Como Anillo al Dedo

Transición y migración mexicana

2018-09-06

Ante el aumento del 43% en las detenciones, el hecho de que solo el 20% de los connacionales cuenta...

Eunice Rendón, El País

Ante la actual y atípica transición mexicana, en lo relacionado con la política exterior y en particular con nuestro vecino del norte, el presidente electo -Andrés Manuel López Obrador- ha prometido colocar a la comunidad migrante al centro de la relación bilateral, convertir en defensorías los cincuenta consulados, una zona libre en la frontera norte, la puesta en marcha de un fondo entre Estados Unidos, México y Centroamérica y regiones especiales de desarrollo económico para evitar la necesidad de migrar, entre otros. Por su parte el próximo canciller ha abonado en algunos de estos temas y relación con otras regiones del mundo y temas comerciales, pero poco se ha hablado de los migrantes.

Ante el aumento del 43% en las detenciones, el hecho de que solo el 20% de los connacionales cuenta con un abogado a la hora de enfrentar un proceso y las violaciones a los derechos humanos de la era Trump, la defensa legal es prioritaria. Sin embargo, la tarea consular va más allá, con tareas como la relación política, documentación, protección y atención a comunidades. Lo más eficaz para la defensa legal es considerar recursos e implementarlos a través de alianzas y de redes de abogados que ya se dedican a ello.

Informar por todas las vías y a través de campañas y proyectos conjuntos con la sociedad civil y organizaciones promigrante a nuestra comunidad, especialmente a los indocumentados, es también fundamental. Una diplomacia más cercana y de a pie al tiempo que se fortalecen estrategias para vincular, insertar y empoderar a nuestros mexicanos, vía la ciudadanía, la educación, la construcción de capacidades y la formación de cuadros para ocupar espacios clave en lo público, en lo privado y en lo social del otro lado de la frontera, debe ser parte del nuevo plan.

De este lado, más allá de generar las condiciones económicas y sociales para que la gente no migre, se deben considerar las diferentes facetas del fenómeno. Desde hace una década el fenómeno de expulsión de nuestro país hacía EE UU se ha reducido mientras que el de retorno y refugio han aumentado. Considerar el enfoque de desarrollo económico y social en aquellos lugares a los que nuestros connacionales retornan y en los que migrantes centroamericanos antes transitaban y ahora se quedan (580% de aumento en peticiones de refugio durante 2017) ante las amenazas de Trump debe ser parte de las nuevas políticas. También es importante ahondar en los diversos factores que motivan la migración. En los últimos años la violencia y el riesgo a perder la vida son las principales razones para migrar de varios países de Centroamérica. Por ello, además de zonas de reactivación y dinamismo económico, se requieren estrategias de seguridad y prevención adecuadas. Asimismo, la visión policiaca que ha prevalecido en el Instituto Nacional de Migración debe cambiar. Urgen presupuestos, perfiles y visión más integral para la renovación empática y humana de nuestra política e instituciones encargadas del tema migratorio.

El enfoque integral en la relación bilateral mencionado por el equipo de López Obrador es positivo, pero no olvidemos que en algún momento Enrique Peña Nieto también lo prometió y nunca sucedió: el único rubro al que se le dio prioridad fue al económico. Poner sobre la mesa temas de interés binacional mutuo es menester. Considerar y condicionar la cooperación que en materia de seguridad tenemos a cambio de un trato digno a nuestros migrantes debe ser una opción. Finalmente, debemos aprovechar las diversas dimensiones de la relación y no dejar todo el peso en la parte federal que seguirá siendo compleja. El ámbito legislativo, gobiernos locales, sector privado, academia y sociedad civil son actores clave en el contrapeso y debemos procurarlos. Retomar el liderazgo e ir en bloque con Centroamérica en diversos temas también es deseable.

A pesar de la inédita reunión de una nutrida delegación del mandatario norteamericano con López Obrador, del intercambio de misivas, tuits y coqueteo entre el próximo presidente mexicano y el inquilino de la Casa Blanca, Trump nunca será un interlocutor confiable. Contar con un plan que establezca prioridades mexicanas con respecto a la relación bilateral es urgente. Hasta ahora México se ha dedicado a reaccionar a lo que Trump marca en la agenda e incluso se ha filtrado el interés de cerrar con broche de oro el sexenio aceptando lo inaceptable como convertirnos en tercer país seguro para recibir a todos aquellos migrantes que el Gobierno norteamericano no quiera refugiar.



Jamileth
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