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La parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro


2023-08-29

Enrique Cases

Es la única parábola que tiene un nombre propio es la del rico Epulón y el pobre Lázaro

Dice así: "había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes. Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros acercándose le lamían sus llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán; murió también el rico y fue sepultado. Estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando sus ojos vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno; y gritando, dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas llamas.

Contestó Abrahán: Hijo, acuérdate de que tú recibiste bienes durante tu vida y Lázaro, en cambio, males; ahora, pues, aquí él es consolado y tú atormentado. Además de todo esto, entre vosotros y nosotros hay interpuesto un gran abismo, de modo que los que quieren atravesar de aquí a vosotros, no pueden; ni pueden pasar de ahí a nosotros. Y dijo: Te ruego entonces, padre, que le envíes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, para que les advierta y no vengan también a este lugar de tormentos. Pero replicó Abrahán: Tienen a Moisés y a los Profetas. ¡Que los oigan! El dijo: No, padre Abrahán; pero si alguno de entre los muertos va a ellos, se convertirán. Y les dijo: Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque uno de los muertos resucite"(Lc).

El uso de los bienes materiales es el criterio de juicio para entrar en el cielo -llamado entonces seno de Abraham pues aún no había resucitado Cristo que abre la posibilidad de una felicidad inimaginable en Dios- o en el infierno -llamado seol o lugar de castigo para las almas pecadoras obstinadas-. La conversión no ha de venir a raíz de milagros, ni de muertos que vuelven a la tierra; pues ya tienen la Ley moral en la Escritura o en sus corazones, sino en el deseo de cumplir la voluntad de Dios que todo judío conocía por la Ley y las Escrituras y todo hombre tiene inscrita en su corazón como ley natural.

Si estas palabras fueron dichas en Jericó, conviene recordar que es un oasis, rico en agua y vegetación, con muchos frutales y de clima tropical, rodeado de desiertos, fértil y generoso. En aquellos tiempos tenía construcciones riquísimas hechas por el rey Herodes.



JMRS


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