Tras Bambalinas

Los ‘chalecos amarillos’, un movimiento que une extremos

2019-02-22

Para responder a la pregunta, se puede escuchar a los chalecos amarillos en las carreteras y...

Marc Bassets, El País

Los brotes antisemitas en los márgenes del movimiento de los chalecos amarillos plantean una pregunta irresuelta desde que las protestas empezaron hace tres meses en Francia y que empiezan a perder fuerza y apoyo popular. ¿Cuál es su ideología? ¿De izquierdas? ¿De derechas? ¿O ni una ni la otra, tal como se autodefinía Emmanuel Macron cuando llegó al poder en 2017?

Para responder a la pregunta, se puede escuchar a los chalecos amarillos en las carreteras y rotondas que ocuparon durante semanas, o leer sus manifiestos. También los mensajes que escriben en Facebook, la plataforma privilegiada para transmitir sus consignas, convocar manifestaciones o lanzar vídeos que acaban siendo virales.

Otra opción: observar los estudios demoscópicos y sociológicos que ofrecen indicios sobre quiénes son y cómo piensan estos franceses que el pasado noviembre empezaron a protestar contra el aumento del precio del carburante y acabaron causando la mayor crisis del mandato de Macron. En las presidenciales de 2017, según un sondeo publicado al inicio del movimiento, un 42% de los chalecos amarillos votaron a Marine Le Pen, líder del Reagrupamiento Nacional, heredero del viejo partido de la extrema derecha Frente Nacional. Un 20% optaron por Jean-Luc Mélenchon, líder de la formación de izquierda La Francia Insumisa.

Otra manera de abordar la cuestión es fijarse en los mensajes en las redes sociales. Facebook es la red donde los protagonistas de la revuelta han sido más activos. Pero Twitter es el espacio de los comentaristas: los que observan la batalla desde la barrera, los que alientan a los chalecos amarillos. No es extraño que el mapa de la conversación tuitera sobre el movimiento de protesta sea un reflejo bastante fiel de la sopa de letras ideológica de sus integrantes.

Un informe de la empresa de big data e inteligencia artificial Alto Data Analytics, sobre la base de más de 11 millones de mensajes en Twitter difundidos por más de un millón de perfiles entre el 13 de noviembre —vísperas de la primera gran manifestación de los chalecos— y el 19 de diciembre, confirma el carácter heterogéneo del movimiento.

Cinco grupos

El informe distingue cinco grupos en los perfiles activos durante esas semanas sobre la crisis francesa. El más activo es el de quienes apoyan a los chalecos amarillos: son simpatizantes, pero no miembros, del núcleo duro de la protesta. Este primer grupo emitió un 52,8% de los mensajes. Después llegan los macronistas, simpatizantes del presidente francés, con un 15,3% de mensajes, seguidos del núcleo duro de los chalecos amarillos, con un 13,8%, y de lo que los responsables del estudio engloban como extrema derecha, con un 8,3%. Los medios de comunicación representan el 7,9% de mensajes.

Esta correlación de fuerzas muestra, primero, el peso de los chalecos amarillos y sus simpatizantes en la conversación en Twitter: juntos suponen un 66,4%. También el peso específico de la extrema derecha, que —como la extrema izquierda— es el segmento político que más ha intentado influir en el movimiento. En ambos —extrema derecha y extrema izquierda— figuran algunos de los usuarios más influyentes detectados por Alto Data Analytics, asociados muchos de ellos al Reagrupamiento Nacional y a La Francia Insumisa. Y sí, los macronistas son el segundo grupo en número de mensajes, pero aparecen aislados: durante las primeras semanas de protestas, casi nadie defendía al presidente, que aparecía solo y sin aliados ante una crisis que le desbordaba.

Los ‘chalecos amarillos’, un movimiento que une extremos

Los mensajes de los chalecos amarillos en Facebook, su medio natural, permiten explorar su adscripción ideológica. Varios temas predominan, según un estudio publicado por Le Monde sobre la base de los 200 mensajes más compartidos por grupos de chalecos amarillos: el coste del combustible; la precariedad laboral; la propuesta de un referéndum de iniciativa ciudadana, que permitiría proponer y cambiar leyes por votación popular; la reintroducción del impuesto sobre las fortunas y el aumento del salario mínimo.

Aunque la protesta contra el aumento de la tasa al carburante tiene resonancias del movimiento antimpuestos del Tea Party en Estados Unidos, la mayoría no son propuestas tradicionalmente asociadas a la derecha ni a las políticas económicas liberales, más bien al contrario. La democracia de base que promueven los “llamamientos de Commercy” —un pueblo del norte de Francia donde se han celebrado dos asambleas nacionales de chalecos amarillos— reflejan este espíritu, “popular, igualitario, social y ecológico”, según el manifiesto.

Y tampoco figuran en un lugar prominente cuestiones como la inmigración o la salida de la UE —temas favoritos de la extrema derecha—, y menos aún asociadas a la derecha tradicional como la abolición del derecho al aborto o del matrimonio gay. No significa que la inmigración esté ausente: los bulos sobre el pacto la ONU en Marraquech sobre migraciones fue el tema estrella durante unos días. Pero no es la principal bandera. Sin embargo, muchas de estas ideas —la democracia directa o el “pueblo contra las élites”— son asumidas y promovidas tanto por la izquierda populista como por la extrema derecha, que en Francia es más social que liberal.

Un informe elaborado por investigadores del Instituto de Ciencias Políticas de Grenoble y del laboratorio Pacte-CNRS, con cuestionarios a 300 grupos de chalecos amarillos, arrojaba un resultado similar: las desigualdades, la caída del poder adquisitivo, la sensación de que el sistema favorece a las élites, la pobreza o los impuestos eran los temas predilectos. Este mismo estudio revelaba que el 60% no se consideraba ni de izquierdas ni de derechas.

Ya no es la izquierda contra la derecha, sino “los de abajo contra los de arriba”, en lenguaje del populismo, o, en el lenguaje macroniano, los liberales contra los conservadores. Es como si los chalecos amarillos supusieran una nueva etapa en la reconfiguración del sistema político francés que Macron quiso encarnar al ganar las elecciones en 2017.



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