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La toma de posesión de AMLO: combate a la corrupción pero no perseguirá a los antiguos funcionarios

2018-12-02

Paulina Villegas

CIUDAD DE MÉXICO — Andrés Manuel López Obrador, el primer presidente de izquierda en la historia reciente de México, tomó posesión de su cargo este sábado dando pie a un reacomodo del terreno político de una nación que, durante casi un siglo, ha sido gobernada por un partido hegemónico.

López Obrador llega a la presidencia con una amplia base social, movilizada y anhelante, que acompaña su trayectoria política desde hace dos décadas. Con una ceremonia protocolaria, el exmandatario Enrique Peña Nieto entregó la banda presidencial a su sucesor quien tomó protesta y con ello inició oficialmente la llamada “cuarta transformación” de México.

“Estoy preparado para no fallarle a mi pueblo”, dijo desde la tribuna del Palacio legislativo en la capital del país. “Ese es mi compromiso, no tengo derecho a fallar”, sentenció tras un largo discurso en el que repasó sus compromisos y promesas, además de comentar algunas de las próximas acciones de su gobierno.

El acto simbólico también significa un cambio histórico de régimen político que se produce en un contexto de incertidumbre y recelo por parte de sus detractores, quienes ven con suspicacia al líder de izquierda, y en medio de la ola de popularidad que lo convirtió en el presidente más votado en la historia contemporánea del país.

En un tono frontal y crítico, el líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), tres veces candidato presidencial y ex jefe de gobierno de la Ciudad de México, no titubeó en marcar el momento de su investidura con una incisiva reprobación al gobierno saliente de Enrique Peña Nieto (del Partido Revolucionario Institucional), quien se va de Los Pinos como un líder con bajos índices de popularidad.

“Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo”, dijo durante la ceremonia. “Ésa es la causa principal de la desigualdad económica y social, y también de la inseguridad y de la violencia que padecemos”.

Atacado y temido por sus enemigos, admirado y exaltado por sus seguidores, López Obrador es uno de los personajes políticos más conocidos de México. El nuevo mandatario ha sido una gran figura de la oposición política y personifica las demandas de un electorado inconforme que exigió el fin del statu quo en las elecciones.

López Obrador toma las riendas de un país que enfrenta enormes desafíos como el auge de la violencia, la corrupción enraizada en la vida pública, y una reciente crisis migratoria en la que más de 6000 centroamericanos se encuentran varados en la frontera norte con Estados Unidos, mientras esperan asilo.

En materia de política exterior el escenario no es menos complejo. El nuevo gobierno tendrá que lidiar con Donald Trump, el presidente estadounidense que ha basado su plataforma política en una retórica xenófoba, antiinmigrantes y hostil hacia los mexicanos, ocasionando el deterioro y una tensión sin precedentes en las relaciones bilaterales.

En este contexto destacó la presencia de una comitiva numerosa de Estados Unidos, encabezada por la hija del presidente, Ivanka Trump y el vicepresidente Michael R. Pence, a quienes López Obrador agradeció su presencia antes que a cualquier otro mandatario.

Y al otro lado del espectro político, el presidente saludó a líderes de izquierda como Lenín Moreno, presidente de Ecuador, Evo Morales de Bolivia y Miguel Díaz-Canel de Cuba, así como Jeremy Corbyn, líder del partido laborista del Reino Unido.

La visita del mandatario de Venezuela Nicolás Maduro, quién canceló su asistencia al acto por motivos de seguridad, generó reacciones dentro del recinto legislativo. Los legisladores del Partido Acción Nacional colocaron una manta que decía “Maduro no eres bienvenido” y gritaron “¡Dictador! ¡dictador!”, cuando López Obrador hizo mención de su homólogo venezolano. Sin embargo, Maduro asistió a una comida en el Palacio Nacional junto a otros invitados a la ceremonia de juramentación.

El nuevo presidente resumió el mandato de su gobierno con la consigna de acabar con la corrupción y la impunidad. Pero también afirmó que no se realizarán persecuciones contra los antiguos funcionarios públicos.

“No es mi fuerte la venganza, no olvido, pero sí soy partidario del perdón y la indulgencia”, dijo en el Congreso mexicano, mientras argumentaba que será más eficaz cambiar y condenar al sistema económico neoliberal que perseguir y enjuiciar a sus personeros, una propuesta que ha generado críticas por parte de las organizaciones civiles.

En uno de los momentos más emotivos del acto, el discurso del mandatario fue interrumpido por un grupo de legisladores que empezaron a contar del uno al 43, en referencia a los estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en 2014. El emblemático caso es solo uno de entre tantos que se acumulan en la actual crisis de inseguridad y derechos humanos tras un sexenio que termina con mas de 120,000 muertos y 30,000 desaparecidos acumulados en la última década, lo que representará una prueba de fuego para el mandatario.

Sin embargo, durante los cinco ajetreados meses de su transición, López Obrador ya ha tomado decisiones controversiales como la creación de una Guardia Nacional militarizada, que contradice su promesa de campaña de sacar al ejército de las calles.

Por otra parte, la cancelación del megaproyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, profundizó la desconfianza entre aquellos sectores de la sociedad que, si bien no eran entusiastas de su candidatura, habían decidido darle el beneficio de la duda.

Durante su discurso en el Congreso, el mandatario reiteró esas acciones y su compromiso de gobernar “con los pobres primero”; además prometió, entre otras cosas, subir el salario mínimo, las pensiones, abrir universidades públicas, no aumentar los impuestos, bajar el precio de la gasolina e implementar una política de cero tolerancia para los actos de corrupción de los funcionarios de su gobierno.

También anunció una iniciativa de revocación de mandato que abre la posibilidad de que el presidente sea juzgado por cualquier delito aún estando en funciones. “Un buen juez, por la casa empieza”, dijo.

En la tarde, miles de mexicanos de todas las edades se reunieron en el centro histórico de la capital para celebrar, muchos de ellos por primera vez, la victoria de su líder político. “Todos los que estamos aquí creemos en él, porque es honesto”, dijo José Torres, de 73 años, quien junto con su esposa Graciela Torres esperó por más de cinco horas la llegada del nuevo mandatario. “En todos mis años nunca me había tocado ver a un presidente en el que yo creyera”.

El Zócalo de Ciudad de México, la principal plaza pública del país, fue el escenario de eventos culturales, bailes tradicionales y una ceremonia especial protagonizada por los representantes de los pueblos indígenas, quienes le entregaron un bastón de mando a López Obrador. “Luego de recibir el bastón de mando de los pueblos originarios de nuestra gran nación, reafirmo el compromiso de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo de México”, declaró el presidente.

Carolina Hernández, de 26 años, dijo estar convencida de que el cambio que viene es positivo. Hace un año decidió participar por primera vez en política en Zacatecas, el estado donde vive, y se unió como voluntaria al movimiento liderado por López Obrador.

“Creo en los principios básicos del proyecto, no robar, no abusar, no mentir, servir al prójimo no a sí mismos, y nunca lo había encontrado en ningún partido político”, dijo. “Por eso lo apoyo y lo celebro”.



JMRS
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