Cultura

México descubrió el éxito del fracaso y lo convirtió en forma institucional: Sheridan

2018-06-28

"La crisis mexicana es vieja, revolvente. Hay cínicos que dicen que México...

Luis Pablo Beauregard, El País

 

Guillermo Sheridan lleva 40 años escribiendo crónicas sobre los libros que lee, la ciudad que habita y la política que padece. Paseos por la calle de la amargura (Debate, 2018) recorre las pasiones y aversiones de este catedrático especializado en poesía mexicana moderna que probó suerte en la ficción con una sátira sobre un corrupto líder sindical (El dedo de oro). En las páginas de este volumen se discute lo mismo sobre el distanciamiento entre Octavio Paz y Carlos Fuentes tras la matanza de 1971, conocida como el Halconazo, que las corruptelas del exgobernador Javier Duarte, del PRI. Sheridan también retrata sin solemnidad la figura de Andrés Manuel López Obrador, un personaje con quien no comulga a pesar de identificarse como un simpatizante de izquierdas y quien podría convertirse en presidente de México en los próximos días. El autor da esta entrevista vía telefónica desde su casa en Austin (Texas).

Pregunta. ¿Considera usted la ironía como una herramienta indispensable?

Respuesta. No es una opción. Es una forma de defensa personal. ¿Usted ha visto cómo la gente en México se ríe cuando se cae? Bueno, es una manera mexicana. Es un recurso efectivo frente al absurdo de la vida. No es que yo practique el humor y la ironía. Son ellos los que me atacan y me abruman. Si vas por la calle y hay 500 pósters con las caras de señores y señoras que quieren ser diputados y te enseñan los dientes y piensas que eso está pagado con nuestro dinero pues yo no veo en eso humor. Lo único que hago es contarlo. Si resulta además gracioso, pues ya es otra cosa.

P. ¿Ha desarrollado en estos 40 años alguna teoría sobre el poder en México?

R. Una vez tuve una teoría. Mi teoría es que en México es mejor que las cosas no funcionen a que sí funcionen. Digamos, por ejemplo, un campesino es más productivo si es improductivo. La productividad genera, por ejemplo, chilacayotes. Pero la improductividad, el campesino que quiere sembrar los chilacayotes, comienza a convertirse en una entidad generadora de utilidad política. La improductividad genera secretarías de Estado, confederaciones nacionales campesinas, líderes campesinos, diputados, senadores y toneladas de presupuesto para arreglar el problema del chilacayote. La teoría podría decir que México descubrió el éxito del fracaso y lo convirtió en una forma institucional de funcionar.

P. ¿Cómo vio la campaña?

R. Tengo la impresión de que hubo pocas ideas y demasiado ruido. Las nueces se cuentan con los dedos de una mano y el alboroto, en cambio, es una catarata de decibeles imparable. No hay entusiasmo de mi parte por un solo aspecto de la campaña. Sé que estamos viviendo amargos y tiempos atroces. Me hubiera gustado escuchar que algún candidato explicase con contundencia la importancia de acatar los principios de la ley y detener la impunidad. Si la corrupción, si la violencia gansteril y el crimen organizado florecen como lo hacen es porque la tierra básica de la maceta mexicana está hecha de impunidad y de irrelevancia de la ley. En fin, me hubiera gustado oír las tres palabras sagradas que podrían inaugurar un cambio en México: educación, educación y educación. Pero lamentablemente han convertido el problema, con la reforma educativa, en uno político y no de moral pública.
 
P. Dedica buena parte de su libro a López Obrador. ¿Qué opina de él?

R. Hay que esperar que prevalezca el lado de Lopez Obrador que, más allá de su pragmatismo y de su interés personal, se pueda convertir en algo positivo para México. Ojalá. A mí no me cae bien. No es una persona por la que vaya a votar. Ha creado un Frankenstein hecho de partes, de pedazos más o menos pegoteados y no se sabe muy bien cuál de esos pedazos va a prevalecer sobre el siguiente. No se sabe si van a prevalecer los moderados de su equipo o los duros, que son quienes pueden poner gente en la calle. No estoy seguro de que tener a un ejército de muchachos que van a recibir una mesada sea una muy buena idea. Ya se trata de ver y entender que esos muchachos estarán dispuestos a cualquier cosa para mantener su salario. Me da mucha pena que un personaje así se haya alzado con la representatividad de la izquierda. Eso me parece triste.

P. ¿Le preocupa el giro que México parece estar dispuesto a dar?

R. Sí, me parece preocupante. No me parece nada bien que se eche atrás la reforma educativa. Me parece pésimo que se vaya a consolidar el corporativismo, que se vaya a reconocer como mexicanos de excepción a los líderes de los sindicatos corruptos. Una neopolítica en la que el Estado va a obstinarse en tener mayor presencia en la administración de la economía, en la creación de corporaciones, en el uso del patrimonialismo social que ha sido tan dado siempre del PRI. Todas las señales son que eso va a volver y es preocupante.

P. Cita en su libro un texto de Octavio Paz publicado en Plural en 1972 en el que fijaba la postura de los intelectuales en el Gobierno de Luis Echeverría. El escritor afirmaba que el sistema político mexicano estaba en quiebra. ¿No cree que la frase sigue teniendo vigencia?

R. La crisis mexicana es vieja, revolvente. Hay cínicos que dicen que México está en crisis desde hace como 600 años y lo único que hace es amainar o atizarse. Sí creo que el desastre de la transición al PAN, la incapacidad del PAN para demostrar la complejidad del país sumado al franco deterioro de las formas de convivencia que significó el Gobierno de Peña Nieto --la corrupción rampante, la vergüenza de los gomierdadores, como los llamo, han producido un ambiente general de incomodidad y de disgusto que es parte consustancial a la crisis mexicana. Ahora, para tratar de paliar esa crisis, vamos a echar un volado que yo no estoy muy seguro de que vaya a caer en la cara correcta de la moneda. Es muy difícil hablar de cómo salir de la crisis y cómo administrarla cuando se ha convertido en una especie de segunda naturaleza que los mexicanos llevamos.



Jamileth
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