Internacional - Política

Las FARC aseguran que la guerra ya no es una alternativa en Colombia

2016-10-12

A pesar del impacto que les causó el rechazo del acuerdo por los votantes, los rebeldes y...

Juan Forero, The Wall Street Journal

TIENDA NUEVA, Colombia—El rechazo de los votantes colombianos al acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla marxista ha alimentado la preocupación de que el conflicto armado pueda reanudarse. Pero aquí, en la remota sabana colombiana, los rebeldes dicen que no serán ellos los que alcen las armas.

“Para luchar necesitas dos y nosotros decidimos que no vamos a ser la segunda parte”, dijo Federico Nariño, el nombre de guerra de un comandante de nivel medio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, o FARC, la que todavía tiene casi 6,000 hombres en armas.

Desde la sorpresiva derrota del acuerdo de paz en un plebiscito a principios de este mes, la guerrilla no ha regresado a sus reductos en la selva o llevado a cabo ejercicios militares. En lugar de eso, han pasado gran parte de sus días como lo hicieron este fin de semana en un importante campamento guerrillero aquí: tirados en hamacas y jugando fútbol en parches de lodo.

A pesar del impacto que les causó el rechazo del acuerdo por los votantes, los rebeldes y sus comandantes dijeron que todavía creen que la paz está al alcance después de una lucha armada que se extendió por 52 años y cobró la vida de 220,000 personas.

“La noticia que hay que llevarle al mundo es esa, la guerra se acabó y vamos a encontrar, no tengo la menor duda, alternativas a los problemas para este y para otros que se nos puedan presentar en el futuro”, dijo Luis Antonio Losada, un miembro del secretariado de las FARC. “El retorno a la guerra no es alternativa”.

La actitud de los rebeldes podría darle al presidente Juan Manuel Santos un tiempo crucial en su intento por trabajar en la modificación del pacto y abordar así las preocupaciones de los críticos, entre ellos el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, que ha calificado el acuerdo como demasiado generoso para los rebeldes. Hace unos días, los dos enemigos políticos se reunieron y planean mantener conversaciones adicionales. El gobierno también quiere extender formalmente un cese al fuego que según lo acordado duraría sólo hasta fines de octubre.

Estos guerrilleros comenzaron a luchar en 1964 y dicen que han sobrevivido tanto tiempo gracias a su desconfianza del Estado y a la toma de todo tipo de precauciones. Pero Losada, más conocido por el nombre de guerra de Carlos Antonio Lozada, habló de la confianza que el grupo ha establecido tanto con el gobierno de Santos como con los altos mandos de las fuerzas armadas.

“Tal vez en el aspecto donde hay menos riesgo es en la parte militar, diría yo”, dijo Losada, un hombre compacto, calvo que ha estado recorriendo esta región respondiendo a las preocupaciones de sus subalternos tras la consulta popular. “Construimos algo que es importante y decisivo para este proceso que es la confianza entre las fuerzas armadas y la insurgencia”.

El pasado fin de semana, 230 rebeldes se sentaron bajo un gran toldo en medio de la lluvia y escucharon a un comandante exponer los detalles del acuerdo de 297 páginas. La mayoría dijo que estaba segura de que el acuerdo sería ajustado pronto, lo que les permitiría desarmarse y ser miembros de un partido político.

El conflicto no está completamente descartado. Byron Yepes, un comandante de 56 años que ha pasado 33 de ellos en la lucha armada, aseguró que los rebeldes no estarán de acuerdo con un pacto que incluya penas de cárcel para los líderes. “Nosotros no queremos la guerra, pero si nos empujan nos toca. Porque nosotros no vamos a ir a la cárcel”.

Aunque muchos rebeldes en la zona todavía cargan sus rifles de asalto Galil, Yepes y otros dijeron que la paz sigue siendo la opción más probable. Y en esta milicia disciplinada y jerárquica, el mensaje desde la comandancia es que los rebeldes pronto dejarán las armas para siempre.

La mayoría de los combatientes en este lugar —hombres y mujeres jóvenes, así como el ocasional subversivo desgastando con 30 años en la selva— dicen que sueñan con un nuevo capítulo.

“Nadie está preocupado”, dijo un combatiente de 37 años, conocido con el alias de Jefferson. El guerrillero recordó cómo sobrevivió a tiroteos, bombardeos y ametrallamientos, incluyendo disparos calibre 50 desde un helicóptero de combate que arrancó trozos de su pierna izquierda. Ahora, lee los periódicos de Bogotá, recoge leña y se pregunta si una nueva vida le permitirá terminar sus estudios. “Esto es nuestro día a día ahora”, señaló.

Los combatientes participan en largas sesiones que los rebeldes llaman seminarios “pedagógicos”, donde Nariño, un hombre áspero de 50 años, da charlas sobre todo, desde la lucha del comunismo hasta las minucias de una sección del acuerdo sobre el desarrollo de un campo empobrecido.

Este fin de semana, muchos se sentaron en clase absortos, mientras que otros parecían estudiantes universitarios aburridos, escurridos en las sillas o riéndose con amigos mientras el conferencista seguía hablando sobre la oligarquía.

Nariño no se mostraba desalentado. “Es fundamental que conozcamos los acuerdos y los estudiemos”, dijo. El reto más grande, agregó, es que las FARC y los que se oponen al pacto de paz lleguen a un acuerdo realista.

Al hablar el martes en una radio colombiana, Uribe se mantuvo firme sobre la necesidad de penas más duras para los guerrilleros, incluyendo su prohibición para ejercer cargos públicos. Pero relajó su posición sobre su llamado a que los comandantes paguen con tiempo en la cárcel, diciendo que podrían ser recluidos en fincas en lugar de en prisiones.

Roy Barreras, un senador líder que ha negociado con las FARC, dijo que algunas de las propuestas de Uribe requieren “solamente unos ajustes”. Pero le preocupa que el acuerdo pueda ser hundido por sus exigencias de negar escaños en el Congreso a las FARC y reconfigurar un sistema de justicia para juzgar a guerrilleros y militares por crímenes de guerra.

Losada, el miembro del secretariado, dijo que las FARC están haciendo gestos de fondo para mostrar que no están regresando a sus viejas costumbres, incluyendo ceremonias en las que se han disculpado con pobladores por delitos cometidos y la puesta a fin de la odiada ley 002, una política de extorsión a empresas.

El comandante dijo que los rebeldes reconocen que necesitan escuchar al campo que votó por el “No” y están abiertos a reunirse con los adversarios del acuerdo, entre ellos Uribe. Pero Losada agregó que aunque el pacto puede modificarse, un cambio general no funcionaría.

“Lo que se pretende con esas posiciones extremas no es modificar el acuerdo sino evitar que haya acuerdo”, dijo.



JMRS
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