Del Dicho al Hecho

A Trump no le gustan los aranceles, excepto cuando él los impone

2018-06-15

Ana Swanson


Durante la reunión anual más complicada que las principales potencias occidentales han tenido en varias décadas, el presidente Donald Trump criticó los aranceles impuestos a los productos estadounidenses, los cuales calificó de “ridículos e inaceptables”, y se comprometió a dejar de ser “como una alcancía de la que todos roban”.

Trump actúa con tal enojo porque está convencido de que su país se encuentra en desventaja en el comercio global y sale perdiendo por los aranceles que imponen los demás países. Sin embargo, en el caso de muchos de los socios comerciales de su país, las críticas del presidente no tienen fundamento alguno, puesto que Estados Unidos establece sus propios aranceles en todo tipo de productos, desde camiones y cacahuates hasta azúcar y zapatos.

“Si bien es cierto que el sistema tiene algunos problemas, tampoco es posible calificarlo de ‘injusto’ para Estados Unidos, pues al ser una hegemonía ha fijado reglas y sus excepciones”, señaló Susan Aaronson, académica de la Escuela de Asuntos Internacionales Elliott en la Universidad de George Washington.

Estados Unidos ha sido el mayor defensor del comercio global desde hace mucho tiempo; según su postura tradicional, la apertura de las fronteras es esencial, no solo para fortalecer su propia economía, sino también la economía global. Desempeñó un papel crucial para sentar las bases del comercio internacional en el siglo XX y se convirtió en la economía predominante del mundo. Sí aplicó aranceles como mecanismo de protección en algunas industrias, pero identificó el libre comercio como el mejor enfoque para beneficiar a todos los países involucrados.

En contraste con esta postura centrada en los beneficios recíprocos de las relaciones comerciales, el presidente ahora las describe como una situación de bandos opuestos en la que hay vencedores y perdedores, y enfatiza que Estados Unidos pierde cuando otros países reciben términos más favorables. Trump ha decidido valerse de la política comercial para apoyar a las industrias que prometió revitalizar, como el sector de la manufactura, mediante la imposición de restricciones a la competencia extranjera.

Muchos de los aranceles de Estados Unidos se establecieron para proteger a industrias influyentes que emprendieron actividades de cabildeo ante el gobierno para fijar barreras altas a los productos extranjeros, incluidos aranceles del 25 por ciento al azúcar y los camiones de origen extranjero, así como del 163 por ciento a los cacahuates importados.

 

El presidente Trump ha destacado productos específicos en los que los productores estadounidenses enfrentan barreras, como los aranceles del 270 por ciento que Canadá impone a la leche importada y los del 10 por ciento que Europa impone a los automóviles estadounidenses. El sábado por la noche, después de abandonar la reunión cumbre del G7 para dirigirse a Singapur, donde sostuvo una reunión con Corea del Norte, Trump reprochó de nuevo al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, los aranceles que impone su país a los productos lácteos y reprobó sus críticas a las medidas comerciales de Trump.

“Muy deshonesto y débil”, tuiteó Trump a bordo del Air Force One. “¡Nuestros aranceles son en respuesta a los suyos del 270 por ciento a los productos lácteos!”.

No obstante, según el Banco Mundial y las Naciones Unidas, los aranceles de los países ricos y desarrollados tienden a ser bajos y los de Estados Unidos, en promedio, son comparables a los de otros países de su categoría.

Si se considera a los países desarrollados integrantes del Grupo de los Siete que se reunieron durante el fin de semana en un centro vacacional cerca de la ciudad de Quebec, en promedio, los aranceles de Estados Unidos son un poco más elevados que los de Canadá o Japón en todos sus productos importados y exactamente equivalentes a los de las cuatro naciones europeas integrantes del G7.

Hasta ahora este año, Trump ha impuesto aranceles a casi 60,000 millones de dólares de acero, aluminio, productos solares y lavadoras que han ingresado a Estados Unidos de todo el mundo.

Además, ha amenazado con imponer aranceles adicionales sobre productos extranjeros como 350,000 millones de dólares en automóviles y autopartes importados, y productos chinos con un valor de 150,000 millones de dólares, lo cual ampliaría significativamente sus sanciones comerciales, con la esperanza de que esas medidas obliguen a sus socios comerciales a reducir sus propias barreras a la importación.

Los críticos de Donald Trump temen que su enfoque afecte a las naciones en desarrollo y produzca una avalancha de aranceles que terminen por aumentar los costos para las industrias y los consumidores estadounidenses, lo que podría dañar precisamente a los fabricantes que el presidente pretende proteger con su política comercial.

“Es evidente que los aspavientos de Trump han irritado a otros socios comerciales que consideraban a Estados Unidos un representante responsable del sistema de comercio global, pero ahora deben lidiar con un miembro recalcitrante e indomable”, opinó Eswar Prasad, académico experto en Comercio Internacional de la Universidad Cornell. Recalcó que la tolerancia de sus aliados se ha debilitado a tal punto “que es más probable que ejerzan represalias y suban el tono de las controversias comerciales a que cedan ante las exigencias estadounidenses”.

El presidente ha dirigido sus críticas más duras a Canadá, el principal destino de las exportaciones de Estados Unidos y el socio con el que tiene una de las relaciones más abiertas gracias a las disposiciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que entró en vigor desde hace veinticinco años.

Trump ha estado enfadado desde hace algunos meses porque Canadá se niega a aceptar sus exigencias de reformular el TLCAN, así que ha amenazado en repetidas ocasiones con retirarse del acuerdo. El 10 de junio, el principal asesor económico de Trump, Larry Kudlow, declaró que el momento que eligió Trudeau para reprobar los aranceles estadounidenses constituye “una traición”.

El presidente y sus partidarios sostienen que Estados Unidos debe estar dispuesto a tomar medidas drásticas para cumplir la promesa de Trump de modificar algunos pactos comerciales y proteger a los trabajadores estadounidenses, un compromiso que resonó entre muchos trabajadores y contribuyó a impulsar su ascenso a la Casa Blanca.

“El sistema de comercio global requiere una intervención quirúrgica extensa, y todos los países deben participar en la solución, incluso nuestros amigos”, afirmó Daniel DiMicco, quien fungió como asesor comercial durante la campaña de Trump y ahora encabeza el grupo comercial Coalition for a Prosperous America.

De cualquier forma, no hay ninguna señal de que el enfoque de Trump vaya a convencer a sus socios comerciales de acceder a las concesiones que pretende conseguir.

Algunos países más pequeños, como Corea del Sur y Argentina, convinieron acuerdos comerciales con Estados Unidos en meses recientes. La semana pasada, Brasil comenzó a aplicar el convenio sin posibilidad de negociación que Estados Unidos exigió para no imponer aranceles del 25 por ciento al acero, el cual fija límites a la exportación de acero terminado a ese país.

Sin embargo, las principales potencias mundiales hasta ahora han respondido a las críticas del presidente con una postura más decidida. De hecho, la canciller alemana Angela Merkel dijo el 10 de junio que Europa pondrá en vigor medidas para contrarrestar los aranceles estadounidenses al acero y el aluminio.

“Si le das una cachetada a otra persona, no puedes esperar que se quede tranquila y responda: ‘Por favor, señor, deme otra’”, subrayó Philip Levy, investigador del Consejo de Chicago sobre Asuntos Globales.



Jamileth