Testimonios

El mensaje del Nuevo Testamento

2016-08-28

Los apóstoles y sus discípulos nos han dejado un gran número de cartas,...

Autor Webmaster

Ya los profetas del Antiguo Testamento han predicado sobre el nuevo pacto de Dios, y el Redentor de su pueblo. El Antiguo Testamento hablaba de la esperanza en la llegada del Mesías, el Cristo de Dios.

El Nuevo Testamento atestigua el nuevo pacto celebrado por Dios. Nació Jesús, y con El llegó el Redentor. Dios ha enviado al que renueva los corazones de los hombres y quita su culpa.

El pueblo de Dios, orgulloso de su historia, sufría por la ocupación de su territorio por parte de los soldados del emperador romano. Esperaban el libertador que echara a los enemigos y proclamara el reino de Dios.

Por eso no reconocieron al enviado de Dios, cuando éste llegó. No notaban que necesitaban más que un nuevo rey David. No veían, que en Cristo Dios mismo estaba entre ellos. No querían aceptar su palabra, ni creer en El. Despreciaban la vida que se les ofrecía. No se interesaban por un reino de Dios de tales características. Por eso lo mataron. Acusado de blasfemo murió como un delincuente.

Dios lo ha querido así. “He aquí el cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. Su Hijo se entregó a la muerte, para que todo aquél que en El crea, obtenga la vida y el perdón. Este es el nuevo pacto de Dios.

Fue imposible que el Hijo de Dios permaneciera en el dominio de la muerte. Sale del sepulcro gracias al poder de Dios como el Señor que tiene toda la potestad en los cielos y en la tierra. Luego, el Espíritu de Dios  transforma al pequeño núcleo de atemorizados apóstoles en la Iglesia de Cristo. Esta lleva el mensaje de salvación y el señorío de Cristo a todo el mundo.

Hoy día hay cristianos en todas las naciones de todos los continentes. Su fe, su temor de Dios, su amor recíproco y hacia el prójimo, así como su esperanza en la llegada de su Señor, son manifestaciones del reino de Dios en esta tierra.

El origen del Nuevo Testamento

Sabemos de Jesucristo a través de los hombres que El mismo había designado para ser sus mensajeros, es decir, sus discípulos, los apóstoles. Difundían su Evangelio por doquier, pero todavía no pensaban asentar por escrito las palabras e historias de su Señor. Más tarde recién se empezó a escribir lo que se sabía de Jesucristo. Así se originaron los cuatro evangelios. Nos relatan las palabras y los hechos del Señor, su pasión, su muerte y su resurrección. Los evangelios son testimonios del Evangelio de Dios en Jesucristo (Juan 3,16). Quieren despertar la fe en Jesucristo. Por ello se encuentran al principio del Nuevo Testamento.

Los tres primeros evangelios son muy parecidos. El más antiguo es el de Marcos, que servía de base a los otros dos. Estos lo complementaron con historias y palabras de Jesús que habían llegado a su conocimiento. Si comparamos los cuatro evangelios queda manifiesto que cada evangelista tenía su interpretación particular del mismo; sin embargo todos narran el evangelio como quienes tienen fe en el Señor resucitado.

La cristiandad no quiso prescindir de ninguno de los cuatro evangelios aceptando las diferencias, y hasta contradicciones, que los relatos de los distintos evangelistas presentan. Ella entendió, que a través de las palabras de los evangelistas quiere difundirse la Palabra de Dios.

Los apóstoles y sus discípulos nos han dejado un gran número de cartas, llamadas “epístolas”.  Son publicaciones dirigidas a cristianos y sus congregaciones distribuidos por las distintas provincias del Imperio Romano. Estas cartas les recuerdan, lo que Dios mediante Jesucristo les ha donado; les confortan en la fe en El y les exhortan a vivir dignos del Evangelio de Jesucristo. Previenen a los primeros cristianos de las falsas doctrinas y hablan siempre del amor de Dios para con nosotros, a fin de que los creyentes trasmitan ese  amor divino a los hombres.

La mayoría de las cartas son atribuidas al apóstol Pablo. Eran leídas en las reuniones de sus congregaciones (Colosenses 4:16). Pronto fueron copiadas e intercambiadas entre las distintas congregaciones. Estas cartas reflejan la vida de estas congregaciones primitivas. Vemos en ellas que se han perdido algunas cartas paulinas. Notamos que las congregaciones consultaban a los apóstoles cuando se presentaban cuestiones y problemas (I Corintios 5:9;7:1).

Las restantes epístolas del Nuevo Testamento son antes que verdaderas cartas más bien sermones. Puede interpretárselas como publicaciones didácticas destinadas a la cristiandad universal. Por eso también reciben el nombre de cartas “católicas” o “eclesiásticas”.

Los libros que actualmente constituyen el Nuevo Testamento son una pequeña parte de todas las publicaciones que circulaban por las congregaciones de aquellos primeros tiempos. Casi todos estos escritos llevaban el nombre de un apóstol; pero no todos publicaban el mensaje de Jesucristo en la forma debida. A la iglesia primitiva no le fue fácil discernir entre lo auténtico y lo adulterado. Sólo el mismo Evangelio de Jesucristo podía tener carácter normativo ( I Juan 5:10). De ahí resultó que en el Nuevo Testamento se encuentran aquellas escrituras que han conservado con mayor fidelidad el mensaje cristiano. Dan testimonio de Jesucristo y presentan las enseñanzas de los apóstoles.

La mayoría de estos libros surgieron en los últimos decenios del primer siglo de nuestra era. Luego pasaron otros cien años hasta que se difundieron en la iglesia cristiana. Algunos de ellos (como el evangelio de Juan, la carta a los Hebreos y el Apocalipsis) no fueron aceptados en muchas congregaciones por un tiempo prolongado, y recién alrededor del año 400 se llegó a un acuerdo general sobre los libros que habrán de componer el Nuevo Testamento.



JMRS