Migración

Poblados mexicanos ayudan a migrantes de la caravana

2018-10-25

Unos 110 migrantes pasaron la noche en la Casa de Cultura, donde trabaja una mujer de nombre...

Por CHRISTOPHER SHERMAN, AP

MAPASTEPEC, México (AP) — Conforme las largas filas de migrantes pasaban el jueves junto a su tienda de quesos en su recorrido hacia el norte, César Cabuqui estaba listo para repartir gran cantidad de emparedados de frijoles y bolsas de agua.

No era el único que se movilizó para ayudar a la enorme cantidad de mujeres, hombres y niños que avanzaban a pie entre los poblados de Mapastepec y Pijijiapan en el sur de México, un recorrido de 48 kilómetros (30 millas).

“Son seres humanos”, dijo Cabuqui. “Hay que hacer algo para apoyarlos”.

En el estado de Chiapas, en el sur de México, se encuentran algunas de las comunidades más empobrecidas del país. A pesar de ello, los poblados inundados repentinamente por un flujo de miles de personas que duermen en plazas y parques se han organizado lo mejor que pueden para ofrecerles albergue, tratamiento médico y donativos.

Cuando entre 4,000 y 5,000 migrantes ingresaron a pie a Mapastepec el miércoles, el municipio de 45,000 habitantes estaba listo. Llevaban días siguiendo los avances de la caravana.

El gobierno municipal colocó carpas alrededor de la plaza principal, dándoles desde atención médica a ropa donada y alimento para bebé. Las iglesias locales ofrecieron duchas gratis y colocaron puntos de distribución de alimentos.

Unos 110 migrantes pasaron la noche en la Casa de Cultura, donde trabaja una mujer de nombre Concepción Ponce Aguilar, y 620 utilizaron sus baños.

“Es una satisfacción haberlos apoyado”, afirmó Aguilar. “Deja un sabor de boca muy bonito”.

Agradecidos por la hospitalidad, muchos de los migrantes han procurado comportarse respetuosamente.

José Reyneri Castellanos, de El Progreso, Honduras, se quedó detrás del resto de la caravana junto a su esposa y sus dos hijos jóvenes para apoyar en barrer y limpiar, tal como han hecho en cada escala, con la idea de que eso les ayudará a asegurar una recepción cálida durante su trayecto hacia el norte.

“Creo que es importante dejar limpia a la comunidad y la ciudad donde vamos”, declaró Castellanos.

A medida que los migrantes partían el jueves antes del amanecer, la basura que dejaron estaba acomodada alrededor de recipientes llenos o en el piso donde no había depósitos disponibles. Al iluminarse el cielo, una brigada de voluntarios junto con empleados municipales y migrantes barrieron para agruparla en montículos y bolsas que fueron recolectadas por trabajadores con guantes de látex.

Álvaro Ruiz Domínguez fue uno de los habitantes que acogió a los migrantes en su propiedad. Les permitió usar sus baños, y un médico que ocupa uno de los cinco locales comerciales propiedad de Ruiz les proporcionó atención médica gratuita.

Cuando los últimos de sus huéspedes recogían sus cosas, Ruiz barrió el estacionamiento y dijo que los migrantes se habían comportado bien y se esforzaron por ayudar a limpiar. Calculó que unos 250 habían dormido en el estacionamiento y en un jardín adyacente. Para las 5 de la mañana había pocos indicios de que tanta gente hubiera acampado allí.

“Lo dudo mucho que sean criminales”, señaló Ruiz, refiriéndose a las afirmaciones del presidente estadounidense Donald Trump de que pandilleros y “personas de Oriente Medio” avanzan entremezclados en la caravana. Posteriormente el mandatario reconoció que no hay pruebas de ello, y los periodistas de The Associated Press que viajan con la caravana no han visto indicios de ello.

Trump ha estado azuzando temores acerca de la caravana y la inmigración ilegal para animar a sus electores republicanos antes de las disputadas elecciones legislativas del 6 de noviembre, criticando repetidamente a los demócratas.

