Comodí­n al Centro

El poder de la bisagra

2016-06-30

Muy probablemente el PRD seguirá cayendo, pero es razonable suponer que su base territorial...

JORGE ZEPEDA PATTERSON, El País

La decisión sobre el líder de la izquierda mexicana será decisiva para las elecciones

El próximo presidente de México no será un miembro del PRD, pero muy probablemente sea este partido quien defina el nombre del ganador. El poder de la bisagra, que dicen.

Y es que las elecciones presidenciales de México en 2018 podrían estarse decidiendo en los próximas días, sin que nos hayamos percatado. Tras la renuncia de Agustín Basave a la presidencia del PRD, este partido de izquierda tendrá que elegir sucesor entre miembros que se debaten entre dos tendencias contrapuestas: aquellos que se inclinan por la posibilidad de continuar haciendo alianzas electorales con el PAN, el partido de la derecha, y aquellos que las repudian y exigen el retorno a las banderas originales de la izquierda. A mi juicio, el resultado de este pulso podría definir al triunfador en las próximas elecciones presidenciales.

¿Por qué? Básicamente porque pese a la debacle que experimenta el partido que alguna vez representó a la izquierda, aún está en posibilidades de alcanzar un porcentaje de votos suficiente para llevar a Los Pinos a los dos posibles rivales del PRI en el 2018: Andrés Manuel López Obrador de Morena, por un lado, o al candidato panista cualquiera que este sea.

Los resultados de las elecciones de junio pasado son reveladoras. Las dos agrupaciones de izquierda alcanzaron el 34% de los votos sufragados, dos puntos más que el PRI y cinco por encima del PAN. El problema para la izquierda es que este 34% representa la suma de dos organizaciones que actualmente se odian: Morena obtuvo 20% y PRD 14 (ciertamente se trataba de una elección acotada a doce entidades que elegían gobernador, pero es una muestra por demás aleccionadora).

Muy probablemente el PRD seguirá cayendo, pero es razonable suponer que su base territorial y el peso de su marca en las boletas puedan otorgarle al menos un 8 % del electorado, quizá un poco más. Suficiente para convertirse en una cifra decisiva para desempatar lo que seguramente será una contienda reñida entres las tres grandes fuerzas políticas que se repartirán el pastel electoral: PRI, Morena y PAN. Desde hace varios sexenios las elecciones presidenciales son ganadas por márgenes que rondan un 5 %, y en ocasione aún menos, sobre el inmediato perseguidor. Esto convierte a los partidos bisagra capaces de acercarse a este monto en fuerzas decisivas en la contienda. Y sin duda, en 2018 el PRD es el candidato idóneo para cumplir esta función.

Después del desencanto con los gobiernos panistas de 2006 2012, y la frustración que ha provocado el regreso fallido del PRI (las encuestas de reprobación al presidente Peña Nieto son históricas), parecería ser el momento de López Obrador. El ascenso de Morena así lo revela. Pero los anticuerpos que genera el tabasqueño también son formidables. En todo caso, se ve muy difícil que logre un triunfo si el voto de la izquierda se divide.

López Obrador ha dado muestras una y otra vez de que el PRD, organización a la que renunció, es su pluma de vomitar. Pero esto cambiaría si asume la presidencia del partido una corriente favorable a su candidatura. De hecho, no es casual que algunos cuadros lopezobradoristas sospechosamente nunca abandonaron al partido en la emigración a Morena. Esperaban este momento.

Las tribus que han gobernado al PRD probablemente preferirían ser cabeza de ratón en su partido bisagra, esperando vender caro su amor al PAN, que convertirse en cola de León bajo el liderazgo exigente y absoluto de López Obrador. Pero no son pocos los militantes que encuentran aberrante una alianza electoral con una derecha que sostiene banderas ideológicas opuestas a las que alguna vez les llevaron a militar en el partido de la revolución democrática.

En uno u otro sentido la contienda habrá de dilucidarse en las próximas semanas, y con ella las posibilidades de la izquierda de ser el contendiente a vencer o un mero espectador de la batalla que se avecina.



JMRS