Vuelta al Mundo

Cisma ortodoxo entre Kiev y Moscú

2018-11-06

Según Fanar, dado que Ucrania ya no es parte ni del imperio zarista ni de la Unión...

 

INFORME SEMANAL - #ISPE / Política Exterior

Para una comunidad religiosa donde el tiempo transcurre en siglos más que en años o décadas, los recientes acontecimientos en la Iglesia ortodoxa –nada menos que su primer gran cisma desde 1054– se han sucedido a una velocidad vertiginosa.

Las preparaciones del Gran Consejo ­Panortodoxo, celebrado en Creta en junio de 2016, primer sínodo episcopal de la Iglesia bizantina desde el año 787, requirieron 55 años de trabajo y aún así la reunión fracasó por la ausencia de Kiril, el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa (IOR), que con sus 150 millones de fieles es la mayor de las 14 iglesias reconocidas y las que preside como primus inter pares el patriarca ecuménico de Constantinopla.

Bartolomé, el actual titular de Fanar, como se conoce al patriarcado ecuménico por el barrio de Estambul donde tiene su sede, se negó entonces a aceptar que en Creta se congregaran todos los exarcas (obispos) de la Iglesia, lo que hubiese dado una mayoría abrumadora a la delegación rusa.

La decisión de Bartolomé el 11 de octubre de reconocer la “autocefalia” de la Iglesia ortodoxa ucraniana (IOU), independizándola del patriarcado de Moscú, al que había estado subordinada desde 1686, ha sido el último episodio de ese amargo divorcio, que puede tener imprevisibles efectos políticos y militares en el conflicto entre Rusia y Ucrania, con una guerra latente no declarada desde 2014.

El 14 de septiembre, el sínodo de la IOR suspendió su “comunión eucarística” con Constantinopla. Kiril sostiene que Kiev no puede independizarse sin el consentimiento de Moscú. Las 12,000 parroquias ortodoxas ucranianas son la tercera parte de las que se encuentran bajo su jurisdicción.

Según los sondeos, un 45,2% de los ortodoxos ucranianos se identifica con el patriarcado de Kiev y solo el 16,9% con el de Moscú. Hace 10 años, antes de la protestas del Maidán que hicieron caer el régimen prorruso de Víktor Yanukóvich, las cifras eran del 34,5% y el 22,1%, respectivamente.

El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, que se presentará a la reelección en marzo, saludó el cisma como “la victoria de Ucrania sobre los demonios de Moscú, de la luz sobre la oscuridad”, equiparándolo en importancia con la eventual integración de Ucrania en la UE y la OTAN.

En julio, en la celebración en la Plaza Roja de Moscú del 1.130 aniversario del bautizo del gran príncipe Vladímir, que comenzó la cristianización de las tribus eslavas de las que surgieron Rusia, Ucrania y Bielorrusia, el presidente ruso Vladímir Putin, flanqueado por Kiril, agradeció a los ortodoxos ucranianos mantenerse fieles a Moscú frente a los “enemigos de la raza humana”.

Kiril, que en una ocasión calificó a Putin como “un milagro de Dios”, ha advertido que sus fieles en Ucrania no dejarán que los “cismáticos” les arrebaten el control de parroquias y monasterios. El gobierno de Kiev, a su vez, planea aprobar una ley que permitirá a los clérigos y laicos de las parroquias ortodoxas decidir su afiliación religiosa. Los obispos fieles al patriarcado de Moscú empiezan sus actos litúrgicos pidiendo la bendición divina al Kremlin y al ejército ruso. Sus clérigos se niegan a oficiar funerales de soldados ucranianos caídos en combate contra los rebeldes prorrusos en la cuenca del Donbass. En el encuentro que tuvieron el 31 de agosto Bartolomé y Kiril en Estambul, el patriarca ruso negó la idea misma de una “nación ucraniana” advirtiendo a su anfitrión que Poroshenko no tardaría en ser derrocado.

El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha acusado a Washington de instigar el cisma ortodoxo para sembrar cizaña entre Kiev y Moscú. Por su parte, el obispo metropolitano Hilarion Alfeyev, encargado de las relaciones exteriores de la IOR, ha acusado a Bartolomé de ser cómplice de una conspiración vaticana dirigida por el papa Francisco para llevar el rebaño ortodoxo al redil católico. Lo cierto es que Filaret Denisenko, el patriarca de Kiev, fue excomulgado por la Iglesia rusa ya en los años noventa por cismático.

Según Fanar, dado que Ucrania ya no es parte ni del imperio zarista ni de la Unión Soviética tiene derecho a tener su propia Iglesia. Sea cual sea el desenlace final del cisma ortodoxo, Putin pasará a la historia como el líder ruso que logró lo que más quiso evitar: perder definitivamente Ucrania.


 



regina