobierno, lo que tanto AMLO como el PRI niegan.

La campaña de Anaya ahora busca a los votantes indecisos y que aquellos que han vacilado cambien su preferencia al último minuto. Pero hay pocos fuera del círculo de Anaya que creen que esa victoria es remotamente posible.

Los analistas dicen que, más allá de las acusaciones de corrupción o los tropiezos de su campaña, Anaya está demasiado vinculado a uno de los partidos políticos culpados por los problemas actuales del país y que no ha convencido a suficientes personas de que representa algo distinto.

“Quizá es inevitable”, dijo Jeffrey Weldon, director del departamento de Ciencia Política del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), en Ciudad de México. Después adoptó la conjugación pasada, como si los resultados del próximo 1 de julio ya estuvieran determinados.

“La gente ya había decidido que era momento de un cambio”, dijo. “Y el único candidato que parecía ser un cambio era AMLO”.



regina

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