Vuelta al Mundo

El giro social de Vladimir Putin

2019-02-20

La razón de este giro social no está en nuevas lecturas en su mesilla ni en sus...

Por XAVIER COLÁS, El Mundo

Además de hablar de misiles y amenazas, el discurso del estado de la nación de Vladimir Putin dedicó también espacio a la economía y a los planes de desarrollo del país prometiendo fondos públicos para ayudar a pensionistas y familias que no pueden con los gastos. Durante los 87 minutos de discurso retransmitidos por las principales cadenas, los rusos vieron a un Putin más cercano, convertido de nuevo en una especie de 'alcalde de toda Rusia', que al fin ha descubierto que acumular la basura junto a las ciudades rusas no es la manera de gestionarla y que está dispuesto a gastar en subsidios parte del ahorro que prescribió con su impopular reforma de las pensiones.

La razón de este giro social no está en nuevas lecturas en su mesilla ni en sus muchos viajes por el interior del país: es precaución demoscópica, pues la popularidad de Putin está muy baja. Del 82% con el que empezó 2018 ha caído al 64% actual, un porcentaje que muchos políticos europeos firmarían pero escuálido para un sistema tan personalista como el de Rusia. Los precios altos, las dotaciones insuficientes y los salarios a la baja han generado un descontento entre los rusos que encendió las alarmas en el gobierno después del alza en la edad de jubilación, la gota que colmó el vaso durante el verano. 

Ahora Putin promete bajar impuestos y elevar subsidios, sobre todo a los pensionistas más pobres, que durante tantos años le han respaldado. También ayudar con cargo al presupuesto publico a que las familias con hijos paguen sus hipotecas, impulsando de paso el crecimiento demográfico. La fórmula es: "A más hijos, menos impuestos".

Pero Putin no puede abstraerse del agitado contexto internacional, que ofrece para su proyecto político una mezcla de peligro y oportunidad. El dirigente ruso acusó a Estados Unidos de haber abandonado el pacto clave de control de armas para liberarse las manos y construir nuevos misiles, intentando culpar a Rusia por la decisión. El tratado INF prohibía la producción y despliegue de misiles balísticos y de crucero terrestres con un alcance de 500 a 5,500 kilómetros. Este tipo de cohetes apenas dejan tiempo a los gobiernos para decidir ("solo tardarán entre 10 y 12 minutos en llegar a Moscú", avisó Putin) aumentando el peligro de conflicto nuclear mundial desatado por una falsa alarma. Pero Putin sabe también que la desaparición de un marco acordado para el desarrollo de estas armas puede trastocar el desfavorable marcador con el que acabó a Guerra Fría para Moscú, ofreciendo una oportunidad de rematar su obra geopolítica. Desde la tribuna instó a los funcionarios estadounidenses a tener en cuenta el "alcance y velocidad de nuestras posibles armas" antes de tomar decisiones.

En opinión de Putin, las acusaciones de Washington respecto a los incumplimientos rusos del tratado INF forman parte de la política antirrusa que promueve la élite estadounidense, convencida de "su exclusividad y superioridad sobre el mundo". A pesar de todo, Rusia no desea una guerra con EU, ni siquiera pagar la enorme factura que supone prepararse para ello. "No estamos interesados en la confrontación y no la queremos, especialmente con una potencia global como EU", aseguró el presidente ruso.



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