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El imperativo moral de AMLO y el silencio de Cárdenas

2018-08-10

Antes de que

Jorge Carrasco Araizaga | Proceso


Ahora que se ha desempolvado la historia negra de Manuel Bartlett, el principal protagonista de hace 30 años ha guardado silencio, Cuauhtémoc Cárdenas.

Antes de que “se cayera el sistema” del conteo de votos, el ingeniero ya había dado la puntilla al viejo régimen del PRI que décadas atrás había ayudado a construir su padre, el general Lázaro Cárdenas.

El alegado fraude que dio la Presidencia de la República a Carlos Salinas no se pudo probar porque las evidencias fueron quemadas en 1992, con el aval de PAN y PRI.

Ahí se marcó el carácter de la alternancia entre lo que después se conoció como el PRIAN y que tomó más forma durante el gobierno de Ernesto Zedillo, quien entregó la Presidencia de la República al PAN. Fueron 24 años (Zedillo, Fox, Calderón y Peña) en los que el PRIAN se intercambió los hombres clave del gobierno. José Antonio Meade, el reciente candidato presidencial del PRI, es el más vivo retrato de ese intercambio.

En el centro de la polémica de hace tres décadas quedó el ahora senador Manuel Bartlett y próximo director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), designado por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador.

Bajo el gobierno de Salinas, Cárdenas fue objeto de una intensa guerra sucia en la prensa y de persecución a sus seguidores. Cientos de ellos fueron asesinados. Cárdenas se convirtió en el líder natural de la izquierda. Aglutinó y creó un partido, el PRD. Por eso fue candidato presidencial dos veces más.

Pero sus desastrosas campañas políticas apenas le dieron para ganar el gobierno del entonces Distrito Federal, en 1997. Ahí también hizo historia porque desde entonces la izquierda ha gobernado la Ciudad de México, aunque con Miguel Ángel Mancera aquélla quedó tan desdibujada que el exjefe de gobierno capitalino será senador por el PAN.

Al apostar por la vida partidaria, Cárdenas se ahogó en la burocracia. Algo pasó que el ingeniero perdió fuerza. Cuando Vicente Fox ganó en el 2000, dijo que se trataba de una desgracia para la democracia. Pero al final de ese sexenio, aceptó participar en la Comisión del Bicentenario, encargada de organizar los 100 años de la Revolución y los 200 de la Independencia.

En la elección de 2006 decidió no apoyar la candidatura de López Obrador y mucho menos se pronunció ante los alegatos de fraude en contra del candidato del PRD para darle el triunfo a Felipe Calderón.

Años después, en abierta contraposición hacia López Obrador, Cárdenas aceptó trabajar para Mancera como coordinador de Asuntos Internacionales del gobierno local.

A diferencia de Cárdenas, López Obrador optó por la movilización social y no sólo por la vida partidaria, primero en el PRD y luego con Morena. Apenas el tabasqueño ganó las elecciones, Cárdenas se presentó en la casa de campaña de López Obrador. Fue un saludo obligado, pero hasta ahora el presidente electo no ha anunciado cargo alguno para Cárdenas o sus hijos. Se esperaba que ocurriera en Pemex, pero no pasó.

López Obrador pudo capitalizar el descontento de décadas, incluida la lucha de Cárdenas. De ahí su deuda moral con él. Pero por lo menos desde hace tres sexenios han ido por caminos contrapuestos.

López Obrador fue declarado presidente electo de México este miércoles 8 de agosto. En su discurso de recepción de la constancia como ganador, habló de la división de poderes, del fin de los fraudes electorales, de la construcción de un Estado democrático de derecho, e insistió en que combatirá la corrupción, la violencia y la pobreza.

Discurso de triunfo. Es un imperativo moral que lo haga o, por lo menos, avance en esas tareas, aunque la sociedad aún espera saber, bien a bien, la verdad de capítulos como el de 1988. Es una deuda y parte de una verdadera transición democrática.


 



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