Tendencias

Brexit y el auge de los nuevos euroescépticos

2016-06-25

Se acusa a los euroescépticos de querer llevar el país a la década de los...

MARK LEONARD

Los euroescépticos británicos están disputando a los europeístas el apoyo de los tres grupos clave de la sociedad británica: los colonos, los buscadores de oportunidades y los innovadores. ¿Lo conseguirán?

El euroescéptico Partido por la Independencia de Reino Unido (UKIP, en inglés) está configurando de una manera creciente la agenda del debate político aunque nunca haya conseguido un escaño en el Parlamento y no tenga posibilidades de estar en el gobierno. Su líder, Nigel Farage, me contó en una entrevista que el modelo para su repunte se basa en un partido político que ya no existe: el Partido Social Demócrata (SDP, en inglés). Este partido surgió de una rama del Partido Laborista británico allá por 1980 y existió apenas una década, pero Farage le atribuye la capacidad de ofrecer una agenda ideológica a los tres principales partidos. Si su análisis es correcto, el UKIP no necesitará ganar ni un escaño en las próximas elecciones generales para cambiar el clima político de Reino Unido. Farage admite que ha luchado durante años para convertir el euroescepticismo en una causa popular antes de conseguir que la inmigración sea el canal para conectarlo.

Durante los últimos seis meses me he entrevistado con algunas de las figuras más importantes del nuevo movimiento euroescéptico, con el objetivo de entender sus argumentos. Se acusa a los euroescépticos de querer llevar el país a la década de los cincuenta del siglo XX –o tal vez hacia 1850– pero la cruda realidad es que ellos han hecho más por modernizar sus propuestas y ampliar su coalición que los proeuropeos.

La crisis del euro ha logrado que los euroescépticos multipliquen sus opciones, más incluso que los asocien con la guerra de Irak tras el 11-S. Mientras tanto, la coalición proeuropea se ha reducido y fracasado en su intento de reinventarse en el nuevo contexto global. Resulta desconcertante que la élite proeuropea no se sienta orgullosa de sus logros –como la ayuda a la creación del mercado común, el apoyo a la agenda comercial europea y la definición de la política de vecindad hacia el Este– que ahora se utilizan como los argumentos más poderosos contra la Unión Europea. Pero la historia no está acabada: los cambios profundos en el contexto global y político ofrecen a los proeuropeos la oportunidad de evolucionar y reposicionarse. Y la opinión pública es volátil: solo el siete por cien de la población piensa que Europa es uno de los asuntos más importantes que el país debe afrontar.

Las tres tribus

La genialidad de los nuevos euroescépticos ha sido su habilidad para cambiar la visión sobre las políticas de los proeuropeos, y cada triunfo se ha convertido en un argumento contra la UE. Los nuevos eurófobos ven las cosas de esta manera: en lugar de los viejos argumentos sobre los superestados europeos que destruyen la soberanía británica, los europescépticos tienen una narrativa en la que Reino Unido está “atado al cadáver” de la zona euro (frase evocativa pronunciada por el diputado conservador independista Douglas Carswell).

Adam Lury, el pensador y antiguo publicista que hizo que el Nuevo Laborismo pensara sobre la importancia de comunicar, afirma que Europa es uno de esos asuntos en los que las actitudes públicas están motivadas tanto por la identidad y los valores como por las mediciones de clases o intereses financieros. Siguiendo el trabajo del psicólogo humanista Abraham Maslow, los sociólogos y encuestadores suelen segmentar al público en tres tribus principales. Primero están los “colonos”, que representan el 30 por cien de la población británica según el British Values Survey dirigido por Cultural Dynamics. Ellos son naturalmente conservadores y se interesan por la seguridad y el sentido de pertenencia. Luego están los “buscadores”, que quieren maximizar su bienestar y las oportunidades para el progreso personal. Constituyen el 32 por cien de la población. Finalmente están los “pioneros”, que constituyen el 38 por cien restante. Estos últimos han satisfecho sus necesidades materiales, buscan la autorrealización y están preocupados por el panorama general. Lury argumenta que el poder de los proeuropeos estaba en que podían desarrollar la idea de pertenencia de Reino Unido a la UE ya que era atractiva para estos tres grupos. Para los colonos, ofrecía paz y estabilidad. Para los buscadores el mercado común, ofrecía empleos y prosperidad. Y para los pioneros, el modelo resultaba exótico y fascinante. Pero hoy, son los euroescépticos quienes ofrecen los argumentos mas atractivos para estas tres tribus.

