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El Estado Islámico resurge de sus cenizas

2019-01-02

Según estimaciones de la coalición internacional encabezada por Estados Unidos, el IS...

Por FRANCISCO CARRIÓN, El Mundo

"Hemos vencido al Daesh [acrónimo en árabe del Estado Islámico]", proclamó a finales de 2017 el entonces primer ministro iraquí Haidar al Abadi. Un año después, la organización que aún dirige Abu Bakr al Bagdadi está lejos de haberse desvanecido. Sus últimos efectivos, que aún se cuentan por varias decenas de miles, han cambiado de piel para convertirse en un grupo insurgente cuyas acciones siguen propinando dolorosos golpes a las fuerzas de seguridad y la población civil. "Las células durmientes del Daesh practican la guerra de guerrillas. Han perdido el control sobre el territorio y la posibilidad de alzar su bandera sobre edificios gubernamentales pero han optado por atacar objetivos civiles y militares con operaciones sorpresivas y puestos de control que despliegan fugazmente", relata a EL MUNDO Hisham al Hashimi, reputado experto en seguridad y asesor del Gobierno iraquí.

Una oleada de asesinatos, secuestros y coches bomba demuestran con crudeza el regreso del IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) a sus orígenes, cuando fue alumbrado como una costilla de Al Qaeda al calor de la invasión iraquí de 2003. "El IS ha completado su transición hacia una insurgencia clandestina en Irak. Ya no efectúa operaciones convencionales", confirma un informe reciente del departamento de Defensa estadounidense. "En Siria -agrega- continúa comportándose como una fuerza de combate híbrida, desempeñando el papel de soldados e insurgentes, en las zonas que permanecen bajo su control". El documento reconoce que el grupo yihadista, que llegó a controlar un tercio de Irak y vastas zonas de Siria, ha comenzado a "fortalecer sus células durmientes" con el propósito último de que sus remanentes actúen como "bandas criminales dispersas geográficamente". "Tras cerca de cuatro años de operaciones en su contra, el grupo ha perdido la condición de proto Estado que había logrado en Siria e Irak pero, a pesar de los reveses sufridos desde 2016, sigue siendo una institución insurgente altamente competente", advierte a este diario el experto en yihadismo Michael Smith.

Las saneadas finanzas del grupo terrorista

 Según estimaciones de la coalición internacional encabezada por Estados Unidos, el IS mantiene entre 20,000 y 30,000 militantes desperdigados a partes iguales en cada lado de la frontera. "En Irak la mayoría de sus miembros son ya locales que tienen la ventaja de conocer el terreno, el idioma y las costumbres", subraya el informe. "Emplean como escondites aldeas y zonas desérticas y montañosas, donde la sociedad es muy conservadora", desliza Al Hashimi. En Irak, los focos insurgentes se localizan en el centro del país, a lo largo del triángulo que forman las provincias de Saladino, Kirkuk y Diyala, y el oeste de Al Anbar, en la porosa frontera con Siria. En el país vecino, el grupo domina algunos reductos en el valle del Éufrates -precisamente próximo a Irak- y las inmediaciones de Palmira. A finales de noviembre firmó un ataque que segó la vida de 80 combatientes de las Fuerzas Democráticas Sirias, la coalición liderada por los kurdos y respaldada por Washington. Según la coalición, unos 2,000 extremistas se hallan atrapados en la zona.

El extinto califato ha perdido el lucrativo negocio de los campos petrolíferos pero se jacta de finanzas saneadas. Sus vías tampoco son nuevas y suponen un retorno a los años previos a la conquista de Mosul. "Han establecido impuestos y otras medidas de extorsión a particulares y empresas tras demostrarles que las fuerzas del orden no pueden garantizar su seguridad", arguye Al Hashimi. Los secuestros, el tráfico de drogas o los donativos también engordan sus arcas. Los bombardeos de la coalición continúan debilitando su organigrama. Uno de los últimos dirigentes en caer fue a principios de este mes Abu al Umarayn, involucrado en la decapitación de varios prisioneros, entre ellos, el estadounidense Peter Kassig. Pero los golpes han sido sistemáticamente respondidos con resiliencia y adaptación, reemplazando a los cazados por rostros de la cantera. "El líder máximo es aún Al Bagdadi pero el resto de la cúpula es difícil de identificar", indica a este diario Ayman al Tamimi, una institución académica en la historia y movimientos del grupo. Las unidades de seguridad, logística, inmigración o finanzas permanecen intactas y operativas así como la cohesión en torno a su caudillo.

Su núcleo duro ha sabido, además, explotar los errores y fallas de las fuerzas de seguridad así como la compleja situación geopolítica para rearmarse e incluso reclutar nuevos miembros. En opinión de Washington, los yihadistas han encontrado combustible para su estrategia en "la deslegitimación del régimen sirio, las divisiones sectarias en la sociedad siria y la enorme tarea de reconstruir un país arrasado por la guerra civil". En Irak, en cambio, su regreso a escena está alimentado por unas autoridades que -la propia coalición reconoce- siguen abonadas a la corrupción, la impunidad al tratar con la población civil y una gestión de la información "arcaica y centralizada" que compromete la seguridad de los operaciones. "Los ministerios de Interior y Defensa siguen aceptando sobornos y mantienen 'soldados fantasma', tropas que reciben su salario pero que, en la práctica, no se encuentran en servicio", admite el citado informe. "Se necesita librar la batalla de los servicios de inteligencia. Ignorar los errores de seguridad y no atajarlos no derrotará al enemigo", sugiere Al Hashimi.

Un ámbito sobre el que también se ciernen los nubarrones. "El IS está bien posicionado para reconstruirse y hacer que su califato resurja", alertan desde la coalición. En Siria, el presidente estadounidense Donald Trump anunció por sorpresa el pasado 20 de diciembre el inicio de la retirada de los alrededor de 2,000 efectivos presentes en el país alegando que la organización ha sido vencida. Una controvertida decisión que contradice la manifestada anteriormente por el Pentágono, que se comprometió a mantenerlos "mientras las tropas iraníes y sus milicias siguieran fuera de sus fronteras". 

En la patria de Sadam Husein, la situación no resulta más esperanzadora. La coalición pronostica que se necesitan "años sino décadas" para que el aparato de seguridad pueda ser autónomo y no requiera la ayuda de la alianza en las tareas de inteligencia, vigilancia o reconocimiento. Extramuros del califato, la organización presume todavía de una potente red de sucursales, desde Yemen o el Sinaí egipcio hasta Afganistán. "El IS ha evolucionado hacia un movimiento terrorista global que representa aún una amenaza por su capacidad de instigar a sus simpatizantes a perpetrar ataques", concluye Al Tamimi.



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