Tras Bambalinas

Donald Trump y el dinosaurio ruso

2017-05-27

En su última parada en la localidad italiana de Taormina para el encuentro del G7, a su...

GINA MONTANER / El Mundo

El presidente querría alargar su gira; a su vuelta le esperan sus abogados para asesorarlo en la trama rusa, que se ha convertido en un incendio

Cuando regresó, la trama rusa todavía estaba allí. Esa podría ser una variante del célebre microrrelato del autor guatemalteco Augusto Monterroso. En este caso no se trata de alguien que despierta para encontrarse con un inquietante dinosaurio, sino del mismísimo presidente Donald Trump, que a su llegada a Estados Unidos después de su primera gira extranjera inevitablemente se dará de bruces con los presuntos vínculos de su entorno con el gobierno ruso.

Para el mandatario estadounidense han sido días de ligera distracción. En el Medio Oriente aseguró que la paz entre Israel y Palestina es cosa hecha. A su paso por el Vaticano contuvo el gesto torcido cuando el Papa le entregó su encíclica en defensa del medioambiente. En Bruselas aguantó el chaparrón de las protestas y tiró de las orejas a sus socios de la OTAN. En su última parada en la localidad italiana de Taormina para el encuentro del G7, a su llegada momentáneamente logró agarrar de la mano a su esposa Melania, esquiva y distante a lo largo del viaje.

Tal vez a Trump le habría gustado dilatar su periplo a pesar de los manotazos de Melania, ya que en Washington le espera un equipo de abogados para asesorarlo porque la trama rusa es como un incendio forestal que se extiende. Desde la campaña electoral sus asesores más cercanos han sido pirómanos con una atracción fatal: la de acercarse a la peligrosa mecha del Kremlin, con Putin al frente y siempre dispuesto a avivar el fuego de la desestabilización en Occidente, dinamitando contiendas electorales con trolls, hackers, espías y, si hiciera falta, hasta sicarios.

Trump ha reiterado que, al menos por su parte, no hubo "connivencia" entre su campaña electoral y Rusia. No obstante, según ha informado el New York Times, el mandatario le preguntó repetidamente al ex director de la CIA, James Comey, si él era objeto de la investigación federal que se está llevando a cabo, además de pedirle -de acuerdo a fuentes que hablaron con el diario- que "cerrara" dicha investigación. Algo a lo que aparentemente se negó Comey y le costó su puesto.

Cuando el presidente ha dado a entender que sólo pone la mano en el fuego por él mismo, implica que otros sí pudieron acercarse a los rusos para que éstos influyeran en un proceso electoral en el que su rival, Hillary Clinton, y las filas demócratas, fueron hackeados y víctimas de "noticias falsas" que al parecer divulgaban informáticos a sueldo.

Trump se refería veladamente a Paul Manafort, su ex director de campaña; a Michael Flynn, su ex consejero de Seguridad Nacional; a Jeff Sessions, actual Fiscal General que se ha tenido que apartar de la investigación por estar implicado en la trama rusa. Ahora el Washington Post y la cadena NBC han revelado que Jared Kushner, yerno y hombre de confianza del mandatario, también es investigado por el FBI.

Todas las personas allegadas al presidente que están bajo investigación, en algún momento se reunieron con el ubicuo embajador ruso Sergei Kislyak o con compatriotas suyos situados en altos puestos políticos y empresariales. El propio Trump tuvo un encuentro en el Despacho Oval con Kislyak y el canciller Sergei Lavrov un día después de despedir a Comey, el cual ha accedido a testificar ante el Comité de Inteligencia del Senado con el fin de arrojar luz sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016.

Por si fuera poco, el ex jefe de la CIA, John Brennan, ha dicho ante el Congreso que la interferencia de Rusia en los comicios estadounidenses fue abiertamente "descarada". Todo apunta a que el cerco se estrecha. La trama rusa es un enorme dinosaurio que se pasea a sus anchas por Washington.



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