UKIP está llamado a ser el colono. Aunque reclama ser la voz de la mayoría, adopta la retórica y la táctica de una minoría oprimida. Actualmente no tiene escaños en el Parlamento nacional, pero seguramente competirá con el Partido Laborista por las primeras posiciones en las elecciones europeas. Aún más importante, se pueden convertir en el “partido saqueador” de las elecciones generales si quitan votos a los conservadores y ayudan a los laboristas. Farage dice que su objetivo es cambiar mentalidades antes que conseguir escaños: “en cierta medida, el éxito o fracaso de UKIP está en manos de los otros partidos. Si, por ejemplo, el Partido Laborista y el Conservador se acercan a nuestras posiciones, el apoyo electoral a UKIP disminuirá”. Como dice Jon Cruddas, diputado que lidera la revisión política de los laboristas, “tienes esta fuerza política de cambio que puede movilizar hacia dentro o hacia fuera algunas de las identidades viscerales que se están generando con el contexto de austeridad, cambio generacional, crisis de representación política y una sensación de anomia a lo largo del panorama político. Y tienen el ciclo electoral a su favor, con unas elecciones europeas el mismo día de las elecciones locales”.

El grupo de diputados conservadores Fresh Start agrupa a los buscadores de oportunidades que representa cerca de un tercio del Partido Conservador, y es liderado por la diputada Andrea Leadsom. Como antigua banquera, es un buen ejemplo para entender las necesidades materiales y preocupaciones pragmáticas de este sector británico. Como casi todos los euroescépticos de hoy, Leadsom está más a favor de las reformas que de una revolución: “existe un cambio fundamental que no es entendido suficientemente, el statu quo no es la opción”. Para Leadsom la crisis del euro ha colocado a los países de la zona euro en el camino de la unión fiscal, cambiando inevitablemente la naturaleza de la pertenencia de Reino Unido a la UE. En sus conversaciones con cualquier autoridad, argumenta que los bancos británicos tienen que lidiar con decisiones sobre las que no tienen ningún control, como el caso de Chipre. Teme que en la nueva UE, la zona euro pueda actuar como un caucus que imponga decisiones impopulares a la City de Londres. Leadsom cita los límites a los bonos de los ejecutivos de banca como un primer aviso de los peligros potenciales. La fuerza organizativa e intelectual que moviliza la agenda de Fresh Start es Open Europe, el think tank que hizo la campaña del “no” a la moneda común.

¿Quiénes son los tecno-utópicos?

El diputado conservador Carswell parece más un villano de dibujo animado que un idealista romántico, pero está detrás de uno de los cambios más radicales del euroescepticismo: su atractivo hacia los jóvenes pioneros británicos. Libertario, radical y promotor del localismo, la primera vez que llamó la atención fue cuando suplicó a Westminster que terminara con los escándalos relacionados con los gastos excesivos. Desde entonces, ha promovido una predilección tecnológica y utópica hacia la eurofobia, haciendo parecer más moderno el proceso y atrayendo potencialmente a los jóvenes, que no son naturalmente tories. Denuncia que las élites son ineficientes en la administración pública y no tienen control. “Los nuevos partidos pueden nacer de la nada” dice Carswell. Piensa que la UE es provinciana y está pasada de moda, más que moderna y exótica. La razón intelectual de este movimiento, incluida la idea de que Reino Unido debería comenzar una “nueva edad isabelina” en la que mantuviera su perspectiva global, es que debería rechazar formar parte de disputas sobre el tamaño del continente europeo.

Detrás de UKIP, Fresh Start y el sueño tecnológico existe también un argumento moderno con un tono diferente y que proviene del aislacionismo patriótico del euroescepticismo del pasado. Los colonos hablan del temor a la ola de inmigración procedente de los nuevos Estados miembros. Los buscadores llevan la voz de la amenaza económica de la crisis del euro y las cargas que supone la regulación financiera. Pero son los eurofóbicos pioneros los que tienen los mensajes más disruptivos. En su reclamación de que Europa es un monolito burocrático en una era de redes globales, tienen una gran habilidad para trascender el viejo, conservador y tradicional europescepticismo y pueden crear una amplia coalición.

