Internacional - Política

Las grandes potencias europeas ponen a Nicolás Maduro contra la pared: elecciones o aislamiento

2019-01-28

El presidente del Gobierno es perfectamente consciente de que un comunicado de la Alta...

Por PABLO R. SUANZES, El Mundo

Es complicado hablar de escalada o de subida de tono por parte de la UE cuando hay otros miembros de la comunidad internacional que han reconocido ya a Juan Guaidó o que piden en Naciones Unidas la desconexión de Venezuela del sistema financiero internacional hasta que Nicolás Maduro dé un paso al lado, pero la Unión Europea, a su manera, hizo exactamente eso el jueves. 

La proclamación de Guaidó, coordinada con EU, pilló desprevenidos a los 28, que apenas unas horas antes, en Bruselas, habían vuelto a apostar por crear una mesa de diálogo con países europeos y latinoamericanos para facilitar las conversaciones entre la oposición y el régimen bolivariano. La respuesta inicial, por escrito y demasiado tibia para sus críticos, advertía a Maduro contra el uso de la violencia y apostaba por la Asamblea Nacional como único organismo verdaderamente democrático y legítimo. Había ánimos y simpatía, pero no se ponía oficialmente de parte de Guaidó. No había reconocimiento como presidente del país. 

Menos de 72 horas después, el lenguaje es ahora claramente más duro, las advertencias más definidas y hay, esta vez sí, un ultimátum firme, el adelantado por este periódico y ratificado por Sánchez en la mañana de este sábado: ocho días de plazo para convocar elecciones o enfrentarse al aislamiento internacional. 

El presidente del Gobierno es perfectamente consciente de que un comunicado de la Alta Representante, sin dar siquiera la cara, no basta. Eso no sirve en el mundo de hoy ni para llegar a los ciudadanos ni para presionar a los dirigentes. Por eso hoy, de forma coordinada, los Gobiernos de España, Francia, Reino Unido y Alemania han salido a la palestra para certificar una nueva realidad. "El pueblo venezolano debe poder decidir libremente su futuro. Sin un anuncio de elecciones en ocho días, estaremos listos para reconocer a Juan Guaidó como presidente en funciones de Venezuela para liderar un proceso político", ha avisado Emmanuel Macron casi al mismo tiempo que comparecía Sánchez en Moncloa.

El mismo texto, palabra por palabra, lo hizo suyo la portavoz alemana Martina Fietz en un mensaje en Twitter.

Más tajante fue el británico Jeremy Hunt incluso diciendo que "Maduro no es el líder legítimo de Venezuela" y que "Guaidó es la persona adecuada" para hacerse con las riendas. Y así será reconocido en ocho días si no hay, como todos asumen, anuncio electoral.

Llega el ultimátum 

Entre los 28 había ciertas reticencias, pero los cuatros grandes (sin Italia) han optado por marcar el ritmo y arrastrar al resto. Primero a nivel diplomático y después, al máximo nivel político. Con los mensajes de las capitales y con un segundo comunicado firmado por Federica Mogherini en nombre de todos. La narrativa desde Bruselas es la misma de las últimas semanas y meses. La UE reitera que las elecciones presidenciales del pasado mayo en Venezuela "no fueron libres, justas ni creíbles, y despojaron a Nicolás Maduro de legitimidad democrática", por lo que "el país necesita urgentemente un gobierno que represente la voluntad del pueblo venezolano", dice el documento. 

Para ello, los 28, tras limar asperezas internas y vencer las reticencias de capitales como Atenas o Viena, en las antípodas ideológicas pero ambas con oídos abiertos a las quejas de Moscú, la UE reitera "su total respaldo a la Asamblea Nacional, que es la institución democrática legítima de Venezuela, y cuyos poderes deben ser restablecidos y respetados, incluyendo las prerrogativas y protección de sus miembros" y reafirma su "profundo convencimiento de que una solución democrática inclusiva y pacífica es la única salida sostenible de la actual estancamiento político y la grave crisis social que éste ha provocado".

Hasta ahí, ninguna gran novedad. Sin embargo, y siguiendo la posición fijada el viernes por los embajadores en Bruselas, llega el ultimátum: "la UE reclama encarecidamente la celebración de elecciones presidenciales libres, transparentes y creíbles de acuerdo con los estándares democráticos internacionales y el orden constitucional venezolano" y "en ausencia de anuncio para la organización de nuevas elecciones con las garantías necesarias en los próximos días, la UE tomara más acciones, incluyendo la cuestión del reconocimiento del liderazgo en el país en línea con artículo 233 de la Constitución venezolana".

Un camino incierto

En la UE, el lenguaje lo es todo. Hay peleas de días o semanas por una coma y un adverbio. Dada la retórica encendida que se ve en América, el comunicado comunitario parece poco, pero es una obra de orfebrería diplomática que ha superado muchas trabas y no es todo lo contundente que puede ser un papel de los 28, pero casi. Eran varios los países que no querían ir tan lejos, no querían comprometerse, sino "estudiar otras medidas" pasados esos ochos días. Pero superados esos recelos, la UE da un paso más y a pesar de la vaguedad de los términos deja claro que Guaidó pasará a ser su interlocutor si el régimen bolivariano no cede.

¿Qué ocurre después? Eso nadie lo sabe en la UE. Creen que el paso era ya innegociable, que se ha tendido la mano durante muchísimos meses y Maduro ha cogido el brazo. El camino es incierto y lleno de riesgos, creen embajadores y ministros comunitarios, pero la alternativa, el esperar como hasta ahora, ha demostrado ser inútil. Se pueden poner en marcha de forma inmediata, o casi, sanciones más duras contra los todavía dirigentes bolivarianos, congelando cuentas o impidiendo viajes. Puede haber represalias diplomáticas y comerciales, algo que hasta la fecha se había evitado para "no dañar a una población ya muy afectada".

La UE no está lista para el siguiente paso, y no lo estaba siquiera para éste, pero arrastrada por la realidad, no tiene más remedio que ponerse las pilas y reaccionar. Bastantes dudas hay ya sobre su capacidad de influencia en el mundo como para mirar, una vez más, como el resto del mundo actúa sin coordinar, sin preguntar y sin valorar siquiera la opinión europea.



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