Muy Oportuno

Dos sentencias, ¿dos verdades?

2016-09-28

 Tras las reacciones que se producen ante las diversas decisiones de los jueces, a veces queda un...

P. Fernando Pascual

Vale la pena un esfuerzo honesto por ir a fondo en la investigación, en el máximo respeto hacia los principios básicos del derecho y en el deseo sincero de buscar el bien de todas las personas implicadas

Dos personas fueron acusadas de estafa. Quienes se consideraron víctimas de los supuestos estafadores trabajaron en serio, por vías legales y con un amplio despliegue en medios de comunicación y en Internet, a favor de la condena.

Llegó el momento de las sentencias. Uno de los acusados fue absuelto, el otro condenado.

Frente a la absolución, los acusadores no ahorraron quejas ni ataques contra el tribunal. “No existe la justicia en este mundo. Otra vez un culpable es absuelto. Nunca supusimos tanto cinismo en los jueces. Parece mentira que lo que era tan evidente haya quedado sin castigo por culpa de unos incompetentes. ¿Cuánto dinero se habrá pagado para la absolución?”

Frente a la condena, los acusadores cantaron victoria. “Sabíamos que la justicia existe. Menos mal que hay jueces honrados. Por fin vamos a ser resarcidos de todo el mal que se cometió contra nosotros. ¿Dónde están los que decían que éramos unos calumniadores? ¡Felicidades a quienes trabajan en tribunales para defender a los inocentes desde la verdad!”

Las reacciones de los dos grupos tienen una explicación sencilla, al mismo tiempo que reflejan un problema profundo. La explicación sencilla es que si alguien hace una acusación, sobre todo si se considera víctima y pide justicia, es porque cree que va a vencer. Si el tribunal absuelve, el acusador reacciona con dolor: su petición ha sido rechazada. Si el tribunal condena, el acusador reacciona como quien consigue una victoria: siente que su posición ha quedado avalada como verdadera y justa gracias a la sentencia de los jueces.

El problema profundo es que en ocasiones los jueces carecen de los datos necesarios para dar una sentencia justa, y que pueden equivocarse en sus sentencias. Se pueden equivocar cuando absuelven a un culpable. Y se pueden equivocar cuando condenan a un inocente.

Por lo mismo, tras las reacciones que se producen ante las diversas decisiones de los jueces, a veces queda un espacio para la duda: ¿de verdad esta persona absuelta no sería culpable? Al revés: ¿no será posible que este hombre condenado sea inocente?

Las reacciones tan diferentes que se observan ante las sentencias (aplausos si sale el resultado esperado, protestas si el resultado es totalmente diferente) no son suficientes para llegar a una certeza sobre la culpabilidad de quien sale de un tribunal para ir a la cárcel, o sobre la inocencia de quien, absuelto, vuelve al mundo de los libres.

Muchas sentencias, gracias a Dios, sí corresponden a la verdad. Sólo entonces se puede decir, ante la absolución de un inocente y ante la condena de un culpable, que se ha hecho justicia. Ojalá fueran así todas las sentencias. Pero incluso en esas ocasiones, un cierto margen de prudencia evitará aplausos excesivos ante la condena y quejas fuera de lugar ante la absolución.

Un sano escepticismo vale también para el mundo de la justicia humana. Hay casos realmente difíciles. Por eso vale la pena un esfuerzo honesto por ir a fondo en la investigación, en el máximo respeto hacia los principios básicos del derecho y en el deseo sincero de buscar el bien de todas las personas implicadas.



JMRS