Internacional - Seguridad y Justicia

Intromisión rusa en otros países: ¿Putin tras los hilos?

2018-09-15

A medida que varios supuestos complots, conspiraciones y delitos rusos ocurren en Occidente, los...

Por ANGELA CHARLTON y MATTHEW BODNER

MOSCÚ (AP) — Según los expertos, el presidente ruso Vladimir Putin no necesariamente ordena cada complot o campaña de influencia rusa en otros países. Algunas personas señaladas de inmiscuirse en las elecciones estadounidenses de 2016 parecen más bien haber sido individuos ambiciosos que tomaron la iniciativa, basándose en las señales enviadas por el séquito presidencial ruso.

A medida que varios supuestos complots, conspiraciones y delitos rusos ocurren en Occidente, los fiscales y expertos culpan rutinariamente a Putin o a un círculo de allegados del Kremlin que se dice que actúan por órdenes directas del presidente ruso.

Es posible que Putin esté involucrado en algunos planes oscuros, pero ¿está microadministrando todas las acciones sospechosas, como envenenamiento, piratería informática y campañas de cabildeo? Los expertos dicen que no necesariamente. En cambio, dicen que Putin y su séquito pueden estar enviando indicios sobre lo que él quiere, y que funcionarios e individuos ambiciosos se han apresurado a interpretarlas y cumplirlas para ganarse su simpatía.

La heterogénea mezcla de rusos acusados de inmiscuirse en la política estadounidense parece ilustrar esto. La activista defensora del derecho de posesión de armas Maria Butina es un ejemplo.

Butina, que está encarcelada en Washington por cargos de haber intentado infiltrarse en organizaciones políticas estadounidenses como agente encubierta rusa, se encuentra entre los marginados del poder que parecen haber buscado una oportunidad para promoverse y complacer potencialmente a sus gobernantes manipulando a estadounidenses crédulos.

No está claro si Putin estaba al tanto de las actividades de Butina, pero la iniciativa -como los intentos de la abogada rusa Natalia Veselnitskaya por reunirse con el equipo de campaña de Donald Trump o campañas en redes sociales acreditadas al “chef de Putin” Yevgeny Prigozhin- encajó con el doble objetivo del Kremlin de desestabilizar la democracia occidental y acabar con las sanciones contra Rusia.

Solo Putin podría decir con seguridad qué hilos está moviendo, pero algunas iniciativas -como el envenenamiento de un ex espía ruso en Gran Bretaña con una neurotoxina de grado militar en marzo- parecen tener más probabilidades de contar con su aprobación directa. Las autoridades británicas dicen que el envenenamiento del ex espía Sergei Skripal fue llevado a cabo por la agencia de inteligencia militar de Rusia GRU, algo que probablemente contó con la luz verde de los más altos niveles. Rusia niega vehementemente cualquier implicación.

“Rusia no está tan centralizada como la gente cree a veces”, opinó Alexander Baunov, del Centro Carnegie de Moscú. Los incidentes de injerencia electoral en el extranjero no formaban parte de “un único evento planificado, sino que fueron personas y acciones por separado” que operaron de manera flexible bajo el mismo objetivo antioccidental.

Tales esfuerzos no siempre son congruentes entre sí. Los observadores describen rivalidades entre miembros del Kremlin mientras buscan obtener favores o influencia. Por ejemplo, se dice que la supuesta financiación de mercenarios en Siria por parte de Prigozhin está en desacuerdo con el ministro de Defensa Sergei Shoigu, pero que ayuda a Rusia a mantener su presencia en Oriente Medio.

“El estado de Putin es como una corte”, afirmó Mark Galeotti, un experto en seguridad ruso del Instituto de Relaciones Internacionales de Praga. “Tienes a la gente de arriba dejando claro qué es lo que buscan y luego tienes a la gente de abajo buscando formas de aprovechar oportunidades y contactar con la base para potencialmente proporcionar valor, o buscar empaquetar lo que ya tienen y venderlo para avanzar en su agenda”.

Butina, a quien el lunes se le ordenó permanecer en una cárcel estadounidense mientras espera ser llevada a juicio, parece ser una figura marginal, cuyo activismo por las armas comenzó en Siberia, lejos del núcleo de la toma de decisiones de Rusia en Moscú.

Mientras Trump buscaba la presidencia, ella y su influyente patrocinador Alexander Torshin supuestamente usaron sus conexiones con la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) para cultivar un canal trasero con los republicanos.

Ambos aprovecharon una vulnerabilidad de la derecha estadounidense: el creciente número de conservadores que no se ajustan al consenso del establishment de Washington sobre Rusia, expresó Michael Kofman, jefe del programa ruso en el centro de estudios CNA en Virginia. Algunos de la derecha han mostrado una gran afinidad por lo que consideran el patriotismo, la fe y las imágenes inquebrantables de la Rusia de Putin.

Sin embargo, los poderes de Torshin eran limitados. La iniciativa de legislación sobre derechos de armas que él defendió fracasó seriamente en Rusia. Aunque el FBI dice que Butina y Torshin desarrollaron lazos con la inteligencia rusa, no hay indicios de que Butina y Putin se hayan reunido jamás.

Otra rusa que supuestamente trató de influir en la campaña electoral de Estados Unidos fue la abogada Natalia Veselnitskaya, quien se reunió con miembros del equipo de campaña de Trump en junio de 2016 en la Torre Trump, supuestamente para ofrecer la ayuda de Moscú para derrotar a Hillary Clinton.

Aunque Veselnitskaya ha negado haber actuado en nombre de la burocracia rusa, decenas de correos electrónicos y documentos compartidos con The Associated Press muestran que sirvió como escritora fantasma de los principales abogados del gobierno ruso y recibió asistencia del personal superior del Ministerio del Interior en un caso que involucraba a un cliente clave.

Aun así, ella no es exactamente parte del círculo íntimo de Putin. En cambio, dijo Baunov, “es una dama que intentaba avanzar en su carrera personal”.



JMRS