Mensajería

Enseñar al que no sabe

2016-04-30

Enseñar no es solo tener conocimientos; ayuda a erradicar el trabajo infantil, posibilita...

Julio Sáinz Torres

"Creo, Señor, aumenta mi fe"

“Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque estaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6, 34) “Y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16:15)

Si Jesús realizó alguna obra de misericordia en su vida pública, esta fue: enseñar al que sabe. No siempre tuvo éxito, pero se mantuvo firme hasta el último suspiro. Esta actitud la recibió la Iglesia como una encomienda preciosa. El papa Francisco está promoviendo una organización de escuelas.
   
El Reino de los cielos es una realidad nueva que se da a conoce por los hechos, los milagros y las Palabras del Hijo de Dios; también por los amigos que le siguen de verdad.
   
Todavía la perspectiva mundial es triste aunque se va mejorando. 793 millones de personas son analfabetas; en su mayoría mujeres y niños.
   
Enseñar no es solo tener conocimientos; ayuda a erradicar el trabajo infantil, posibilita una ocupación digna, quita la esclavitud de la mujer… En más de 130 países las niñas son explotadas por un plato de arroz.
   
Ya los antiguos maestros reconocían su sabiduría diciendo: <solo sé que no sé nada>. Todos necesitamos saber en el sentido profundo de la palabra. Saborear las realidades valiosas que dan sentido a nuestra vida. No se trata de almacenar conocimientos. La vida moderna nos está exigiendo un aprendizaje continuo. Este proceso no está reservado a personas de gran talento.
   
Enseñar al que no sabe es entregarle palabras  que le inicien en el arte de vivir. Que susciten él vida verdadera. Esas palabras serán auténticas si en nosotros se ha hecho vida primero.
   
No podemos realizar esta función con autosuficiencia. Nosotros no lo sabemos todo y los demás saben algo. Un aplauso, desde aquí, para las personas, que dentro de España enseñáis nuestra lengua a las personas emigrantes.
   
Dentro de esta perspectiva, se encuentra la comunicación de la buena noticia del Evangelio. Duele comprobar la ignorancia religiosa, incluso de creyentes, que acuden a concursos en los medios públicos. Nadie podemos tirar la primera piedra. Todos tenemos nuestra culpa. Comenzando por los sacerdotes, consagrados y seglares comprometidos. Sin olvidar a los padres. Hace muchos años decía un gran catequista francés: <al final, la fe se mantendrá por los Párrocos que enseñaron las sencillas verdades del catecismo>. Damos grandes conferencias a personas que ignoran lo más elemental de la fe.
   
El papa Francisco ha dicho a sus sacerdotes de Roma que muchos niños en sus parroquias de roma no saben hacer la señal de la cruz. Y que enseñarlos es una obra de misericordia. Existen muchos lamentadores, pocos hacedores. Con qué orgullo nos dicen las madres creyentes de sus niños pequeños: <ya sabe hacer la señal de la cruz> y <Jesusito de mi vida…> Recuerdo con alegría la satisfacción de una abuela: mi nieta ayer me dijo que su madre le había preguntado quién le había enseñado la salve. Yo le he dicho: <la abuela>. La abuela estaba más ancha que larga. Con razón. Ante la desinformación de los medios tenemos una obligación especial.
   
Ciertamente la presentación de la buena noticia debe ser presentada con humildad. Sabiendo siempre que el único Maestro es Jesucristo. Los demás ecos de su persona. Instrumentos para llegar a Él. Que cada palabra que digamos, vivida por nosotros, sea como una luz que se enciende para contemplar el rostro de Jesús ante los demás. Solo Él es la luz del mundo.



JMRS
Utilidades Para Usted de El Periódico de México