Entre la Espada y la Pared

Chemnitz, el polvorín que atenaza a Angela Merkel

2018-09-04

El jueves, miles de personas salieron a la calle para clamar de nuevo contra la prensa y contra la...

PABLO LÓPEZ BARBERO | El Mundo

Cinco días después de que prendiera la mecha de la xenofobia en el este de Alemania, nada hace pensar que los ánimos se han calmado en Chemnitz, ciudad sajona que se ha convertido en campo de batalla de la ultraderecha en la última semana. El jueves, miles de personas salieron a la calle para clamar de nuevo contra la prensa y contra la vieja política. "¡Fuera!", gritaban al presidente de la región, Michael Kretschmer. "Prensa mentirosa" o "Somos el pueblo" eran otros de los cánticos que se escuchaban. El pasado lunes, estos mismos ultras tomaron las calles para "dar caza a la criminalidad extranjera", dejando 20 heridos y estampas de persecuciones humillantes. Unos hechos que serán muy difíciles de digerir, y que han tensado el ambiente en esta ciudad hasta el límite.

La del jueves fue la última de las manifestaciones en lo que va de semana como respuesta al acuchillamiento de un hombre de 35 años de nacionalidad alemana el domingo en una reyerta. No se habla de otra cosa en Alemania. Los sucesos de Chemnitz han sacudido a la vieja política. Los ultraderechistas están mejor organizados que nunca y aseguran que van por Angela Merkel. Éstos se alimentan del miedo y la sensación de inseguridad que, aseguran, han traído los inmigrantes. "Chemnitz se ha convertido en una ciudad insegura", decía una vecina de la ciudad a este periódico.

Tras cinco días de ausencia, parece que por fin el Gobierno alemán intenta plantar cara. La ministra alemana de Familia, Franziska Giffey, fue el viernes la primera representante del Gobierno que acude a la ciudad. Giffey depositó un ramo de seis rosas blancas en el lugar del crimen, convertido en una especie de altar improvisado en recuerdo de la víctima, y dijo que llegó para apoyar "la democracia y la cooperación".

Palabras vacías para muchos vecinos, que hace mucho que dejaron de creer en los mensajes de los partidos tradicionales. Ahora, la mecha del odio en el este de Alemania se ha convertido en un incendio incontrolable. Un incendio que ha cogido por sorpresa a la canciller Angela Merkel, de visita oficial en Senegal, Ghana y Nigeria.

La canciller se encuentra a miles de kilómetros de su país, precisamente en el día en que se cumplían tres años de la célebre frase "Lo conseguiremos", pronunciada en medio de la oleada migratoria de 2015. La receta del Gobierno alemán contra la presión migratoria es ahora luchar a base de artillería diplomática en los países de origen. Pero de aquellos barros, estos lodos. Tres años después, la canciller y su política migratoria polarizan a Alemania y a toda Europa. Merkel ha encajado su error y todo apunta a que la cuestión migratoria permanecerá inseparablemente vinculada con su mandato.

Pero los datos no dan la razón a los manifestantes. Según cifras oficiales de principios del año pasado, en Sajonia el 4,2% de la población es extranjera. En Chemnitz esta cifra llega al 6,6%, muy por debajo del 11,2% de media de Alemania. Esto contradice la supuesta presencia masiva de extranjeros que alegan muchos vecinos, y también la inseguridad. La criminalidad en Sajonia descendió en un 0,5%, a un ritmo similar al que lo viene haciendo en Alemania en general. El conjunto del Estado registra los mejores datos en cuanto a criminalidad de los últimos 30 años, y también descendieron los crímenes cometidos por extranjeros. Pero de poco sirven estos datos si hay partidos dispuestos a alentar el fantasma de la xenofobia.

En las elecciones federales del año pasado, Alternativa para Alemania (AfD) cosechó en este Land o estado federado sus mejores resultados: un 27% de los votos. "Esta vez ha ocurrido en Chemnitz, pero es evidente que estos hechos despiertan emociones en toda Alemania en todos los frentes. Es evidente que la política ha fracasado", dijo un diputado de esta formación, Bernd Baumann.

Para este sábado se esperan marchas multitudinarias convocadas por AfD y Pegida, acrónimo de Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente. La policía prepara un gran despliegue mayor de los 1,200 efectivos que vigilaron las marchas del jueves.

El odio hacia la canciller y su Ejecutivo se desata cuando acuden a zonas del este, donde suelen ser abucheados. En su visita a la ciudad de Bitterfeld, cerca de Leipzig, Merkel fue boicoteada por la extrema derecha y recibida al grito de "traidora del pueblo" durante la campaña electoral del año pasado.

El este alemán, concretamente Sajonia, ha sido un gran dolor de cabeza para los partidos tradicionales alemanes, un problema en el que ellos mismos tienen algo que ver, según muchos analistas. Muchos acusan a la Unión Cristiano Demócrata (CDU), partido que ha presidido todos los gobiernos en Sajonia desde la reunificación, de haber minimizado el problema de la ultraderecha y la xenofobia.

"Durante mucho tiempo subestimamos el problema o tal vez no quisimos verlo", aceptó en una tertulia televisiva centrada en los incidentes de Chemnitz el cristianodemócrata sajón Marco Wanderwitz, actualmente secretario de Estado en el Ministerio del Interior. Cuando se trata de frenar la actividad neonazi, "los Gobiernos de la CDU han mirado para otro lado durante 30 años", denunciaba el experto en extremismos Toralf Staud en la cadena pública ZDF.

No obstante, expertos coinciden en que no se puede reducir el hecho a una simple relación de causa-efecto en cuanto a la inmigración. También la sensación de ser ciudadanos de segunda respecto a los ciudadanos de occidente ha ido calado durante muchos años y ahora representa una indignación que es gasolina para los ultras.

Algo que ha comprobado de primera mano la ministra de Integración del Gobierno regional de Sajonia, Petra Köpping. En un libro que acaba de publicar, Köpping sostiene que la razón profunda del ascenso de la ultraderecha en el este hay que buscarla en otra parte. "Dejadnos en paz con vuestros refugiados e integradnos primero a nosotros", dice Köpping que le gritó un ciudadano en un acto al que ella asistió.

De esta expresión -"Integradnos primero a nosotros"-, Köpping sacó el título de su libro en el que sostiene que la simpatía por Pegida y AfD es la expresión de una ira acumulada por mucha gente en el este que siente que fue tratada injustamente tras la reunificación.

También está la cuestión de si existe connivencia o no de ciertas autoridades con grupos radicales de derecha. En la prensa se habló mucho de un caso en la ciudad de Dresde, donde durante una manifestación ultraderechista un manifestante pidió a la policía que prohibiera filmar a la prensa. La policía cumplió la orden y procedió a denunciar al cámara. Más adelante se supo que el hombre era un empleado del Servicio Nacional de Investigación Criminal del estado federado de Sajonia que participaba en la manifestación en su tiempo libre.



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