Entre la Espada y la Pared

Ciudades y terrorismo

2018-08-20

Casi dos décadas después, seguimos buscando respuestas, y los factores atractivos y...

DIEGO MURO | Política Exterior


Los planes estratégicos para contrarrestar y prevenir el extremismo violento en el ámbito local deben desarrollarse en las ciudades donde toma forma el extremismo internacional.

Los atentados terroristas en Madrid (2004), Londres (2005), Oslo (2011), París (2015), Bruselas (2016), Niza (2016), Berlín (2016), Manchester (2017) o Barcelona (2017) –por citar solo algunos– han demostrado el daño que el extremismo violento puede causar a la cohesión de las sociedades europeas. Además de la división entre comunidades, estos ataques mortíferos han causado muertes, heridas, estrés emocional y costes económicos a los Estados europeos, sin mencionar la pérdida de confianza pública en las autoridades.

Tras el atentado del 17 de agosto de 2017 en Barcelona, los especialistas han debatido sobre la eficacia de las fuerzas de seguridad y los problemas de coordinación entre los diferentes niveles de gobierno. Desde el nivel local hasta el regional e incluso nacional, los altos funcionarios se preguntan cómo llegan estos individuos a radicalizarse hasta el extremismo violento o si se podrían haber evitado los ataques.

Con el tiempo, los ciudadanos recibirán información más detallada sobre la red que organizó los atentados del 17 de agosto y sobre si los protocolos y mecanismos establecidos funcionaron como debían. Habrá que hacer un balance social y de seguridad una vez que se publique toda la información sobre los ataques, reivindicados por Daesh. Es probable que el aspecto local de los atentados se convierta en un elemento clave a la hora de revisar la política oficial. Los miembros de la célula terrorista se radicalizaron en su ciudad natal, Ripoll, y llevaron a cabo sus ataques en Barcelona y Cambrils, donde mataron a 16 civiles inocentes e hirieron a más de 100.

Este artículo se divide en tres secciones. La primera aborda brevemente el estudio convencional de la radicalización, un término utilizado para definir el proceso mediante el cual un individuo o un grupo considera la violencia como un medio de acción legítimo, y sugiere que “extremismo violento” es un término más apropiado. La segunda examina la amenaza del extremismo violento en las ciudades de Europa occidental. Es importante destacar que, en la mayoría de los casos, los recientes atentados terroristas en ciudades europeas los cometieron terroristas locales que no habían viajado a zonas de combate para entrenarse y que utilizaron equipos y tecnología rudimentarios para sembrar el terror en las sociedades de acogida. La tercera sección analiza el papel de los centros urbanos en la prevención y en la lucha contra el extremismo violento. Por último, el artículo concluye que las ciudades se encuentran en la primera línea de batalla contra la radicalización y que son centros en los que debe aplicarse la fórmula de “pensar globalmente y actuar localmente”.

Radicalización

El problema de la radicalizaciónha sido ojeto de estudio para los expertos en violencia política, que han intentado identificar cómo y por qué, desde la década de los setenta, algunos individuos optan por el activismo y el terrorismo. Los atentados de Madrid y Londres en 2004 y 2005 –inspirados por Al Qaeda– plantearon de nuevo la cuestión de la radicalización. A diferencia de los autores del 11-S, estos atacantes no vinieron del extranjero, sino que eran individuos que habían nacido y crecido en Europa. ¿Cómo llegaron a recurrir al terrorismo y a volverse contra sus propios conciudadanos? ¿Por qué se sintieron atraídos por ideologías extremistas? ¿Qué los hizo vulnerables a los reclutadores? Algo, se suponía, debió de provocar que un individuo “normal” se convirtiera en terrorista.

Tras los atentados en Madrid y Londres, se introdujo en los debates públicos sobre terrorismo el nuevo concepto de radicalización. Se suponía que el uso del término “radicalización” era clave para arrojar luz sobre el proceso a través del cual los individuos recurren a opiniones, puntos de vista e ideas que los llevan a cometer actos terroristas. El término pronto se convirtió en el santo grial de los esfuerzos de lucha contra el terrorismo europeo (y más tarde mundial). Originalmente, fue acuñado por una comunidad epistémica, el Grupo de expertos de la Comisión Europea sobre Radicalización Violenta, que define la radicalización como “socialización en el extremismo que se manifiesta en el terrorismo”.

Casi dos décadas después, seguimos buscando respuestas, y los factores atractivos y repulsivos que representan la radicalización siguen aumentando. Entre los científicos no hay consenso sobre las razones por las que los individuos se convierten en terroristas y no se ha identificado un único camino de radicalización. Se han reconocido diferentes factores, desde la ideología y la religión hasta la situación socioeconómica y las características personales y culturales, pero no hay consenso sobre su secuencia exacta y sobre su importancia relativa. Además, las diferentes trayectorias personales en el terrorismo y en los entornos nacionales, regionales y locales impiden un enfoque universal y uniforme.

