Internacional - Población

Los coches bomba castigan Mosul

2019-01-03

Bagdad festejó el fin de nueve largos meses de batalla por Mosul en julio de 2017 pero las...

Francisco Carrión | El Mundo

El Cairo.- La despedazada fachada del restaurante Abu Laila, con sus rótulos arrancados y su esqueleto huérfano de ventanas, asoma en un cruce de caminos del oeste de Mosul con la advertencia de una pesadilla que se resiste a morir. Hace un mes un coche bomba saltó por los aires junto al popular establecimiento, frecuentado por las fuerzas de seguridad iraquíes. Tres personas perdieron la vida y una docena resultó herida. El atentado, el primero registrado en el entramado urbano de la que fuera capital iraquí del califato desde la victoria militar sobre el autodenominado Estado Islámico, aterra a los decenas de miles de habitantes que han ido regresando a la urbe. "La situación no es estable. El despliegue de las fuerzas del orden no está bien calculado", se queja Abdalá al Nujaifi, un vecino de la villa que -consciente de las fallas de seguridad- vive aún a caballo entre Mosul y Erbil, la capital del Kurdistán iraquí.

Bagdad festejó el fin de nueve largos meses de batalla por Mosul en julio de 2017 pero las fuerzas de seguridad siguen cazando células durmientes agazapadas en la geografía de la segunda ciudad del país. Los agentes han descubierto, además, túneles y escondites que siguen empleando los últimos acólitos de Abu Bakr al Bagdadi. A finales de noviembre, sin ir más lejos, la inteligencia castrense arrestó a un militante que proporcionaba asistencia logística a la organización yihadista en el sur de la provincia de Nínive, cuya capital es Mosul. Horas antes, otra colaboradora fue detenida en un campo de refugiados por suministrar alimentos a células del IS. La incesante cadena de detenciones ha estado acompañada de acciones cada vez más osadas. En octubre, un vehículo cargado de explosivos reventó en un mercado de Al Qayara, a 60 kilómetros al sur de Mosul, cobrándose cinco vidas e hiriendo a 26 personas. El 22 de noviembre cuatro escolares murieron y otros siete resultaron heridos por la detonación de un artefacto explosivo cuando viajaban en un autobús en el barrio sureño de Al Shura.

"No hay que sembrar la alarma. Los errores suceden a veces. Hemos arrestado a los sospechosos y destruido sus madrigueras", replica a este diario Yehia Rasul, portavoz del comando de operaciones conjuntas del ejército iraquí. "El atentado contra el restaurante no significa que el IS esté de vuelta. Solo buscan aterrorizar a los habitantes de Mosul, crear conflictos y desestabilizar la recuperación pero van a fracasar", agrega el uniformado. Las cifras parecen reforzar sus tesis. Según la misión de asistencia de la ONU en Irak (Unami, por sus siglas en inglés), 41 civiles -8 de ellos en la provincia de Mosul- fallecieron el mes pasado en actos terroristas en todo el territorio iraquí, el balance más bajo desde que se iniciara el registro en noviembre de 2012.

Una invitación a la calma que contrasta, sin embargo, con los últimos avisos del Consejo de Seguridad del Kurdistán, preocupado por la resurrección del coche bomba como táctica de los yihadistas, los sabotajes al suministro eléctrico y la oleada de asesinatos de notables de pueblos cercanos a Mosul. "Los incidentes analizados en octubre muestran un regreso de los ataques con coches bomba en Kirkuk y Mosul. Se ha detectado al menos 40 artefactos explosivos improvisados contra vehículos, puestos de control, cuarteles de la Movilización Popular y personalidades locales", alertaba recientemente el organismo.

Al peligro se suma la precariedad de Mosul

"En general, la cooperación entre las fuerzas de seguridad y la población es positiva pero hay cierto temor", admite Mustafa al Jatib, activista y vecino de la ciudad. A la volátil situación de seguridad se suma la precariedad que aún padece Mosul, que litiga todavía por resarcirse las heridas de unas escaramuzas y unos bombardeos que redujeron su callejero a ruinas. "Las familias han escuchado la llamada del Gobierno y han empezado a regresar pero la ciudad está destruida y la partida asignada a su reconstrucción en el presupuesto iraquí resulta ridícula", denuncia Al Jatib, muy crítico con una inoperancia política que ya alimentó la irrupción del IS en junio de 2014.

En mitad de los escombros, solo las iniciativas personales han comenzado a restituir las tiendas y los restaurantes que jalonan el Tigris. "El Gobierno sigue sin garantizar los servicios. Hay escasez en el suministro de agua y electricidad, que funciona con interrupciones diarias. Faltan escuelas y hospitales porque casi todas las instalaciones quedaron arrasadas", se queja Al Nujaifi. Los daños que tres años de control yihadista propinaron a Mosul están aún lejos de quedar diluidos. "Hay que plantar cara al extremismo religioso, suní y chií. Debemos promover el pensamiento moderado y limpiar de corrupción las instituciones municipales", sugiere este vecino.



Jamileth