Cultura

China sigue asfixiando a la cultura tibetana para imponer su identidad

2018-07-05

"El Gobierno chino trata de hacer desaparecer nuestra lengua y nuestra rica cultura para matar...

Jèssica Martorell

 

Pekín, 5 jul (EFE).- China sigue asfixiando lentamente a la identidad del Tíbet encarcelando a todo aquel que alza la voz para defender su cultura e imponiendo en las escuelas el mandarín para inculcar una única identidad nacional en la que la lengua tibetana no tiene cabida.

Uno de los golpes más recientes fue la condena a cinco años de prisión para el educador tibetano Tashi Wangchuk el pasado mayo por un delito de "incitación al separatismo", pese a que la ONU, la Unión Europea y varias ONG habían pedido su libertad al considerar que fue detenido por promover los derechos humanos.

Antes de ser arrestado, Wangchuk manifestó su preocupación porque muchos niños tibetanos no puedan hablar de manera fluida su lengua nativa, lo que está contribuyendo a la extinción progresiva de la cultura tibetana.

"El Gobierno chino trata de hacer desaparecer nuestra lengua y nuestra rica cultura para matar la esencia del pueblo tibetano", explica a Efe por correo electrónico el cineasta tibetano, Dhondup Wangchen, exiliado en EU tras pasar seis años encarcelado en China.

Aunque la Constitución china contempla que "todas las nacionalidades tienen la libertad de usar y desarrollar su propia lengua escrita y hablada", la realidad es bien distinta.

En las ciudades tibetanas, comercios y oficinas están rotulados en las dos lenguas, pero Dhondup Wangchen asegura que las autoridades están retirando la lengua tibetana del plan de estudios de las escuelas y no están dando permisos a los residentes locales para construir guarderías.

"Hay cada vez más maestros chinos en las escuelas tibetanas y están dando malos consejos e influyendo en los niños tibetanos, diciéndoles que no tendrán futuro si aprenden tibetano, pero que si estudian chino tendrán un futuro brillante", cuenta.

China sabe que la lengua "es la identidad de uno mismo", dice, por lo que "está tratando de hacerla desaparecer para matar la esencia del pueblo tibetano".

Otra de las estrategias para asfixiar su identidad son las escuelas Neidixizang, muchas de ellas en Pekín, adonde son enviados cada año miles estudiantes de entre 11 y 15 años para que estudien lejos de sus familias.

En este periodo de "mayor vulnerabilidad" para los niños, intentan "influir o forzar una cultura que no les resulta familiar y es muy opuesta a la que nacieron", asegura el exiliado tibetano.

Incluso organizaciones como Human Rights Watch han alertado de este tipo de medidas "agresivas" para "imponer una única identidad nacional y promover el uso del mandarín entre los tibetanos".

El cineasta teme que en los próximos años la situación empeore en el Tíbet, "un país hermoso" del que se vio obligado a huir y al que los periodistas extranjeros e investigadores de ONG tienen el acceso prácticamente prohibido desde hace años.

Confiesa que le gustaría regresar, "pero no con el clima político actual", porque la situación ha empeorado mucho desde que salió de prisión.

"Hay más militares y policía patrullando el vecindario" y si alguien se atreve a involucrarse en actividades políticas u otros asuntos que Pekín considera sensibles, "te dificultan la vida, a la hora de ir al hospital, abrir una cuenta bancaria o viajar".

La condena a Tashi Wangchuk no es un caso aislado y otros intelectuales y religiosos siguen encarcelados por defender la identidad del pueblo tibetano.

El escritor Jo Lobsang Jamyang fue condenado en mayo de 2016 a siete años y medio de prisión y, aunque los motivos de su arresto todavía son un misterio, se sospecha que puede deberse a sus escritos criticando las políticas chinas, según explica a Efe Free Tibet.

Esta organización también recuerda los casos de Yeshe Choedron, Sonam Lhatso, Khenpo Pagah, Geshe Orgyen o Thardhod Gyaltsen, encarcelados por defender su identidad cultural.

La intimidación tampoco acaba con la salida de prisión. Aunque Dhondup Wangchen fue liberado en 2014, continuó sometido a una estricta vigilancia de las autoridades, y no fue hasta finales del año pasado cuando logró huir de China y buscar refugio en EU, donde su esposa e hijos habían logrado asilo político.

Su delito fue filmar el documental "Dejando el miedo atrás", en el que entrevistó sin aprobación oficial a un centenar de tibetanos y luego lo distribuyó entre los periodistas extranjeros durante los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008.



Jamileth