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La ultraderecha alemana vuelve a tomar las calles contra las políticas migratorias de Angela Merkel

2018-08-31

En los alrededores del estadio de la ciudad se reunían este jueves cerca de mil personas...

PABLO LÓPEZ BARBERO | El Mundo

Críticas a la policía alemana por filtraciones sobre el crimen que instigó las marchas neonazis

Angela Merkel, a los ultras: "El odio en la calle no cabe en Alemania"

En una calle del centro de Chemnitz, una joven sonriente reparte dulces a los viandantes. Su nombre es Isabelle y, al contrario que la mayoría de los vecinos de esta ciudad sajona convertida por sorpresa en el foco mediático de Alemania, atiende con gusto a la prensa. "Las marchas violentas no son la respuesta", dice sobre la ola de xenofobia en la que se ha visto envuelta la ciudad desde el asesinato en circunstancias poco claras de un ciudadano alemán el domingo. La joven, de 28 años, porta al hombro una bolsa en la que se lee: "Flores y caramelos en vez de odio y violencia".

El odio y la violencia que se concentran precisamente a apenas un par de kilómetros de la bolsa de Isabelle. En los alrededores del estadio de la ciudad se reunían este jueves cerca de mil personas convocados por Pro Chemnitz, el colectivo instigador de las marchas contra la inmigración de los últimos días. Al grito de "somos el pueblo" o "prensa mentirosa", caldearon los ánimos, aunque sin desembocar en violencia, al contrario que el pasado lunes, cuando 20 personas resultaron heridas tras los choques. Esta vez el dispositivo policial fue muy amplio.

Los partidos establecidos, apremiados por la tensa situación de estos días, buscan precipitadamente cómo contrarrestar un mensaje de odio que ha ido calando durante años. El presidente del land de Sajonia, Michael Kretschmer, de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Angela Merkel, acudió a una charla con los vecinos justo enfrente de la manifestación ultra, en una auditorio de escaso aforo que se llenó a rebosar. Para muchos, este intento llega demasiado tarde.

La muerte en una reyerta de Daniel H. el domingo ha puesto en el mapa a Chemnitz, una ciudad de unos 250,000 habitantes en la que casi nunca pasa nada. No muy lejos del popular busto de Karl-Marx hay estos días un amplio círculo de velas y flores que honra al joven asesinado. La gente se detiene a ver las muestras de cariño, pero también mensajes de otro tipo. "Quitadles los cuchillos, de lo contrario os quitaremos nosotros las instituciones", reza un cartel. "Es curioso que el hecho de manifestarse en contra de un crimen recabe más indignación que el asesinato en sí", se lee en otro.

Alrededor, jóvenes vestidos de negro y de apariencia ultra evitan compartir espacio con curiosos, periodistas y también migrantes que se detienen para contemplar el improvisado altar. La tensión latente solo explota en las manifestaciones, como la del lunes, cuando algunos ultras se tomaron la justicia por su manos y llamaron a "la caza del inmigrante".

Junto al homenaje, un grupo de jóvenes afganos hace fotos. "No está bien lo que ha pasado", comenta Mohamed, de unos 20 años, en perfecto alemán. Lleva tres años viviendo en Alemania y dice sentirse preocupado por la oleada xenófoba. "Tenemos miedo. Pero aún así, vivimos mejor aquí que en Afganistán", declara a este diario. Ali, a su lado, toma distancia de los sucesos. Según él, lo del domingo se trató de una reyerta "común", sin tintes racistas. Ali y Mohamed son optimistas con su futuro en un país donde, a pesar de todo, su vida no corre peligro.

Mareike, de 47 años, trabaja como auxiliar de enfermería y observa en silencio las flores. Está desencantada con los partidos tradicionales, pero sobre todo con la canciller. "Me gustaría que hubiera más orden y organización, que hubiese un plan para nuestra región, y con Merkel no lo hay", advierte. Según ella, en Sajonia hay demasiados inmigrantes y reconoce un sentimiento generalizado: Chemnitz se ha vuelto unas ciudad insegura.

Es habitual ver a grupos de refugiados por el centro de la localidad. Muchos de ellos no tienen otra actividad que ir a cursos de alemán o estudiar por las mañanas algún tipo de formación, y dedican las tardes a pasear. Una presencia a la que no están acostumbrados los vecinos de Chemnitz ni de muchas otras ciudades del este de Alemania. Mucha gente se siente olvidada por la vieja política. La frustración ha explotado a raíz de la laxa política de migración de Merkel, diana de todas las críticas.

No obstante, parece que ahora el land de Sajonia sí reconoce finalmente que existe un problema estructural de racismo. Los ultraderechistas llevan años echando raíces y gracias a las redes sociales su capacidad de movilización es cada vez mayor. "Cuando se trata de frenar la actividad neonazi, los gobiernos de la CDU en Sajonia han mirado para otro lado durante 30 años", denunciaba el experto en extremismos Toralf Staud en la cadena pública ZDF.

A pesar del malestar generalizado, pocos en Chemnitz se animan a hablar a los periodistas. Es incesante el goteo de camarógrafos y reporteros que caminan por el centro en busca de algo nuevo que reportar. La ciudad no está acostumbrada al foco mediático y muchos rehúsan a los informadores con gestos de hastío. "La gente está cansada de los medios porque saben que da igual lo que digan, para los periodistas en Chemnitz solo hay nazis", denuncia Isabelle mientras reparte caramelos.

La joven decidió volver a Chemnitz tras estudiar su carrera en el Oeste, un camino que pocos recorren de vuelta. Los jóvenes con estudios emigran a estados más prósperos en busca de oportunidades. Ella, a pesar de todo, defiende con cariño su ciudad natal. "En Chemnitz hay sobre todo gente mayor que vivió los años de aislamiento de la RDA y que no está acostumbrada a ver inmigrantes por la calle. ¡Pero eso no les convierte en nazis!", concluye. El viernes a la misma hora, dice, volverá a repartir flores y caramelos contra la violencia.



Jamileth

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