¿Cuán frágil es la coalición de eurófobos? Una de las paradojas del ascenso de UKIP es que cuanto más hablan, menos apoyo popular reciben. Hasta hace poco, la cuestión europea en Reino Unido estaba enmarcada como una parte del debate migratorio, y una mayoría de la población parecía estar en contra de la pertenencia a la UE. Pero a medida que el debate europeo despega, las cifras están cambiando y encuestas recientes muestran que existe una mayoría a favor de seguir formando parte de la Unión. Lo que es más importante, la cuestión fundamental sobre el referéndum de pertenencia de Reino Unido a la UE, como argumenta Peter Kellner, presidente de YouGov, no será si a la gente le gusta la Unión, sino si el país debería correr el riesgo de ir por libre.

La opinión pública británica respecto a la cuestión europea es indefinida y más volátil que respecto a la inmigración. Un liberal democrático cercano a Nick Clegg me dijo: “el debate cambiará muy rápido si la gente piensa que Brexit es una opción. Existen muchos empresarios que se preocuparán si están bloqueados fuera de la Unión. El problema para los euroescépticos es que pocos de sus argumentos resistirán el escrutinio de la campaña. Una vez se convoque el referéndum, ellos no podrán argumentar contra Europa, tendrán que explicar para qué están”.

¿Quién lidera a los proeuropeos?

Clegg es el único líder de un partido británico con una sólida creencia en el proyecto europeo. Su postura de principios sobre Europa no afectó a su liderazgo en los debates de las elecciones de 2010 y parecía decidido a no apoyar el Brexit en esa campaña. Sin embargo, su discusión racional no encaja con la pasión de los diputados tories euroescépticos de la coalición. Y con tan poco apoyo popular, Clegg no fue capaz de cambiar la dinámica del debate televisivo con Farage.

No sucede lo mismo con David Cameron. Algunas encuestas recientes ayudan a crear el consenso de que Cameron es el mejor posicionado para ganar el apoyo británico sobre la continuidad en la UE en el referéndum que ha prometido para 2017. No obstante, afronta un triple reto: cómo movilizar a los votantes británicos, a sus socios europeos y a su propio partido detrás de un programa político común. La evidencia sugiere que Cameron podría gestionar cualquiera de los dos grupos pero no los tres. El desafío está con su propio partido. Un miembro del equipo de gobierno político europeo lo describía muy bien: “¿Existe una agenda de reforma realista que pueda satisfacer a los diputados conservadores? Creo que no”. Y esto lleva al punto central de las dificultades de Cameron: hasta las elecciones de 2015, puede pretender ser el líder de las facciones a favor o en contra, pero tras las elecciones tendrá que elegir.

Ed Miliband es el líder de un partido que tiene la habilidad de reformular el debate europeo reconciliando las demandas de los socios de la UE, el público británico y su propio partido. Pero también es el líder que más ha rechazado (y de una manera estudiada) verse involucrado en el debate europeo. Hasta ahora, los laboristas han tenido una larga discusión táctica sobre si deben enfrentarse a la propuesta de referéndum de Cameron y cómo gestionar el desafío de la inmigración, pero a lo largo de este año la discusión tendrá un significado estratégico. Cruddas sostiene que el debate sobre Europa es fundamental porque “permitirá pensar cómo confrontar a UKIP en término de organización del partido, nuestro enfoque sobre el referéndum y nuestra agenda de reforma para Europa”.

A diferencia de Clegg, asociado a la agenda de los viejos proeuropeos, y de Cameron, prisionero de los eurófobos obsesivos de su partido, Miliband tiene la oportunidad de crear una nueva coalición europea. Ha resistido muy bien la propuesta de un referéndum inmediato y ha criticado la estrategia de Cameron de renegociar con una votación en 2014 (dijo que habrá referéndum si Reino Unido firma un nuevo tratado que transfiera soberanía del Parlamento británico, algo que él piensa será improbable). Miliband ha intentado traer a la arena doméstica las amenazas sobre empleo y prosperidad que genera el enfoque incierto de Cameron y el riesgo de Brexit. Pero ahora necesita ofrecer una nueva agenda de reforma para Europa que incluya un enfoque sobre inmigración, crecimiento económico postcrisis y política social, así como una agenda para el autogobierno en la UE.

El concurso de candidatos para el Parlamento Europeo tendrá lugar un año antes de las elecciones generales. Si Miliband encuentra su voz sobre Europa, se presentará más como un primer ministro a la espera y tendrá una plataforma fuerte con la que luchar en las elecciones de 2015. Si, por el contrario, suspende, las opciones son que la baja participación en las elecciones europeas promueva a un Farage gestionando lo que la SDP nunca pudo conseguir: convertirse en el ganador de las elecciones nacionales.



TRO