Disparates y Desfiguros

Suecia: la alegría de los tuertos

2018-09-11

La misma jugada, paso a paso, la vivimos el año pasado en Países Bajos, en Francia,...

PABLO R. SUANZES | El Mundo

El alivio en Bruselas por el triunfo relativo de la extrema derecha en Suecia ignora que populistas antaño marginales, se han convertido en partidos claves que marcan la agenda.

Los ultras avanzan en Suecia

La misma jugada, paso a paso, la vivimos el año pasado en Países Bajos, en Francia, en Alemania o en Austria. El retorno a la primera línea de la extrema derecha, con una estrategia racista, xenófoba, antieuropeísta, aislacionista. La subida, espectacular, en las encuestas. La pérdida de bastiones tradicionales de los grandes partidos. La alarma en las cancillerías comunitarias. La implantación y normalización, en suma, de un discurso que hace unas décadas parecía desterrado para siempre en gran parte del continente. Los extremistas no ganaron entonces y no han ganado en Suecia, pero de forma sorprendente circula un análisis complaciente de los resultados -en Bruselas para empezar-, para el que el resultado de los comicios son buenas noticias.

Nada más lejos de la verdad. Si respiran aliviados, se equivocan. La lectura optimista viene a decir que, a pesar de todo, no fue para tanto. Que los Demócratas Suecos no han llegado al 20% que daban los sondeos. Que la socialdemocracia ha aguantado y vuelve a ganar. Que el extremismo toca techo de norte a sur y de este a oeste por debajo del 25% en general. Que eso es, como apuntan algunos expertos en demoscopia, un síntoma esperanzador, pues esos porcentajes (muy altos) indicarían más bien, y en especial en los países nórdicos, que han suavizado notablemente su discurso y moderado sus posiciones.

La realidad es dura y hay que afrontarla de cara. En Suecia, el gran modelo a imitar, oasis de estabilidad, adaptación y acogida, la extrema derecha ha logrado casi un 18% de los votos. Y al igual que pasó en París, en Ámsterdam, en Viena, en Liubliana, en Copenhague, esas fuerzas han logrado marcar e imponer la agenda política y social, cambiar el lenguaje, fijar los ritmos y protagonizar, dentro y fuera, la campaña.

Mañana, en Estrasburgo, Jean-Claude Juncker pronunciará su último Debate sobre el Estado de la Unión Europea y se centrará en La Europa que protege, que es el lema escogido por el canciller austriaco, Sebastian Kurz, para la Presidencia temporal de la Unión. Para hablar de seguridad y de migración. En 2015, la UE intentó una respuesta solidaria a la crisis migratoria. Apenas tres años después, se repliega buscando en vano formas de aplacar a una ciudadanía a la que el miedo empuja cada vez más lejos.

Celebrar que Europa está tuerta y no ciega es una actitud peligrosa e irresponsable. Las posiciones más extremas están en los gobiernos y los parlamentos. Son una realidad, no una posibilidad. Es cuestión de tiempo, si nada cambia, que los lobos blanqueados se coman a todas las ovejas sin importarles el color. "No podemos ser complacientes ante el auge de la extrema derecha populista, pero debemos poner los resultados en perspectiva: más del 82% de los votantes rechazaron el odio en las elecciones suecas", apuntó ayer Guy Verhofstadt, líder de los liberales (ALDE) en la Eurocámara.

La perspectiva dice en realidad que fuerzas inexistentes hasta hace poco son ahora 'kingmakers'. Necesarias para gobernar, útiles para gobernar o una posibilidad muy real de llegar a hacerlo por sí mismas. Lo dijo Jimmie Akesson y no era una boutade: "Ahora podemos influir de verdad en la política sueca". Como el FPÖ en Austria, los Finlandeses Verdaderos en Helsinki o La LIga, un partido que hace dos décadas estaba confinado en La Padania con un discurso sobre Roma ladrona y los parásitos del sur. Silvio Berlusconi los cortejó, los metió en el Ejecutivo y ahora sacan votos en Calabria y Sicilia.

El Frente Nacional galo llegó al 34%. AfD en Alemania se quedó en el 13,5%, pero puede ser la principal fuerza ya en zonas del Este del país. El FPÖ que hace 15 años fue proscrito por la UE invita ahora a Vladimir Putin a sus bodas, cuenta con uno de cada cuatro votantes y está plenamente integrado como uno más en el sistema de la Unión. En Noruega son el 15%; en Dinamarca, el 21%. Viktor Orban roza el 50% en Hungría y el PiS polaco está cómodamente en el 38%.

"Otra noche mala para la UE", celebró Marine Le Pen. "La patria del multiculturalismo y el modelo de la izquierda ha decidido, tras años de inmigración salvaje, cambiar (...) Es el enésimo aviso. En mayo, en las elecciones europeas, completaremos el cambio sobre los fundamentos del trabajo, la seguridad y la familia", prometió un Matteo Salvini exultante. "¡Felicidades!", se sumó Geert Wilders en Twitter.

Cass Mude, profesor de la Universidad de Georgia, considera que "la lección más importante de las elecciones es que Suecia se une a otros países de Europa occidental, con un sistema de partidos cada vez más fragmentado que incluye un considerable partido de derecha radical. Esta fragmentación ha estado en curso durante más de una década y tiene causas estructurales que van más allá de la Gran Recesión o la supuesta 'crisis de refugiados'. Y está aquí para quedarse".

El continente tiene su gran examen en las próximas europeas. Los populistas, alentados por Steve Bannon, exploran vías de colaboración. Los partidos tradicionales todavía no han encontrado el antídoto. Mirar para otro lado no funciona. Incorporar a los extremistas para que se moderen y desgasten, tampoco, pues lo que hace es legitimar posiciones que hasta hace poco eran impensables. ¿Asumir parte de sus programas? Sólo desplaza el eje central hacia la derecha y los votantes suelen preferir los originales a las copias. Obviar la precariedad y la desigualdad, como si no estuviera relacionada con las derivas identitarias, es una garantía de fracaso.

Emmanuel Macron, en mayo, irá de la mano de los liberales. Parece dispuesto al choque. Él y Verhofstadt, con todos sus defectos, al menos parecen tener una cosa muy clara: es completamente falso que dos no pelean si uno no quiere. En el 'ring' político de 2018, si van a por ti con ganas de bronca y te haces el sueco, la paliza es antológica.



Jamileth