Vuelta al Mundo

Rusia olvida la guerra que derribó al zar

2018-11-12

Al fin y al cabo, como recuerda el académico ruso Nikolas Gvosdev, Rusia perdió una...

XAVIER COLÁS | El Mundo


Casi la mitad de los rusos piensa erróneamente que su país salió victorioso de la Primera Guerra Mundial. El Imperio ruso entró en el conflicto en agosto de 1914, pero tras la revolución bolchevique se retiró en marzo de 1918 con un desfavorable tratado de paz con Alemania. La Primera Guerra Mundial seguiría hasta el armisticio de 1918, del que ayer se cumplió un siglo sin que en Rusia nadie haya preparado nada para conmemorarlo. Tal vez por eso hasta un 49% de los encuestados por VTsIOM, una empresa de encuestas estatal, cree que Rusia venció. Sólo un tercio dice que perdió.

Al fin y al cabo, como recuerda el académico ruso Nikolas Gvosdev, Rusia perdió una importante porción de terreno con su salida del conflicto. Los problemas políticos y económicos se vieron agravados por circunstancias bélicas, como la escasez de comida o la militarización de la industria. También hubo rumores infundados sobre la colaboración de la zarina con el espionaje alemán. En el caso ruso, la guerra condujo a la revolución. Con la abdicación del zar el Gobierno provisional de liberales y socialistas moderados trató de guerrear de manera más eficiente, pero con los soviets manejando al ejército cada vez era más difícil hacer obedecer a los soldados: el historiador Alan Wildman lo llamó "bolchevismo de trincheras". Así cayó el Gobierno de Kerensky, y llegó Lenin a lomos de la revolución de octubre.

Rusia había llegado a la Primera Guerra Mundial tocada por la guerra con Japón y la revolución de 1905. Nicolás II sólo tuvo en cuenta la amenaza que suponían las potencias centrales para Serbia, aliada del Impero Ruso. El zar desoyó a sus primeros ministros y hasta al curandero Rasputín cuando le advirtieron de que entrar en esa guerra podría ser desastroso. Lo que en Europa se conoce como la Gran Guerra apenas aporta héroes a la actual cultura de masas en Rusia y su perfil ha sido bajo en la producción literaria o artística nacional. Y eso que los rusos adoran recordar batallas, sobre todo las de la Segunda Guerra Mundial, pero también las de la guerra contra Napoleón.

Buena parte del patriotismo ruso está construido con los mimbres que colocaron los soviéticos durante décadas, y Lenin tomó el poder denunciando la Primera Guerra Mundial como un conflicto imperialista.

El primer museo consagrado a la Primera Guerra Mundial no abrió en Rusia hasta el pasado verano. El primer monumento data de 2004, y está situado en una zona donde los bolcheviques enterraron discretamente y en fosas comunes a los muertos de aquel conflicto por el que nadie quería responder.

Los rusos cenaron anoche viendo cómo el presidente ruso, Vladimir Putin; y el presidente de EU, Donald Trump, se daban la mano en el Arco de Triunfo, donde los líderes mundiales se reunieron para conmemorar el centenario del armisticio. Como posible lección de aquel mal comienzo de siglo XX, el Kremlin ha evitado la guerra directa en lo que llevamos de éste.

Moscú defiende sus intereses con incursiones relámpago (Georgia), guerras híbridas no declaradas (Ucrania), operaciones de apoyo a aliados lejanos (Siria) o simplemente operaciones encubiertas (la intoxicación de Skripal o las injerencias cibernéticas). Pero tal vez la mayor moraleja está instalada en la cabeza de los rusos: tanto el 1917 como 1991 fueron cambios de régimen que entre promesas de libertad y justicia condujeron a periodos de fuerte inestabilidad y cambios brutales. Si el centenario el año pasado de la revolución bolchevique transcurrió sin pena ni gloria, poco más se podía esperar de final de una guerra que el país abandonó antes que nadie.


 



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