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Masaya se atrinchera para apropiarse del símbolo sandinista del "repliegue"

2018-07-06

Todo en Monimbó, el barrio indígena de Masaya, recuerda ese repliegue de junio de...

Gonzalo Domínguez Loeda

 

Masaya (Nicaragua), 6 jul (EFE).- Hace 39 años, los sandinistas se replegaron de Managua a Masaya para tomar impulso y llegar al poder, una acción táctica que el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, celebra cada año y que en esta ocasión sus opositores se aprestan a impedir: quieren apropiarse del símbolo.

Todo en Monimbó, el barrio indígena de Masaya, recuerda ese repliegue de junio de 1979, cuando columnas con miles de miembros del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) huyeron desde los barrios orientales acompañados por civiles que escapaban de la represión.

Allí, en pleno centro del barrio, se refugiaron y comenzó el contraataque que terminó finalmente con la dictadura de Anastasio Somoza.

Hoy el ambiente es radicalmente opuesto: "Dos palabras para Daniel Ortega, como Monimbó lo subió, así lo va a quitar", grita a los micrófonos de Efe un hombre encapuchado que refuerza las trincheras.

Y es que hoy Monimbó, toda Masaya, se han convertido en un icono diferente, el de la revuelta que estalló el pasado 18 de abril contra Ortega y en cuya represión han sido asesinados al menos 310 personas.

"Aquí no va a haber repliegue, eso no existe aquí, que se le vaya quitando de la cabeza", subraya el hombre encapuchado en uno de los primeros "tranques" (barricadas) que bloquean el paso en Monimbó, a unos 30 kilómetros de Managua.

Tienen claro que después de cuatro décadas de celebraciones sandinistas no permitirán que haya una en 2018 pese a que, como se rumorea, Ortega prepara un golpe de efecto con la celebración de la efeméride que implicaría adentrarse en un barrio convertido en zona de guerra.

Vecinos y opositores reconocen delante y detrás de las cámaras que hay alarma ante la posibilidad de que paramilitares, parapolicías, antimotines y policías, las llamadas "fuerzas combinadas", siembren el pánico una vez más.

Este mismo jueves, según pudo comprobar Acan-Efe, policías y paramilitares patrullaban algunas de las entradas a Masaya, unos de uniforme reluciente, otros de un lúgubre y riguroso negro de pies a cabeza, pero todos fuertemente armados.

Sin embargo resuenan las palabras de los hombres en las barricadas que aseguran que "a partir de ahora sólo va a haber banderas azules y blancas", los colores de Nicaragua y ni una roja y negra, la del FSLN, cruzará los límites de la ciudad.

Para ello refuerzan los "tranques" (bloqueos) con adoquines, cavan trincheras profundas para parapetarse y que la maquinaria pesada no pueda atravesarlos. Otros cruzan árboles para parar a las "fuerzas combinadas".

Algo más atrás, entre insultos con faltas de ortografía, emerge un monolito que asegura con orgullo que es el punto de llegada del maratón del "repliegue", una muestra más de como Ortega y su gobierno quisieron elevar su celebración evocando al ateniense Fidípides.

Por detrás del hito puede leerse un mensaje que ensalza a los "chavalos" en pie contra Ortega: "la lucha de pocos vale por el futuro de todos". Nada resume mejor las dos caras de la moneda; el otro lado de la baraja.

"Hoy quieren celebrar ese repliegue que, viéndolo sin la venda en los ojos, fue una derrota para el Frente Sandinista en aquel entonces", explica un vecino y excombatiente que recibió a los guerrilleros y civiles que llegaron a Monimbó aquel día de 1979 y hoy se suma a las filas opositoras.

Entonces formaba guardia en una trinchera, hoy recibe a Acan-Efe en el mismo punto y, ocultando su rostro, rodeado de "tranques", explica que siente que lo que hicieron fue "quitar una dictadura", la de Somoza, para "poner otra dictadura", la de Ortega.

"Yo participé en muchas ocasiones" en la conmemoración, agrega antes de subrayar que los nicaragüenses han "sido engañados por la familia de Ortega" y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo.

También recuerda bien aquellos días otro de los hombres encapuchados que hacen guardia frente a una barricada. Se le intuye entrado en años, comenta que en Monimbó están "alerta, en pie, activados en todo el barrio" ante la posibilidad de que lleguen "fuerzas combinadas" o de que Ortega busque celebrar su "repliegue".

"Somos personas dispuestas a defender al barrio, no dejarlo (a Ortega) oprimir como han hecho en Managua. El barrio de Monimbó no se va a dejar nunca, vamos a sacar las uñas", sostiene.

A su alrededor la vida cotidiana comienza a mostrarse a la luz.

A la sombra de uno de los muros de adoquines levantados para cortar la calle, dos mujeres venden fruta. Unas calles más abajo una familia vela a un joven que falleció, unos comentan que como consecuencia de la crisis sociopolítica, otros que fue en un asalto de la delincuencia común.

Sus familiares lloran desconsolados, apenas como seres humanos que dan el último adiós a un pariente.

La vida cotidiana se asoma entre los "tranques", como la hierba que crece entre las piedras.



Jamileth

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