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Inmigración


2007-01-21

El tema de la inmigración, prueba clave, dice un obispo estadounidense

FÉNIX (ARIZONA), domingo (ZENIT.org).- El debate de la inmigración en los Estados Unidos es una prueba del carácter nacional y una oportunidad de permanecer fieles a la historia y a los ideales del país, considera el arzobispo de San Antonio.

"Jesucristo es el modelo de cómo deberíamos liderar y gobernar. Los verdaderos líderes tienen que estar abiertos a los dones del Espíritu Santo", expresó el arzobispo José Gómez -de la citada circunscripción eclesiástica estadounidense- este martes cuando visitó Fénix con ocasión de la Misa Roja anual de esta diócesis.

La Misa Roja tradicionalmente cuenta con la participación de jueces, abogados y funcionarios gubernamentales. Toma su nombre de las vestiduras rojas que lleva el celebrante y los participantes. En la liturgia católica, los ornamentos rojos simbolizan al Espíritu Santo. Además, los jueces y doctores en Derecho llevan vestimentas rojas.

El arzobispo habló a los líderes sobre los desafíos de ser fieles a sus creencias en la esfera pública.

"Somos católicos y estadounidenses -dijo-. Nunca deberíamos ser obligados a elegir entre estas dos identidades. Debemos vivir cada día en esta cultura como hombres y mujeres de fe".

El arzobispo Gómez, de 55 años, recordó la herencia católica de los estados sudoccidentales, especialmente en la perspectiva de los actuales debates sobre la ley de inmigración.

"Compartiendo una frontera con nuestros hermanos y hermanas de México, vosotros os encontráis, como nosotros en Texas, ante una gran prueba de nuestro carácter nacional -dijo-, un debate que determinará si permanecemos fieles a la historia y los ideales de nuestro país".

"Cualquier cosa que hagamos por los pobres y afligidos -o contra ellos- lo hacemos por o contra Cristo -dijo el arzobispo, citando el evangelio de Mateo-. Por esto defendemos la dignidad de la persona humana. Por esto, incluso en una economía complicada y globalizada, trabajamos por leyes que promuevan la paz, la justicia, y la reconciliación cultural y social, y el amor a nuestro prójimo".

El arzobispo abordó el tema de la inmigración apuntando: "El Evangelio hoy nos da alguna perspectiva sobre este debate. El Señor en su parábola nos recuerda que todos nosotros éramos extranjeros en una tierra que no es nuestra, sino que pertenece a Dios".

El prelado se centró en la historia de Arizona, mencionando que el área geográfica fue evangelizada por misioneros que hablaban español: "Mucho antes de que los Estados Unidos de América fuera incluso una idea, esta tierra era católica. La Santa Misa se celebraba aquí, en aquel tiempo en latín".

"Cada estadounidense hoy -siguió-, de alguna forma encuentra sus raíces en las grandes misiones hispano-católicas de los siglos XVI y XVII. Esto lo sentimos profundamente aquí, en el sudoeste. En otras partes de nuestro país, los estadounidenses orgullosamente remontan sus raíces más profundamente a las primeras misiones católicas de inmigrantes de otras  tierras extranjeras, Francia, Polonia, Alemania, Irlanda e Italia.

"Pero todos nosotros somos estadounidenses, y la mayoría de nosotros hijos de inmigrantes. Y todos nosotros somos herederos del legado del Evangelio creído y orado aquí por los primeros colonizadores de nuestro país", añadió.

El arzobispo Gómez animó a los líderes públicos a resistir las presiones de privatizar la religión: "La razón por la que nosotros siempre estamos luchando sobre los temas Iglesia-Estado y libertad religiosa, en nuestros tribunales y legislaturas, es que aquí hay fuertes presiones para suprimir y privatizar la religión".

"Aquellos que nos dicen que la fe es algo que deberíamos guardar para nosotros mismos, que no debería tener influencia en cómo votamos y actuamos, no están promoviendo la tolerancia o la neutralidad gubernamental hacia la religión -alertó-. Están promoviendo la hostilidad hacia la religión".

"El ateísmo práctico está peligrosamente cerca de convertirse en nuestra religión de Estado de facto -subrayó el prelado-. Lo que quiero decir es que, cada vez más, en orden a vivir en nuestra sociedad, a participar en su vida económica y política, a la gente se le pide que se
conduzca como si Dios no existiera".

Pero "cuando se olvida a Dios, la persona humana y el bien común se olvidan también", concluyó.



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