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Familias de todo México buscan a desaparecidos entre cadáveres de Tamaulipas


2011-04-17

Por Leticia Pineda, AFP

MÉXICO- Como otras personas que buscan desde hace semanas o meses a familiares desaparecidos, Isabel acudió a la fiscalía federal de México para averiguar si su esposo está entre los 145 cuerpos desenterrados en los últimos días de fosas de un pueblo de Tamaulipas (noreste).

"Sólo iba a trabajar y desapareció", dijo el viernes a la AFP Isabel, quien pide guardar el anonimato de su marido, mientras espera en el exterior de la fiscalía en Ciudad de México.

Hasta una morgue de la capital han sido trasladados unos 70 cadáveres de los 145 encontrados en fosas clandestinas desde primero de abril en San Fernando (Tamaulipas), ubicado a 160 km de la frontera con Estados Unidos y donde en agosto pasado ya fueron asesinados 72 inmigrantes de Centro y Suramérica.

El esposo de Isabel salió el 17 de marzo del estado de Hidalgo (centro) con un grupo de amigos con los que pretendía llegar a Texas para trabajar como migrante indocumentado.

"Una persona que viajaba en el mismo autobús llamó al pariente nuestro que lo esperaba en Texas para decirle que un retén de hombres armados detuvo el camión y bajó a tres hombres, entre ellos a mi esposo", narró Isabel, de 43 años.

Al igual que la matanza de inmigrantes en agosto, las autoridades mexicanas han atribuido los crímenes de las personas desenterradas al sanguinario cártel de Los Zetas, que, según las primeras versiones, detiene autobuses en esa zona para secuestrar pasajeros que después asesinan.

Sin embargo, entre las personas que han llegado a la fiscalía desde diferentes distritos del país hay muchos que señalan que sus parientes desaparecidos no eran migrantes ni viajaban en autobús.

Como el mexicano Pablo, quien la madrugada del 20 de octubre viajaba por el estado de Coahuila (norte) con seis parientes, también desaparecidos, en un camión cargado de mercancía que iban a vender en el norte del país.

"Hombres armados nos están agarrando", alcanzó a gritar Pablo antes de que le arrebataran el celular cuando dormía en el vehículo a la orilla de una carretera.

"Fue la última vez que supimos algo de ellos", recuerda María Ponce, hermana de Pablo, un campesino de 49 años que fabrica sillas artesanales en el estado de Michoacán (oeste).

Ni la familia de Isabel ni la de Pablo recibieron algún llamado de los captores exigiendo un rescate económico, como frecuentemente sucede con los secuestros en México.

Las fiscalías estatales no dieron respuesta a sus denuncias y, en el caso de Pablo, la de Coahuila recientemente dijo que había sido cerrado.

Lo mismo sucedió con la familia de Primitivo, cuyo hijo de 46 años y su novia de 22 salieron en una camioneta el 20 de noviembre de Michoacán, ubicado a unos 800 km al suroeste de Tamaulipas.

Los desaparecidos, de los que Primitivo prefiere no ofrecer los nombres, eran comerciantes que iban a comprar ropa a la estadounidense Laredo, fronteriza con Tamaulipas, para venderla en Michoacán.

"Con la camioneta que traían, 'pos' (pues) a lo mejor se lo llevaron Los Zetas", les dijeron funcionarios de la fiscalía de Tamaulipas cuando fueron a denunciar.

En la fiscalía, los familiares aguardaban para que se les extrajera sangre para una prueba de ADN, cuyos resultados serán cotejados con un registro integrado con pruebas practicadas a los 145 cadáveres de San Fernando.

Tamaulipas, ubicado sobre el Golfo de México, vive una sangrienta guerra entre el cártel del Golfo y sus antiguos aliados de Los Zetas, una organización liderada por ex militares desertores.

Hasta diciembre de 2010 unas 34.600 personas habían sido asesinadas en México desde que el presidente Felipe Calderón lanzó en diciembre de 2006 una ofensiva con 50,000 militares contra los cárteles de la droga.



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