Panorama Norteamericano

Trump, reivindicado

2018-06-28

Trump hizo campaña con promesas racistas, xenófobas e islamófobas. Tres han...

Luís Bassets, El País

 

Su pecado, si pecado hay, también lo cometió Franklin Roosevelt. Donald Trump puede respirar. Con tal comparación, ha sido reivindicado. El Tribunal Supremo ha avalado el Muslim Ban, la prohibición de entrada a los ciudadanos de cinco países de religión islámica, incluidos familiares de estadounidenses, en nombre de la seguridad nacional. Se trata de una orden ejecutiva de la Casa Blanca similar a otra de 1942, que recluyó en campos de concentración a unos 120,000 ciudadanos de origen japonés, también en aras de la seguridad nacional, y fue avalada a su vez por el Supremo en 1944, en una sentencia polémica conocida como Korematsu vs. United States.

Infame fue el internamiento durante la guerra mundial de estos ciudadanos discriminados por su origen étnico, pero más infame fue todavía la sentencia de la máxima autoridad constitucional. Esta fue la opinión del juez que disintió de la sentencia en 1944 y es también la opinión del actual presidente del Supremo, John Roberts: "Korematsu fue un grave error el día en que se sentenció, ha sido anulada por el tribunal de la historia y para ser claros no tiene lugar bajo la Constitución". Hawai vs United States, la sentencia que ahora avala el Muslim Ban, anula formalmente Korematsu vs. United States; aunque, a pesar de lo que diga Roberts —y esto es lo grave—, lo avala en su fondo.

La magistrada hispana del Supremo, Sonia Sotomayor, ha sido la encargada de poner los puntos sobre las íes en una explicación de su voto discrepante que empieza con esta frase: “Los Estados Unidos de América son una nación construida sobre la promesa de la libertad religiosa”. Los musulmanes de ahora son los japoneses de ayer y los magistrados que avalaron la infamia bajo excusa formales son como los de hoy, crédulamente parapetados en los subterfugios de Trump para certificar que no es la religión musulmana el motivo de la prohibición de viajar a EE UU, sino la mala gestión de las identificaciones en los países de origen, la ausencia de historiales criminales de sus ciudadanos y las sospechas de que estos países son nidos de terroristas.

Trump hizo campaña con promesas racistas, xenófobas e islamófobas. Tres han sido los decretos con los que ha intentado materializarlas, dos de ellos tumbados por sucesivos tribunales. Nunca ha corregido ni matizado sus palabras. Y ahora, el Supremo atiende solo a la formalidad de la última prohibición, en la que se incluyen Venezuela y Corea del Norte para maquillar el carácter islamófobo del decreto.

Es la mayor victoria política de esta presidencia. Ratifica sus prejuicios y sus medidas contra inmigrantes y musulmanes. Amplia los poderes presidenciales bajo la coartada de la seguridad nacional. Y lanza un mensaje discriminatorio que será aplaudido por los populistas xenófobos de todo el mundo, especialmente en Europa. Trump no es Roosevelt. Y solo los lunáticos extremistas pueden creer que hay una guerra mundial entre la cristiandad y el islam que justifica medidas de discriminación contra una población que consideran enemiga.



Jamileth