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«Encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre»


2024-01-01

Evangelio, Lucas 2,16-21

«Se le dio el nombre de Jesús»

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel Niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.

Reflexión

Llucià Pou Sabaté

«Todos los que lo oyeron se maravillaban»

El Evangelio nos dice que “los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre”. Queremos nosotros también seguir la voz de los ángeles, como los pastores, hasta ver al Niño con su Madre, estar ahí en actitud contemplativa, y adorar con los ángeles al Niño que es lo más grande del mundo, que se nos aparece en medio de gente sencilla, con los pequeños: “Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores”.

Le pedimos a la Virgen María ser sencillos, no complicarnos la vida, no ser orgullosos, hacer enseguida las paces, no decir mentiras sino la verdad. Comenzamos el año de la mano de la Virgen con el propósito de dar gracias cada día a Dios por las cosas buenas que nos da, pedir perdón por lo que no hacemos bien, y ayuda para mejorar cada día, para llevar paz a nuestro alrededor y así hacer que haya paz en el mundo. Es verdad que una cosa pequeña no lo cambia todo, pero así como una gota de agua es poca cosa pero sin cada gota no habría mar, así con detalles de amor haremos que las heridas que muchos tienen no vayan sangrando nunca más, que todas las personas se sientan unidas como hijos de Dios, y la familia  humana viva feliz.

“Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la  mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo, desde  el trono real” (Sab 18,14-15). Bajó Dios del cielo en Navidad encarnado, como dice san Agustín Dios desposa la carne en el tálamo nupcial del seno de María. Él es la luz, la paz… viene por María, Madre de Dios y Madre nuestra, que sabe que Jesús nos trae la salvación, y por eso nos dice: “Haced lo que Él os diga…”

Es la gran fiesta de la Maternidad de María, con ella comenzamos el año. Antes se celebraba el día 11 de octubre, pero es mucho mejor que se celebre dentro de la Navidad, porque el nacimiento de Jesús y la maternidad divina son aspectos de un mismo hecho. Hay gente que duda, en nuestro tiempo como al principio, de si podía llamarse no sólo madre de Jesús sino Madre de Dios. S. Cirilo de Alejandría resume esta doctrina: “Me extraña en gran manera que haya alguien que tenga alguna duda de si la Santísima Virgen ha de ser llamada Madre de Dios. Si nuestro Señor Jesucristo es Dios ¿por qué razón las Santísima Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe que nos ha transmitieron los discípulos del Señor, aunque no emplearon esta misma expresión. Así nos lo han enseñado también los Santos Padres”.

 “Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. La maternidad divina es el hecho esencial que ilumina toda la vida de María y el fundamento de todos los privilegios con que Dios ha adornado a la Virgen. Hoy  recordamos y veneramos el misterio por el que María, por obra y gracia del Espíritu Santo, y sin perder la gloria de su virginidad, ha engendrado y ha dado a luz al Verbo encarnado. Hoy es un buen día sobre todo para agradecer al Señor de la mano de María el año que terminó y la perseverancia en querer seguirle, y pedirle –es maestra de contemplación- la gracia de la oración, perseverancia en el año que empieza, fidelidad a nuestra llamada cristiana, en una lucha viva y esperanzada.

“Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho”. La adoración del Niño les llena el corazón de entusiasmo por comunicar lo que han visto y oído, y la comunicación de lo que han visto y oído los conduce hasta la plegaria de alabanza y de acción de gracias, a la glorificación del Señor.

Luego llevaron el niño al templo y “le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción”. Jesús (Salvador) será también llamado Cristo (o Mesías en su lengua, Ungido de Dios). Así se cumple la profecía de que vendrá Enmanuel (Dios con nosotros).



JMRS


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