Nacional - Población

Problemas se acumulan en poblados cercanos al epicentro del terremoto en México

2017-09-24

La reacción desinteresada de los voluntarios supera ampliamente la respuesta del Gobierno y...

Por Gabriel Stargardte

HUAUTLA, México (Reuters) - Yesenia Vergara tomó a sus dos hijas y abandonó su casa en la apartada población mexicana de Huautla a fines del mes pasado después de que las aguas del río crecieron por la lluvia, inundándolo todo de ramas, rocas y barro.

Dos semanas más tarde, el terremoto más mortífero en México en tres décadas le dio un segundo golpe a su sencilla vivienda, financiada con el dinero enviado por su marido desde Estados Unidos.

“Es el fin del mundo, pensé. Ya es el tiempo que Dios nos va a llamar a entregar cuentas”, dijo Vergara, mientras recordaba el momento en que el sismo la sorprendió la tarde del martes. “El pueblo se estaba reponiendo y se vino otra tragedia”, comentó.

El epicentro del terremoto 7.1, que ha cobrado la vida de 305 personas y derribado decenas de edificios en Ciudad de México, se produjo a 70 kilómetros de Huautla, un asentamiento enclavado entre las montañas del estado Morelos.

Mientras la capital mexicana ha sido sobrecargada con voluntarios ansiosos de brindar apoyo, otras zonas más apartadas de los estados Morelos y Puebla, cerca del epicentro, han recibido menos atención.

Intentando enmendar la situación, un importante grupo de socorristas se precipitó el viernes a las carreteras de esos estados, abriéndose paso a pie entre arroyos para entregar alimentos, agua y medicinas a las poblaciones más remotas ubicadas en lo alto de las montañas.

La reacción desinteresada de los voluntarios supera ampliamente la respuesta del Gobierno y contrasta con la actitud de los partidos políticos, que tratan de competir entre sí con donaciones a los esfuerzos de socorro.

“Nos sentimos agradecidos”, dijo Vergara sobre los voluntarios. “Y decepcionados con el Gobierno”.

UN GRANITO DE ARENA

Aunque el terremoto no destruyó inmuebles en Huautla, el alcalde Miguel Medina dijo que 10 familias del poblado de unas 1,000 personas fueron evacuadas debido a daños en las estructuras.

Fortino García, un taxista de 48 años de Ciudad de Cuernavaca, se encontraba entre un grupo de personas que había viajado desde la capital para entregar ayuda a las comunidades de la zona.

Aunque aprobó la reacción del Gobierno al terremoto, criticó a muchos políticos que, según él, trataban de capitalizar la tragedia mediante la colocación de calcomanías con su nombre o el de su partido a donaciones que habían sido recolectadas por voluntarios.

“Desgraciadamente muchos políticos se están colgando de esto para hacer proselitismo”, dijo el taxista en la plaza principal de Huautla después de entregar pañales, toallas sanitarias y agua.

Algunas personas mostraron resentimiento sobre cómo la ayuda estaba siendo distribuida por los funcionarios de la localidad, a quienes acusan de seleccionar en su beneficio los suministros de mejor calidad y dejar a los pobladores el resto.

Sin embargo, Medina negó que él o alguno de sus empleados se hubiera beneficiado de la ayuda, que a su juicio proviene de todo el mundo.

“Gente de otros países han venido para darnos su granito de arena”, dijo. “Estamos muy sorprendidos y agradecidos”.

Sin embargo, los rumores de supuestos manejos oscuros de las donaciones se podían encontrar casi en cada esquina.

Como gran parte de México, el crimen y la violencia en Huautla han aumentado dramáticamente en los últimos años, según un comerciante que se negó a revelar su nombre por miedo y que agregó que algunos pobladores tomaron las armas el mes pasado y se instalaron en la entrada de la ciudad para alejar a extraños.

En julio, dijo, una anciana fue asesinada cuando intentó evitar un robo en su casa, algo que antes no se había oído en este tranquilo asentamiento agrícola.

Dado el impacto de la inundación, el terremoto y la creciente violencia, el comerciante dijo estar menos optimista sobre el futuro de su hija adolescente, que lo escuchaba hablar a su lado.

“Estamos con miedo”, dijo el comerciante. “Ya no es como antes”.



JMRS
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