Se anticipa que el secretario de Defensa Jim Mattis firmara una orden incluso el jueves para enviar 800 o más efectivos a la frontera sur para respaldar a la Patrulla Fronteriza, según un funcionario estadounidense, el cual habló a condición de guardar el anonimato porque no se han concluido los detalles.

A la caravana aún le faltan unos 1,600 kilómetros (1,000 millas) para llegar al cruce fronterizo más cercano en McAllen, Texas, pero el recorrido podría duplicarse si los migrantes se encaminan al paso de Tijuana-San Diego, el destino al que llegó una caravana más pequeña a principios de año. En esa ocasión sólo unas 200 personas lograron arribar.

El número de integrantes de este grupo ha comenzado a disminuir. Las autoridades dicen que 1.740 solicitaron refugio en México y cientos más han aceptado viajes en autobús para regresar a Honduras. Las enfermedades, el cansancio y el acoso policial también sido factores en la reducción de la caravana.

El gobierno federal de México no le ha dado a los migrantes ningún tipo de ayuda, ya sea en forma de alimentos, acceso a baños o agua, y ha reservado su apoyo solamente a los que solicitan visas o ser deportados.

Aparentemente las autoridades de inmigración estaban interviniendo más con los movimientos de los migrantes en medio del sofocante calor de 32 grados centígrados (90 Fahrenheit).

Un taxista en Mapastepec dijo que había visto a agentes de inmigración obligar a migrantes a salir de taxis en un puesto de control.

Un funcionario de la Comisión de Derechos Humanos de México dijo que los migrantes podían pasar si se encontraban en camionetas o camiones que les hubieran ofrecido llevarlos gratuitamente, pero si habían pagado tendrían que bajar debido a las normas de las aseguradoras.

El salvadoreño César Antonio Pérez Rodríguez indicó que los agentes lo habían obligado a él, a su esposa embarazada Delmy Roxana Martínez, y a su hijo de 3 años a bajar de una camioneta el día anterior. Fueron trasladados a una oficina de inmigración donde había más de 30 migrantes.

Pasaron horas y nadie les dio ninguna explicación. Varios en el grupo se pusieron inquietos y se abrieron paso por una puerta, señaló. En la conmoción, Pérez se las arregló para huir, pero su esposa y su hijo se quedaron atrás. Volteó y la vio sosteniendo al niño y llorando, mientras agentes con toletes le bloqueaban el paso.

En un café internet en Mapastepec, Pérez intentó desesperadamente contactar a los familiares de su esposa a través de Facebook para ver si sabían algo de ella. Él no portaba dinero y su esposa se quedó con su único celular, un número mexicano que él desconocía.

“No quiero perder a mi hijo”, afirmó Pérez, conteniendo las lágrimas.

La familia partió de San Salvador hace más de un mes después de que una pandilla amenazó con matarlos, agregó, un relato común para muchos en la caravana que huyen de la violencia y la pobreza en Centroamérica. Viajaron 460 kilómetros (287 millas) a la ciudad de Tapachula, en el sur de México, antes de quedarse sin dinero.

Estaban sobreviviendo con poco más que mangos y habían solicitado refugio en México cuando la caravana pasó la semana pasada y la familia decidió que integrarse a la movilización era su mejor oportunidad.

La larga columna se extendía por varios kilómetros. Las familias con niños pequeños llenaban las aceras solicitando donativos y viajar de dedo.

A su llegada a Pijijiapan, miles acampaban bajo lonas de plástico frente a una iglesia. Médicos voluntarios atendían por deshidratación, pies lastimados y otras dolencias a decenas de pacientes.

Este tipo de caravanas han sido frecuentes durante varios años, aunque a menor escala, sin embargo Trump ha criticado duramente el fenómeno este año.

Candy Guillermo, de 37 años, dijo que había escuchado de otras personas en la caravana que Trump pretendía enviar más soldados estadounidenses a la frontera. Guillermo, madre soltera de cuatro hijos, dijo sentirse sorprendida de que el líder de un país tan poderoso la considere una amenaza, así como a la gran cantidad de familias que viajan junto a ella.

“Me sorprende porque van niños aquí. Debería ser más humanitario el presidente Trump”, afirmó, enjugándose el sudor de la frente. “Sólo queremos dar a nuestros niños un futuro mejor”.



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