Internacional - Política

Chile decide entre la continuidad y un giro a la derecha

2017-12-17

Los últimos sondeos mostraban a los dos candidatos en un virtual empate, algo relativamente...

Pascale Bonnefoy, The New York Times

Los votantes de todo Chile acuden hoy a las urnas en un balotaje cuyo resultado se prevé muy ajustado, con la elección entre el candidato de centro-izquierda y un expresidente multimillonario de derecha y para decidir si revierten años de reformas económicas y políticas.

Alejandro Guillier, de 64 años, es un periodista y sociólogo por formación que es el abanderado de la coalición Nueva Mayoría. Sebastián Piñera, de 68, es el candidato de Chile Vamos. El primero quiere mantener los cambios promovidos por la presidenta Michelle Bachelet; el segundo espera darles marcha atrás.

Los últimos sondeos mostraban a los dos candidatos en un virtual empate, algo relativamente sorpresivo dado que en la primera vuelta del 19 de noviembre Piñera obtuvo el 36 por ciento del voto y Guillier el 22 por ciento. La periodista y candidata de Frente Amplio, fundado este año, Beatriz Sánchez sumó un sorpresivo 20 por ciento; y José Antonio Kast, quien defendió la dictadura de Pinochet, obtuvo un 8 por ciento.

De cara a la segunda vuelta, tanto Guillier como Piñera han buscado sumar apoyos en lados extremos del espectro político y a votantes más cercanos al centro.

La elección presidencial de Chile es la primera de una ola de votaciones que cambiará la trayectoria política de América Latina en los próximos años: en 2018 también elegirán a su próximo mandatario los votantes de México, Brasil, Colombia y Paraguay.

“En Chile se inicia un año de elecciones importantes en toda la región y muchas de esas divisiones se repetirán de distintos modos en las demás carreras”, dijo Shannon O’Neil, experta en América Latina del Consejo de Relaciones Exteriores en Washington. “La elección de hoy enfrenta no solo a la izquierda contra la derecha para la presidencia, sino que refleja una versión algo similar a la del enfrentamiento entre quienes están adentro de la política tradicional y los externos a ella, que ya se ve en Colombia, México y Brasil”.

Aunque Guillier no incluyó todas las demandas del Frente Amplio en su plataforma después de la primera vuelta, varios de los líderes de esa coalición dijeron que votarían por él para evitar un gobierno de Piñera que alertan sería conservador, demasiado proempresarial y que podría anular algunos de los logros sociales que han impulsado durante los últimos años.

Bajo el liderazgo de Bachelet, fueron aumentados los impuestos a grandes compañías para financiar con ello la educación de estudiantes de bajos recursos; se despenalizó el aborto en algunos casos; se fortalecieron los derechos sindicales, y un nuevo sistema electoral permitió que los partidos minoritarios y candidatos independientes tuvieran mayor representación en el congreso, así como que los chilenos que viven en el extranjero puedan participar en los comicios.

Bachelet también puso en marcha un proceso para reformar la Constitución de Chile de la era Pinochet y el sistema privado de pensiones.

“Bachelet destrabó el legado de la dictadura y los años de transición”, dijo Roxana Pey, una portavoz y coordinadora de la campaña de Guillier. “Sus reformas han hecho de Chile un lugar más democrático y justo e inauguraron un nuevo periodo político en el país en el que la gente tiene más derechos y participación en la toma de decisiones. Guillier continuará con este legado”.

Sin embargo, los seguidores de Piñera acusan que eso ha espantado a los inversionistas potenciales y ha llevado al declive de la economía chilena. Piñera ha calificado al gobierno de “irresponsable e incompetente” por aumentar la deuda pública, y ha prometido revertir varios de esos cambios e impulsar la economía con reducciones a la burocracia, nuevos incentivos para los inversionistas y disminución de los impuestos a utilidades retenidas, así como un mayor gasto en proyectos de infraestructura.

Pero Piñera también ha endurecido su línea para atraer a los seguidores de extrema derecha de Kast. Ha prometido detener el proyecto de ley para reconocer el matrimonio igualitario que presentó Bachelet y quiere mejorar las condiciones de militares condenados por delitos de lesa humanidad de la dictadura.

Ha descrito una posible presidencia de Guillier como una dominada por la “izquierda extrema” que descarrilaría la economía, que ya se ha visto afectada por un menor precio del cobre, la principal exportación chilena.

Muchos creen que el que los candidatos centrista y de izquierda sumaran un total de 42 por ciento del voto en la primera vuelta indica que hay aprobación de las políticas de Bachelet y que se está a favor de continuarlas. Pero Roberto Funk, politólogo del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, alertó que no necesariamente es el caso.

“Guillier solo obtuvo el 22 por ciento”, dijo Funk, “y los votos del Frente Amplio no eran en apoyo de las reformas de Bachelet, sino en protesta contra la Nueva Mayoría y cómo las ha llevado a cabo”.

Los críticos de la izquierda consideran que las reformas de Bachelet han sido muy tímidas o que fueron mal diseñadas; la derecha, incluido el empresariado, dicen que arruinó la economía. A la presidenta también la han acusado de no tener suficiente liderazgo o fortaleza, algo que ella y sus partidarios tildan de sexista.

Bachelet dejará el cargo con un índice de aprobación relativamente bajo en comparación al 80 por ciento que tenía cuando terminó su primer mandato, en 2010, y Piñera asumió el cargo.

Quien sea que gane la elección hoy tendrá dificultades para que se apruebe la legislación a favor de sus medidas pues ninguna coalición tendrá la mayoría.

La elección de noviembre, en la que también se votó a la Cámara de Diputados y la mitad del Senado, cambió el panorama político chileno. Por primera vez desde el regreso a la democracia en 1990, dada la irrupción del Frente Amplio, la política no será dominada por las mismas coaliciones y la composición del congreso será más joven, más femenino y con mayor diversidad política.

La elección también resultó en un colapso del Partido Demócrata Cristiano —que alguna vez fue uno de los mayores partidos del país—: perdió un número significativo de escaños y su candidata sumó apenas el 5,88 por ciento del voto.

Esa nueva composición política se debe, en parte, a los cambios impulsados por Bachelet, como una medida de paridad de género en las listas de candidatos, un sistema electoral con representación proporcional y más controles para el financiamiento de campaña.

Sin embargo, el giro también demuestra que los partidos y los políticos tradicionales han perdido credibilidad de cara a los recientes casos de corrupción sobre financiamiento ilegal de campañas, sobornos, tráfico de influencias y vínculos ilícitos entre grandes empresarios y políticos.



JMRS
Utilidades Para Usted de El Periódico de México