Internacional - Economía

Cuatro claves sobre la transformación de China

2018-11-21

Cuando The New York Times decidió lanzar la serie China Rules, el 18 de noviembre, estas...

Por MEGAN SPECIA, The New York Times

¿Cómo lo logró China?

Cuando The New York Times se dispuso a realizar un análisis integral de China, el objeto del análisis era muy obvio: ubicada al otro lado del océano Pacífico desde Estados Unidos yace la más reciente superpotencia mundial, un rival para los intereses estadounidenses, tanto económicos como políticos.

En contraste, averiguar cómo lo logró no iba a ser tan fácil.

¿Cómo logró la China comunista —como Occidente antes la solía identificar con cierto desdén— colocarse en el primer lugar de clasificaciones mundiales, como el mayor número de propietarios de viviendas, de usuarios de internet, de graduados universitarios y, en ciertas estadísticas, de multimillonarios?

¿Cómo logró una nación que estaba recluida y cuya economía sufrió tanta agitación reducir la pobreza extrema a menos del uno por ciento? ¿Cómo logró una movilidad económica social sin paralelo en gran parte del mundo?

Por último, y quizá la pregunta más intrigante de todas: ¿cómo es posible que un país que se negó a aplicar los conocimientos convencionales que los economistas podían ofrecer haya llegado a este momento, cuando está a punto de superar a la economía estadounidense y convertirse en la mayor del mundo?

Cuando The New York Times decidió lanzar la serie China Rules, el 18 de noviembre, estas fueron las preguntas que les dimos a nuestros reporteros. Más adelante, publicaremos más artículos de esta serie.

A continuación, presentamos algunas reflexiones sobre lo que averiguaron.

En el crecimiento de China hubo mucha improvisación

Durante los años de incertidumbre que siguieron a la muerte de Mao Zedong, el fundador de la República Popular China, los dirigentes chinos se esforzaron para decidir el rumbo a seguir. Era la década de los ochenta y el país todavía se estaba recuperando de décadas de inestabilidad política y económica.

Después de décadas de planes centralizados y control estatal de la economía que habían dejado a gran parte del país en una situación precaria, los funcionarios chinos sabían que debían intentar algo diferente. El problema era decidir qué sería más conveniente. La respuesta no era nada clara.

“La economía china ha crecido a un ritmo tan acelerado y durante tanto tiempo, que es fácil olvidar cuán reducidas eran las probabilidades de que experimentara esta metamorfosis para convertirse en una potencia global, y cuánto de su ascenso fue improvisado y se debió a acciones desesperadas”, escribe Philip Pan en el primer artículo de la serie China Rules.

La principal estrategia de los líderes chinos fue adoptar el capitalismo, si bien con cautela, y mantener un control estricto de la sociedad. El resultado: más de cuarenta años de crecimiento.

Quizá el mundo haya creído que podría cambiar a China, y en muchos sentidos sí lo ha hecho, pero lo cierto es que China también ha cambiado al mundo.

Ahora, la pregunta para China ya no es cómo competir, sino cómo seguir adelante en una era de hostilidad estadounidense que ha realineado la dinámica global? Al mismo tiempo que el presidente Xi Jinping impulsaba acciones más agresivas hacia el exterior e imponía controles más estrictos hacia el interior, el gobierno de Donald Trump decidió comenzar una guerra comercial que ha dejado a los países al borde de una nueva Guerra Fría.

Las posturas que Estados Unidos ha adoptado con respecto a China son las peores observadas en décadas

Cuando Henry Kissinger, el asesor del presidente Richard Nixon para asuntos de seguridad nacional, hizo un viaje secreto a Pekín en 1971, inauguró una era de relaciones entre Estados Unidos y China. La lógica detrás de esta decisión fue la idea de que más inversiones e intercambios comerciales serían beneficiosos para ambos países, pues harían más seguro a Estados Unidos y más próspera a China.

Sin embargo, esas décadas de relaciones ahora le han dado paso a una guerra comercial fomentada por partidarios de políticas restrictivas hacia China como Stephen Bannon, antiguo estratega del presidente Trump. Bannon consideraba que China es la mayor amenaza a largo plazo para Estados Unidos, y esa mentalidad ha influido en las decisiones de política pública de Trump.

Kissinger y Bannon podrían considerarse los dos extremos de la era de relaciones abiertas con China, señala Mark Landler, en un artículo que explora el tono cambiante de la diplomacia estadounidense en China.

