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Peña se ensaña con el PRI


2016-07-14

Juan Manuel Asai / La Crónica

La disciplina partidista es un bien político no renovable. Puede agotarse. Algunos partidos, como el PRI, tienen grandes reservas probadas, pero hay que usar la disciplina con prudencia, no derrocharla. En la historia moderna del partido hay periodos en los que la disciplina se agotó. Sobrevinieron rupturas que cambiaron el panorama del quehacer político en el país. Enrique Peña se ensaña con el PRI. Lo maltrata a la vista de todos. Busca sacar provecho personal y para su grupo compacto. El dedazo flamígero para ungir a Enrique Ochoa y la ofensiva de la PGR contra los gobernadores de Veracruz y Quintana Roo lo demuestran.

Peña Nieto obligó a los dirigentes de los sectores del PRI a comerse unas tapas de sapos frente a la prensa y decir que lo mejor que le pudo pasar al partido fue que el ex director general de la Comisión Federal de Electricidad llegara a dirigirlo. Un señor que nunca ha competido por un puesto de elección popular, es ahora el dirigente del partido en el poder con la misión de ganar elecciones. ¿Muy extraño, no les parece? Para hacer el nombramiento, el jefe político real del partido consultó con el subjefe, o sea Luis Videgaray. Una vez que los dos se pusieron de acuerdo echaron a andar la maquinaria, con el resultado de que Ochoa es candidato único en un partido plagado de aspirantes, con todo lo que eso significa.

Tal vez Ochoa resulte ser el genio de la lámpara maravillosa. No es una chamba sencilla, ni siquiera para él que solía sacarse puros dieces en la escuela. Lo que no tiene discusión es que su arribo gastó una sobredosis de disciplina partidista que es un recurso no renovable. Se puede agotar. No se percibe entusiasmo, ni nada parecido. Se acata, se aplaude, pero no hay compromiso. Algo similar ocurre con los destapes priistas para candidatos a gobernador en diversos estados de la república. Los que pierden no hacen olas, lloran en las sombras, pero tampoco trabajan, dejan solo al ganador.

Ofensiva a destiempo

 A muchos militantes y simpatizantes del PRI les cayó como cubetada de agua helada la publicitada ofensiva de la PGR en contra de los gobernadores Duarte y Borge, que son dos tipos impresentables y por eso perdieron. La pregunta que se hacen los priistas es por qué el Ejecutivo Federal no se movió antes de las elecciones y no después, cuando el daño para el partido estaba hecho. ¿Le quiere facilitar las cosas a Yunes y a Carlos Joaquín? ¿A cambio de qué?

Yunes no es una blanca paloma necesitada de consuelo, es el cuervo más negro. Escuché de gente del puerto una broma cruel, pero ilustrativa. Qué diferencia hay entre los Yunes y los Corleone. Ninguna. Son como dos gotas de agua. Y con respecto al gobernador electo de Quintana Roo, Carlos Joaquín, sólo hay que decir una cosa: traicionó a su partido. Es un pecado político mortal, o debería serlo. La consecuencia es que ahora se le premia, se le pone en charola de plata la cabeza de su adversario. Las suspicacias brotan de manera natural. ¿Estamos antes dos casos de arreglos previos? No pido, para evitar malas interpretaciones, que Duarte y Borge permanezcan impunes. Si la deben que la paguen. Sostengo que ir por ellos justo ahora cuando el partido está en la lona, lastima a un sector de la militancia del tricolor. Hay disciplina, pero también molestia.



JMRS


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