Muy Oportuno

La democracia y el miedo

2018-11-16

El famoso slogan del "voto útil" es uno de los corolarios de esa táctica...

Por: P.Fernando Pascual, L.C.

¿Cuál es el resultado del miedo en la democracia?

 El ideal democrático se construye sobre una premisa fundamental: la gente puede, al menos en teoría, escoger candidatos que reflejen sus propias convicciones e intereses.

La práctica democrática, en cambio, se construye desde un extraño juego de intereses de los partidos dominantes por controlar las listas electorales, por lograr más representantes en los parlamentos, por evitar una verdadera representatividad de lo que piensa la gente.

Entre las tácticas de algunos partidos políticos y medios de comunicación que apoyan sistemas democráticos fosilizados y controlados por partidos "tradicionales" hay una muy sencilla y, para muchos, convincente: promover el miedo.

¿De qué se trata? Cuando grupos importantes de población podrían lograr ser representados en el parlamento, aunque fuera con pocos candidatos elegidos, se asusta a los votantes al avisar que tales candidatos favorecerían el triunfo de la derecha, o de la izquierda, o provocarían una gran inestabilidad política.

Con esa táctica del miedo, se presiona a la gente para que no voten por aquellos partidos y candidatos a través de los cuales esperarían que fuesen defendidas sus ideas, y para que escojan a los partidos mayoritarios más cercanos a tales ideas, aunque en realidad no sean satisfactorios.

El famoso slogan del "voto útil" es uno de los corolarios de esa táctica del miedo. Si votas lo que realmente quieres, tendrás algo mucho peor en el gobierno de tu país...

En realidad, el resultado de miedos como el anterior suele ser la continuación por años y años de partidos políticos muchas veces corrompidos y anquilosados, amantes patológicos del poder, incapaces de escuchar lo que realmente necesita la gente.

Frente a las estrategias del miedo, los amigos de sanas democracias buscarán modos concretos para que los votantes escojan, de verdad, a los candidatos que desean, y no a aquellos que perpetuan sistemas muchas veces dañados en sus raíces. Solo así será posible una auténtica regeneración de la democracia, que permita reflejar un poco lo que son los intereses concretos de la gente.


 



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