El surgimiento de China ocurrió a pesar de su renuencia a adoptar la receta occidental para lograr el éxito económico y su ingrediente clave: la apertura, subrayan Keith Bradsher y Li Yuan. China logró crecer mediante reformas adoptadas en sus propios términos, que les dieron más libertades a las empresas, pero mantuvieron el control absoluto de elementos vitales de la economía.

Ahora, China ha comenzado a tomar medidas todavía más drásticas. El presidente Xi ha dado vuelta atrás en algunas de las reformas aplicadas durante décadas que el antiguo dirigente chino Deng Xiaoping aprobó para liberar a la economía de las muletas del control del Estado. Nuevas presiones internas y externas pondrán a prueba este modelo como nunca antes.

La presencia global de China va en aumento y Pekín desempeña un papel cada vez más asertivo en el mundo

Su relación con Estados Unidos quizá sea polémica, pero China se ha dedicado a promover su presencia en todo el mundo con el objetivo de conquistar una posición de dominio, justo cuando Estados Unidos se cierra cada vez más.

China ha financiado proyectos importantes de infraestructura desde Camboya hasta Sudáfrica, entre ellos, presas, puentes, puertos y plantas eléctricas. Algunos describen estas actividades como el Plan Marshall moderno, en referencia a la campaña de reconstrucción impulsada por Estados Unidos tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial que sentó las bases para muchas alianzas diplomáticas y militares perdurables.

La versión china, llamada Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, es más audaz, requiere más recursos e involucra más riesgos. Además de que intenta ganar nuevos aliados y desarrollar nuevos mercados, los proyectos con financiamiento chino están modificando los vínculos financieros y geopolíticos. El problema es que los costos, tanto para quienes reciben la ayuda como para China, pueden ser elevados. Además, con frecuencia se acusa a Pekín de aprovechar sus inversiones en infraestructura para engatusar a algunos socios, atraparlos en una red de deudas, y después quitarles sus activos.

Examinamos casi seiscientos proyectos que han recibido financiamiento de China desde hace una década y demuestran el alcance de la estrategia china a escala global.

Gracias a que China ha concentrado su atención en sus vecinos inmediatos, ya superó a Estados Unidos y se ubicó como el principal socio comercial en Asia. También proyecta poder a través de sus fuerzas militares en el mar de China Meridional, donde Xi ha ordenado el desarrollo de varias islas que son motivo de conflicto.

Todas estas situaciones generan inquietud en algunos países vecinos de China, pues les preocupa que vuelva a establecerse el antiguo sistema de tributos, escriben Jane Perlez y Peter S. Goodman en un ensayo que explora el alcance de China.

‘Hecho en China’ tiene un nuevo significado

China trazó un nuevo modelo de fabricación con el propósito de construir industrias de vanguardia que pudieran competir con los gigantes occidentales.

Está fabricando productos más complejos, como móviles y computadoras, a una enorme velocidad y una escala sin precedentes. No obstante, también fabrica todavía más de los productos baratos que se convirtieron característicos de su economía, como juguetes, paraguas y peines. “Hecho en China” ya no se refiere a un producto barato o que solo se ensambló en el país.

En contra de la sabiduría convencional sobre el desarrollo económico, China intenta hacerlo todo. El Partido Comunista le ha dado todo el respaldo financiero del Estado a estos proyectos.

Además de la manufactura, ha comenzado a involucrarse más en todo tipo de industrias.

En Hollywood, por ejemplo, China ahora tiene una gran influencia para definir cómo se le presenta en las películas, gracias a su creciente mercado de taquilla y el financiamiento de películas de primer nivel. Aprovecha ese poder para diseminar su narrativa global preferida y que forma parte de acciones más amplias del gobierno para presentar una imagen más amistosa y menos amenazante al mundo.

Xi ha enfatizado la necesidad de “contar bien la historia de China”.

En efecto, China también se aisló del internet que ve el resto del mundo y creó el suyo. Ahora, cuenta con las únicas empresas de internet del mundo equiparables a las estadounidenses en cuanto a su ambición y alcance. Todo se ha dado en un área del ciberespacio a la que no tienen acceso los gigantes de la web como Facebook y Google, y que está supervisada por censores.

Las empresas chinas desde hace mucho han imitado a las estructuras corporativas estadounidenses, pero sus empresas tecnológicas evolucionaron rápidamente y dejaron de copiar los éxitos de Silicon Valley para lograr grandes avances por su cuenta, desde los pagos móviles hasta innovaciones en las redes sociales. Ahora, la inspiración transita en ambos sentidos, pues las empresas estadounidenses aprenden de las chinas.



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