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La forma inteligente de discutir con sus hijos adolescentes


2016-11-16

Andrea Petersen, The Wall Street Journal

El adversario más formidable en una discusión puede ser un joven adolescente.

Entre las edades de 10 y 13 años, los conflictos con los padres se multiplican. A esta edad, los hijos pasan a ser más independientes y comienzan a forjar sus identidades. Al mismo tiempo, el desarrollo del cerebro los vuelve más impulsivos, buscan sensaciones más fuertes y son más susceptibles a la presión de sus padres. Todos estos cambios pueden tomar a los padres por sorpresa, en especial porque en el período previo a la adolescencia suele reinar la armonía.

En el caso de los padres, aprender a dialogar en forma efectiva con los preadolescentes y los jóvenes adolescentes es una destreza crucial. Los desacuerdos sobre el tiempo que pasan frente a las pantallas de la computadora y el televisor o las salidas con los amigos pueden sentar las bases para conflictos sobre temas más importantes, como las relaciones sexuales y el alcohol que surgen más adelante.

Los terapeutas recalcan que los adolescentes que discuten son saludables. Están aprendiendo a manejar desacuerdos y defender sus puntos de vista, habilidades que son fundamentales para abordar las relaciones entre adultos. Las discusiones también reflejan que los hijos se están emancipando de sus padres y estableciendo su identidad.

“Lo preocupante es que no se produzcan discusiones”, señala Brad Sachs, psicólogo de familia de Columbia, Mariland. Los hijos más sumisos “tal vez no estén haciendo el arduo trabajo necesario para cultivar una identidad independiente”, señala.

Carl Pickhardt, psicólogo y autor que vive en Austin, Texas, afirma que las discusiones entre padres y adolescentes también revelan información importante sobre lo que está ocurriendo con los jóvenes y lo que consideran relevante. “Lo que no quiere es que su hijo misterioso”, asevera.

¿Cuál es la mejor forma de discutir con un adolescente? Los psicólogos apuntan a ciertas estrategias. Lo primero es saber en qué aspectos está dispuesto a ceder para llegar a un compromiso. Alan Kazdin, profesor de psicología y psiquiatría infantil de la Universidad de Yale, recomienda que los padres piensen 10 años en el futuro. Luego, que hagan compromisos sobre cosas temporales, como maquillaje gótico o dejar la rapa sucia tirada en el suelo, y se mantengan firmes en los aspectos permanentes, como los tatuajes.

“Los padres se equivocan cuando creen que una cosa mala llevará a la otra. Si cedo en esto, todo se desmoronará. La verdad es lo contrario”. Cuando los padres son muy rígidos, aumenta la probabilidad de que los hijos sean más peleadores”, manifiesta.

El experto sugiere que, en lugar de ello, los padres piensen en tres posibles soluciones y dejen que su hijo haga lo que estime más conveniente. Subraya que los padres deben escuchar los puntos de vista de sus hijos, dejar de lado el sarcasmo y las palabras ofensivas y no traer a colación conductas del pasado. Los padres, no obstante, no deben aceptar un lenguaje irrespetuoso y deben advertirle a sus retoños que si comienzan los insultos la conversación termina. También es importante elogiarlos cuando se portan bien y es una herramienta mucho más efectiva para cambiar una conducta que los castigos.

Por tentador que sea, recurrir a los gritos no ayuda. Los hijos se pueden sentir intimidados o superados y es improbable que aprendan las lecciones que el adulto trata de impartir. Además, es más probable que los adolescentes discutan a gritos cuando sean adultos.

Adrienne Rizzo señala que la mayoría de las discusiones con su hija Jaylen, de 11 años, giran en torno al aseo de su dormitorio, que ella no quiere hacer, y ducharse en la tarde, que la niña demora más de la cuenta porque prefiere pasar más tiempo en YouTube o jugando Pokémon Go.

“Estoy sumamente cansada y no siento ganas de levantarme”, dice Jaylen, quien cursa sexto año en Nueva Jersey, sobre sus duchas vespertinas. Rizzo reconoce que alzar la voz no ayuda. Jaylen se da vuelta y pregunta ¿“Por qué siempre tienes que gritar?”, cuenta. En vez de ello, Rizzo halla que cuando mantiene su tono de voz bajo es más probable que su hija la escuche.

Cuando la situación se acalora, Rizzo dice que la herramienta más efectiva es mantener la compostura y alejarse. Una victoria en una discusión con un adolescente no será muy satisfactoria para los padres. No espere que el adolescente le diga “tenías razón”.

Los psicólogos señalan que los padres tienen que hallar un delicado equilibrio entre no ser demasiado permisivo ni demasiado estricto con los adolescentes. Si son muy relajados, perderán la autoridad para fijar límites más adelante a actividades que puedan ser peligrosas. Por otro lado, si prohíben las discusiones y exigen una obediencia absoluta, los adolescentes jamás aprenderán a defender sus puntos de vista y negociar con otros. “Son más susceptibles a la presión de sus pares porque no están acostumbrados a que su opinión sea tomada en cuenta”, dice Joseph P. Allen, profesor de psicología de la Universidad de Virginia. “Cuando sus pares les dicen que hay que tomar cerveza detrás de la escuela, ellos contestan que bueno”.

Kali Scolnick y Jeff Markle cuentan que les dan a sus hijos Corbin, de 13 años, y Kai, de 11 años, una buena dosis de autonomía a la hora de decidir como pasar su tiempo libre. El matrimonio, sin embargo, tiene algunas reglas que no son negociables. Sus hijos no pueden asociarse con muchachos que usan alcohol o drogas y están obligados a asistir a todas las actividades importantes de familia, incluyendo los partidos en los que juegan los hermanos.

“Todos vamos y nos apoyamos mutuamente”, dice Scolnick, quien tiene una empresa de consultoría en Portland, Oregon. Hace unas semanas, cuando Kai participaba en un torneo de kung fu y Corbin quería quedarse en casa durmiendo para luego encontrarse con sus amigos, el matrimonio no cedió. Corbin, insistió en su postura.

“Claro que lo apoyo”, dijo a sus padres. “Pero no creo que irlo a ver es una forma de estar con él”, manifestó. La discusión prosiguió hasta que ambos padres le dieron un ultimátum: o los acompañaba a ver el torneo de su hermano o perdía el acceso al teléfono, el televisor y la computadora. “No pasó mucho tiempo antes de que se subiera al auto”, dijo Markle, quien trabaja en el negocio de transporte.

Corbin señala que cuando llegó al evento, pensó que “tal vez no haya sido tan mala idea, Entendí lo que trataban de inculcarme”.

Eso no significa que espera que la situación se resuelva rápidamente la próxima vez que tenga un conflicto con sus padres. “Lo paso bien discutiendo”, confiesa. “Es parte de ser un adolescente”.



JMRS


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