Ecología y Contaminación

¿Por qué un informe científico puede hacer fracasar la cumbre contra el cambio climático?

2018-12-14

Un informe ocupa el centro de todas las miradas, y de muchas de las negociaciones, en la cumbre del...

Por MANUEL PLANELLES, El País

Un informe ocupa el centro de todas las miradas, y de muchas de las negociaciones, en la cumbre del clima de la ONU, que este año se celebra en la ciudad polaca de Katowice. Hasta el punto de que la reunión, en la que participan representantes de casi 200 países (muchos de ellos ministros) y que debería terminar este viernes, está atascada. Por un lado, se negocian las reglas para el desarrollo del Acuerdo de París, que se empezará a aplicar a partir de 2020; por otro, se intenta sacar adelante una declaración de carácter más político que interpele a los países a ser más ambiciosos en la lucha contra el cambio climático para impedir el incremento constante de los gases de efecto invernadero. Y ese informe (que se basa en más de 6,000 artículos y referencias científicas) es la piedra angular de esa declaración política, porque deja claro que los países deben reducir un 45% sus emisiones en una década. Justo lo contrario de lo que la economía mundial está haciendo ahora, que es aumentar sus gases de efecto invernadero.

El documento fue elaborado por el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, por sus siglas en inglés) y detalla los riesgos a los que se enfrenta el planeta si la temperatura supera de media los 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales (ahora ese aumento está ya en un grado). Pero no solo señala qué ocurrirá, sino qué se debe hacer para impedir que se supere la barrera del 1,5: se necesita una “revolución”, en palabras de la vicepresidenta del IPCC, Thelma Krug. Y algunos países (cuyos gobernantes coquetean con el negacionismo) no están dispuestos a asumir fácilmente unas conclusiones que abogan por recortes drásticos en las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030, a la vuelta de la esquina.

“EE UU y Arabia Saudí están poniendo en duda la sustancia de ese informe”, se lamenta el ministro de Ambiente y Energía de Costa Rica, Carlos Manuel Rodríguez. Esos dos países (a los que se unen Rusia y Kuwait) son la cabeza visible de la resistencia. Al otro lado están la Unión Europea —con España incluida y muy activa— y un importante número de países en desarrollo, que piden más ambición en las políticas climáticas. Rodríguez critica el papel desarrollado por China que, pese a que ya es el mayor emisor de gases de efecto invernadero, no “está mostrando un liderazgo”.

La necesidad de ese informe del 1,5 está incluido dentro del Acuerdo de París. Pero cuando aquel pacto se firmó en 2015 el mundo era distinto. Y Barack Obama, expresidente de EE UU, y Xi Jinping, presidente chino, se aliaron con la Unión Europea para sacar adelante un pacto ambicioso.

Durante años, las negociaciones climáticas (la cumbre de Katowice es la número 21 de las celebradas bajo el paraguas de la convención marco de cambio climático de la ONU) apuntaban a que la meta debía ser limitar el incremento de la temperatura a 2 grados. Pero en París se fue más allá. Y se fijó este objetivo: “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales” y “proseguir los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados”.

"El 1,5 no se introduce hasta París", apunta David Howell, experto en negociaciones climáticas de SEO/Birdlife. Y se hace gracias al compromiso de Obama y compañía y a las presiones de los países que están, casi literalmente, con el agua al cuello: las pequeñas islas del Pacífico amenazadas por la subida del nivel del mar. "No estamos preparados para morir y Maldivas no tiene ninguna intención de morir; no vamos a ser las primeras víctimas de la crisis climática", advertía esta semana en Katowice el expresidente de este pequeño país, Mohamed Nasheed.

"Había poca literatura científica sobre el 1,5", recuerda Howell sobre el momento en el que en 2015 se cierra el Acuerdo de París. Es decir, las consecuencias y —sobre todo— las medidas que hay que tomar para no superar los 2 grados estaban muy estudiadas por los científicos y existían informes del IPCC, que es el órgano asesor de la ONU. Pero no ocurría igual con la meta más ambiciosa. Así que se buscó una alternativa: los casi 200 países incluyeron una cláusula en el pacto por la que se encargaba ese informe específico sobre el 1,5 al IPCC para que lo presentara este 2018.

Y así lo hizo en octubre el IPCC. Ya en ese momento, cuando los científicos tuvieron que negociar con los 200 países el resumen ejecutivo del informe, EE UU (ahora gobernada por Trump) y Arabia Saudí mostraron sus pegas y obligaron a introducir notas a pie de página con su disconformidad.

En la primera reunión multilateral tras la presentación del informe en octubre, la del G20 en Argentina, el informe salió a relucir. Se incluyó en la declaración final que los países tomaban “nota” del documento. Y de nuevo EE UU obligó a introducir una nota en la que recordaba su intención de salir del Acuerdo de País, algo que no se puede consumar hasta 2020.

En los textos propuestos este viernes para la declaración final de la cumbre de Katowice se opta por la misma fórmula. Pero se cuantifica el esfuerzo necesario para cumplir con la meta del 1,5. En la declaración que acompaña el Acuerdo de París se calculaba que para cumplir el objetivo de los 2 grados, en 2030 las emisiones mundiales debían rondar las 40 gigatoneladas, lo que supone un recorte del 25% respecto al momento actual. Para cumplir con la meta del 1,5 (según el último borrador de la cumbre de Katowice), el recorte deberá ser del doble, entre un 53% y un 43%. Es decir, una “revolución”, como recordaba Thelma Krug.



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