El principal problema en la investigación sobre la radicalización es que olvida un punto esencial: todos los terroristas son radicales, pero no todos los radicales son terroristas. De hecho, la llamada “agenda de la radicalización” emplea indistintamente términos como “radicalización” y “radicalización violenta” y da a entender que existe una relación íntima entre los dos. Algunos autores se refieren a la radicalización violenta como un proceso que implica comportamientos violentos concretos, mientras que otros sostienen que aceptar ideas que excusan o justifican la violencia es un indicador de radicalización violenta. Por el contrario, Gilbert Ramsay argumenta que muchos investigadores sobre terrorismo dudan sobre estos dos conceptos debido a las conexiones que establecen entre ideas problemáticas y comportamientos ilegales. Está claro que hay una distinción fundamental entre los que están predispuestos, retóricamente hablando, a participar en la violencia política y los que están predispuestos a participar en el activismo político en general. Además de sugerir un falso mecanismo de causa-consecuencia entre las ideas radicales y el comportamiento radical, el modelo de “radicalización” tiene poder explicativo, pero no predictivo.

Por último, estamos atrapados en una terminología (“radicalización”), que algunos ponen en duda, carece de datos y es imprecisa conceptual y operativamente. Tal vez sería más apropiado hablar de “extremismo violento”, término que “hace referencia a las creencias y acciones de las personas que apoyan o usan la violencia –motivada ideológicamente– para perseguir posturas radicales, ideológicas, religiosas o políticas”. La ventaja del concepto de extremismo violento es que criminaliza el comportamiento y no el pensamiento político, sea o no radical. La distinción es crucial, porque las ideas radicales no son un crimen, mientras que la promoción o el apoyo a los grupos violentos que trabajan fuera de la ley sí que lo es.

La amenaza del extremismo violento en las ciudades europeas

Me centraré a continuación en las causas y factores del extremismo violento en las ciudades europeas. Independientemente de que se considere extremismo violento o violencia política, queremos saber quién se convierte en terrorista y, más importante, qué se puede hacer al respecto. Lamentablemente, no existen explicaciones específicas para el terrorismo salafista-yihadista. Las investigaciones indican que no hay una única causa para explicar el terrorismo y que no existe un vínculo directo entre movilizaciones sociales, políticas, religiosas y afiliación al terrorismo. Los estudios sobre la radicalización han sacado a la luz un fenómeno multifactorial que incluye la exclusión, la discriminación, el sectarismo, etcétera. En consecuencia, ¿qué significa todo esto para los terroristas? ¿Quién se une a las filas del yihad?

Los que atacan ciudades europeas son terroristas locales, “lobos solitarios” o retornados. Los retornados representan la mayor amenaza, porque han adquirido experiencia de combate sirviendo al autoproclamado Califato como combatientes extranjeros. Por el contrario, los terroristas locales y los lobos solitarios a menudo carecen de entrenamiento con armas, pero han demostrado que son capaces de causar daño y propagar el miedo con coches, camiones y simples cuchillos. Por último, los nuevos yihadistas no son recrutados entre musulmanes, sino entre una pequeña minoría: los salafistas. El salafismo es una facción muy conservadora del islam que se opone a los valores de las sociedades occidentales (democracia, igualdad, derechos humanos). Además, el salafismo separa a los creyentes de los no creyentes y ofrece un sentido de comunidad a aquellos que se someten a este movimiento ultraconservador que amenaza nuestras calles y barrios.

Los fundamentos del terrorismo yihadista son a la vez internacionales y nacionales. En el ámbito internacional, el objetivo (o más bien la fantasía) de crear con éxito un Estado salafista que crezca en el corazón de Oriente Medio es un imán para los foreign fighters, y un faro para los yihadistas de todo el mundo. Este objetivo ha atraído a más de 20,000 combatientes de más de 90 países al “yihadismo internacional”. En el ámbito nacional, debe reconocerse que el proceso tiene orígenes socioeconómicos, especialmente en Europa occidental, lo que no significa que todos los extremistas violentos compartan una característica demográfica o socioeconómica. Sin embargo, la mayoría de los yihadistas salafistas han surgido de la segunda generación de inmigrantes que no se identifican con las sociedades occidentales donde nacieron y crecieron.

En el ámbito local, los terroristas deben ser el eje prioritario de la lucha contra el terrorismo, y los simpatizantes deberían ser objeto de medidas preventivas. El terrorismo yihadista está inextricablemente unido a una contracultura extremista, una “escena” o un “medio radical” en el que se recluta a los simpatizantes, los partidarios y los miembros. No todos los salafistas se convierten en yihadistas, pero la fórmula inversa –que casi todos los yihadistas europeos son salafistas o cercanos a ellos– es correcta.

