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María, causa de nuestra alegría
Por: Pedro García Si queremos vivir alegres, en un ambiente de tristeza, ¿por qué no contamos más con María? Se ha observado muchas veces dentro de nuestro entorno religioso que las almas amantes de la Virgen María gozan y esparcen una alegría especial. Es un hecho comprobado y que nadie puede negar. La Virgen arrastra a multitudes hacia sus santuarios. Ante su imagen se congregan las gentes con flores, con velas, y rezan y cantan con fervor y entusiasmo inigualable. Y sobre ese ambiente flota un aire de paz y de alegría que no se da en otras partes. ¿Por qué será?... Una respuesta nos sale espontánea de los labios, y no nos equivocamos: ¡Pues, porque están con la Madre!... Aún podemos avanzar un poco más en nuestra pregunta, y plantear la cuestión de otra manera diferente. Esto que nos pasa a todos en el seno del hogar cuando contamos con la bendición de una madre, es también la realidad que se vive en la Iglesia. Dios ha querido que en su Iglesia no falte la madre, para que en esa casa y en ese hogar del cristiano, como es la Iglesia, no sea posible la tristeza, pues se contará en ella con el ser querido que es siempre causa de alegría. Por eso el pueblo cristiano, con ese instinto tan certero que tiene --como que está guiado por el Espíritu Santo-- llama a María Causa de nuestra alegría. - Y sonría, sonría, con la protección de la Virgen cada día. Habían cambiado el nombre de una pasta dentífrica por el nombre más hermoso, el de la Virgen. ¡Bien por la imaginación de nuestros simpáticos muchachos!... María, al dar amor, llenará de alegría, de canciones y de flores el mundo; porque, donde existe el amor, no mueren ni menguan nunca la felicidad, la belleza, el cantar... Alegría la más sana. Cantar el más puro a la más pura de las mujeres. Con María, las caras aparecen radiantes, con la sonrisa siempre a flor de labios, como un rayo primaveral. Ser apóstol de María es ser apóstol de la felicidad. Llevemos María al que sufre soledad, y le haremos sonreír. Llevemos María al tímido, y lo convertiremos en decidido y emprendedor. Llevemos María al triste, y el que padece comenzará a disfrutar. Llevemos María al anciano, y lo veremos volver a los años felices de la juventud. Llevemos María al pecador, y veremos cómo el culpable vuelve muy pronto a su Dios. Llevemos María a nuestro propio hogar, y veremos lo que será nuestra familia con dos madres juntas, que no son rivales celosas, sino dos amigas inseparables. Llevemos María a nuestros amigos, ¡y sabremos lo que es amarnos con una mujer como Ella en medio del grupo!... Hemos dicho antes que la piedad cristiana, siempre conducida por el Espíritu Santo, llama a la Virgen: Causa de nuestra alegría. No puede ser de otra manera. Porque María nos trae y nos da siempre a Jesús, el que es el gozo del Padre, el pasmo de los Angeles, la dicha colmada de los Santos. - Sonría, sonría, con la protección de la Virgen cada día.... JMRS |
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