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Javier Duarte renuncia a la gobernatura de Veracruz, pero para muchos es muy poco y muy tarde

2016-10-13

Pero ante la gravedad de las acusaciones y la ensombrecida reputación del gobernador...

Paulina Villegas, The New York Times

Javier Duarte, el gobernador de Veracruz y uno de los dirigentes más polémicos del Partido Revolucionario Institucional, presentó al poder legislativo de su estado una solicitud de licencia para ausentarse del cargo a 48 días de concluir su mandato.

En medio de una serie de acusaciones de corrupción, malversación de fondos y el aumento de los homicidios (Veracruz tiene la tasa de asesinatos de periodistas más alta del país), Duarte también deja a su estado en ruinas: es la entidad con la tercera deuda más grande de México.

Los analistas argumentan que esta decisión es el resultado de la creciente presión del gobierno federal, entre ellos de Enrique Ochoa, el nuevo líder nacional del PRI, quien ha intentado que esa organización tenga una política de tolerancia cero con la corrupción.

Pero ante la gravedad de las acusaciones y la ensombrecida reputación del gobernador saliente, muchos creen que el hecho de pedir una licencia para separarse del cargo no representa un verdadero castigo.

En una entrevista con los medios nacionales Duarte dijo que se marcha con la “conciencia tranquila” y descartó las acusaciones de corrupción e impunidad en su contra como “infamias y calumnias sin sustento”. Aseguró que se retira del cargo “porque ya es tiempo de atender estas denuncias”.

Para el historiador y analista político Sergio Aguayo “es muy poco y muy tarde”.

“Ni el PRI ni el presidente tienen nada de que presumir al día de hoy”, dice Aguayo. “Si lo que quieren es dar un ejemplo de no tolerancia a la corrupción, esta licencia tiene que venir con un arresto y encarcelamiento de Duarte, además de procesar a otros gobernadores corruptos que ya concluyeron sus mandatos”.

El mes pasado la Procuraduría General de la República (PGR) se encargó de dos investigaciones de la Fiscalía General de Justicia de Veracruz contra el gobernador y otros funcionarios estatales por enriquecimiento ilícito, peculado e incumplimiento del deber legal.

Duarte negó todas las acusaciones, en particular las más recientes que lo acusan de estar vinculado con decenas de empresas fantasma que han ganado contratos estatales, asegurando que no se ha robado “ni un solo peso”.

Durante las recientes elecciones estatales para la gobernación, en medio de una intensa y agresiva campaña de críticas e imputaciones, el candidato Miguel Ángel Yunes, hoy gobernador electo, acusó a Duarte de tener nexos con grupos del crimen organizado y de proteger a sus altos funcionarios de seguridad.

Muchos mexicanos consideran a Duarte como la personificación de las viejas formas de hacer política enraizadas en prácticas corruptas y en una profunda impunidad.

Parte del descrédito político del gobernador se basaba en lo que los defensores de derechos humanos y críticos han calificado como su desprecio por la libertad de expresión y por representar el paradigma de una clase política que no le rinde cuentas a la sociedad.

“Veracruz ejemplifica la degradación que ha vivido el Estado mexicano, el debilitamiento de sus instituciones, la forma en que el crimen organizado penetró el estado y se apoderó de sus recursos naturales como el petróleo y cómo los funcionarios estatales permitieron que eso sucediera”, señala Aguayo.

Veracruz es uno de los estados más complejos y ricos del país. Tiene una de las tasas de homicidios más elevadas de México —que incluyen a 17 periodistas asesinados durante la gestión de Duarte, según cifras de la organización de defensa de la libertad de expresión Artículo 19—  además de un creciente número de personas desaparecidas, en su mayoría jóvenes.

Al ser cuestionado por las agresiones a los periodistas, el funcionario declaró que conocía bien a aquellos reporteros “que andaban en malos pasos”, refiriéndose a los comunicadores que, según él, tenían vínculos con grupos delictivos. “Vamos a sacudir el árbol y se van a caer muchas manzanas podridas”.

Su renuncia no solo es considerada un castigo insuficiente sino que, para algunos, es todo lo contrario.

Según Aguayo “es un himno a la impunidad, porque se va después de haber hecho destrozos, saquear las finanzas estatales y tolerar un sinnúmero de asesinatos. En vez de hacerlo cuando le faltan 48 días, debió haberse ido hace tres años”.



JMRS

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