Una respuesta local al extremismo violento

Hay al menos cuatro razones por las cuales las ciudades deben desarrollar medidas locales contra el terrorismo con el fin de responder a la ciudadanía, que demanda comunidades locales más seguras. En primer lugar, la motivación clave para una respuesta local al extremismo violento es que la amenaza del terrorismo se refleja muy a menudo en el ámbito local. Las causas fundamentales o las reivindicaciones que originan la violencia política pueden ser nacionales o internacionales, pero a menudo afectan a las ciudades, donde vive el 75% de los ciudadanos europeos. En resumen, se necesita una respuesta local porque la amenaza es fundamentalmente local. Los atentados terroristas en ciudades europeas se han convertido en acontecimientos frecuentes y han dejado de ser algo que sucede “allí”. Los recientes ataques en Barcelona indican claramente que las ciudades europeas deben actualizar e intensificar sus esfuerzos para contrarrestar y prevenir la radicalización violeta yihadista salafista.

En segundo lugar, los representantes locales gozan de un nivel de confianza mayor que el gobierno. Los alcaldes, por ejemplo, suelen tener más credibilidad que las instituciones estatales, que a menudo son criticadas por su falta de proximidad a los ciudadanos y por aplicar planes nacionales que descuidan los contextos locales. Además, los ciudadanos no esperan solo que las iniciativas contra el terrorismo castiguen a los responsables, sino también que eviten nuevos atentados. Estas medidas requieren que haya confianza entre las autoridades y las comunidades locales. Si nos interesa la participación ciudadana y deseamos fomentar el sentido de solidaridad y proximidad comunitaria típicos de las ciudades, es necesario desarrollar una red de actores con los mismos objetivos. En efecto, la confianza y el capital social son esenciales para pasar de “luchar contra” el terrorismo a “prevenirlo”.

En tercer lugar, dado que el extremismo violento es local, el problema debe tratarse desde el nivel de gobierno más próximo: el local. Esta línea de razonamiento, que exige una respuesta municipal, es consecuente con el principio de subsidiariedad, que apoya la descentralización de la resolución de conflictos. De momento, los gobiernos centrales controlan firmemente la lucha contra el terrorismo, pero la violencia indiscriminada afecta principalmente a las autoridades locales. Por lo tanto, existe un desequilibrio que debe resolverse mediante la delegación de poderes y la distribución de los recursos adecuados. No es necesario recalcar que estas estrategias, aplicadas localmente, no pueden descuidar las iniciativas nacionales y supranacionales.

En cuarto lugar, las autoridades locales conocen mejor a sus comunidades. No hay otro nivel de administración pública con mejor conocimiento de sus calles y barrios que los profesionales locales y sus representantes. Cuando están en el punto de mira áreas sensibles o peligrosas, grupos vulnerables o que presentan rasgos antisociales, no hay otro nivel de gobierno mejor preparado para determinar dónde residen los problemas que las autoridades locales, que tienen contacto cotidiano con la realidad sobre el terreno.

Alcaldes, líderes municipales y representantes de las autoridades locales están haciendo esfuerzos para empoderar a las administraciones municipales ende la Unión Europea y desarrollar medidas locales sin ideologías y con una perspectiva pragmática. Dado que cada vez más ciudadanos consideran que el terrorismo es un problema fundamental, los centros urbanos han aprobado planes de acción locales y están a la vanguardia de la lucha contra el extremismo violento.

Conclusión

El yihad global se asemeja al dios romano Jano, que tiene dos cabezas: una global y una local. El objetivo global del movimiento yihadista es eliminar a los enemigos que amenazan al islam suní, incluyendo a chiíes y cristianos. Por el contrario, el objetivo local, especialmente en manos de Daesh, es consolidar un protoestado en Siria e Irak y dirigir o inspirar ataques contra los centros urbanos occidentales. Es probable que el autoproclamado Califato sea derrotado a corto plazo, pero esto no supone el final del movimiento yihadista. Para derrotar verdaderamente al yihadismo se necesitaría un compromiso sostenido con las ideas políticas, los conflictos y las divisiones sociales que le dan repercusión. Especialmente en el caso de Europa que, según Peter Neumann, se enfrenta al comienzo de una nueva oleada de terrorismo que la tendrá ocupada durante una generación.

Muchas ciudades europeas han compartido sus experiencias locales y sus mejores prácticas para combatir el extremismo violento en el ámbito local. Organizaciones como Strong Cities Network o el Foro Europeo de Seguridad Urbana, ayudan a otros centros urbanos a identificar los componentes esenciales para planificar la acción local contra el extremismo violento, que puede dirigirse tanto contra movimientos de izquierdas y de derechas, como contra grupos yihadistas salafistas. Uno de los objetivos de este artículo era debatir sobre las limitaciones de los modelos actuales y sugerir maneras de dotar a las ciudades europeas de los medios para hacer frente a un contexto de emergencia y ataques ocasionales. De hecho, la capacidad de las ciudades resilientes para sobrevivir, adaptarse y crecer después de un atentado terrorista y enfrentarse al futuro depende no solo de los representantes elegidos sino también de todos los individuos, comunidades, instituciones y empresas de la ciudad. Es en las ciudades europeas donde los extremismos internacionales toman forma con discursos de odio, redes de reclutamiento, células radicales y atentados terroristas, y es también en las ciudades europeas donde deben abordarse los planes estratégicos para contrarrestar y prevenir el extremismo violento en el ámbito local.



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