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Peña Nieto y Trump, en la catástrofe


2017-01-03

Víctor Flores Olea, La Jornada

Naturalmente ni se trata, ni mucho menos, de intentar un resumen así sea apretado, de importantes acontecimientos del 2016, sino apenas de un comentario breve sobre un par de hechos que, de todos modos, para México el primero, y para el mundo entero el segundo, se presentan como de la más alta importancia, desafortunadamente en el sentido negativo

Primero, mencionaré la puesta en marcha de la privatización de los energéticos en México, cuyo significado histórico no parece discutirse más sino sólo su traducción en cifras, que ya de por sí resulta siniestro. Para la gran mayoría, las opciones de fondo prácticamente no se han discutido, salvo que para muchos las opciones más probables a seguir con el modelo anterior conducía necesariamente a más recortes al gasto público, más deuda para el país o a la imposición de mayores impuestos (esto nos lo dice en su propaganda por ejemplo el Secretario Meade), o para el Banco de México para el que lo más relevante es que se amenaza la meta inflacionaria del cuatro por ciento calculada por esa Institución.

Por supuesto que en esta ruta de la privatización de los energéticos, ya surgen diversidad de fuertes protestas y rechazos populares, sintetizando prácticamente el único sentir popular: otra vez una medida del gobierno destinada exclusivamente a hacer más ricos a los más ricos y  más pobres a los más pobres, es decir, que continúa irresponsablemente y sin ningún reparo de la conciencia a continuar la jauja de la explotación de los más pobres o no tan pobres por quienes tienen los recursos, ahora también directamente extranjeros en nuestro país.

Pero por el otro lado se alistan campesinos, obreros y gente de la clase media para exigir a Peña Nieto que suspenda las alzas a los combustibles que ya se ve forma parte de una cadena en el alza de los precios de prácticamente todos los bienes de consumo sobre todo de aquellos más necesarios a las clases de menores ingresos, a los más abandonados a su suerte en esta sociedad en la que sólo parecen beneficiarse, por voluntad del gobierno, los que más tienen

Por ejemplo en Chihuahua, a partir del 2 de enero, se tomarán carreteras, casetas de cobro y vías de ferrocarril. La cuestión es tan grave que se ha ya transmitido al país entero una sensación de ruptura tal vez irreversible entre las clases populares y las clases adineradas y el gobierno, que las favorece hasta ese punto. Por supuesto, Andrés Manuel López Obrador, en plena congruencia con su línea política, asegura que la “reforma energética se aprobó, entre otras cosas, para entregar a empresas particulares, sobre todo extranjeras, el jugosísimo negocio de la compra de las gasolinas al extranjero, negocio que se calcula en 20 mil millones de dólares al año”.

En un video difundido ayer (en su cuenta de Facebook), indicó además López Obrador que el jefe del Ejecutivo Enrique Peña Nieto otorgó permisos para importar 60 por ciento de la gasolina que se consume en el país a dos empresas extranjeras y a una mexicana, mientras que Pemex Internacional dejará de comprarla. Apuntó que por ese “negocio que se está fraguando desde el poder para beneficio de unos cuantos”, se está disparando el precio de las gasolinas, y hay que agregar, dijo, el “ingrediente de la ineficacia y la corrupción”. Planteó que hay sobornos de por medio y consideró que en comparación con la compra de la gasolina en el extranjero, la privatización en curso de los hidrocarburos en México, los negocios de Joaquín el Chapo Guzmán son minucias. Son “500 mil barriles diarios (de combustible) lo que se está comprando ahora, porque las seis refinerías del país están operando al 40 por ciento de su capacidad”, afirmó.

Otros grupos y movimientos sociales, por ejemplo el Barzón, anuncia ya diversas manifestaciones de oposición a estas medidas, juzgando que perjudican sobre todo a las clases más pobres y que propician ya una ruptura política y social de gran envergadura en México. Preguntamos nosotros ¿estamos ya al borde de una nueva guerra civil, o de una ruptura revolucionaria?

Pero vale la pena también referirse en este artículo a ese otro hecho que pone ya muy serias tensiones en el mundo internacional. Hablo de las posibles relaciones futuras entre las potencias mundiales, no tan lejano ese futuro porque podrían iniciarse el próximo 18 de enero de 2017, con la entronización de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos.

Por supuesto, el hecho de que Barack Obama expulse a 35 diplomáticos rusos, en realidad designados como agentes de la inteligencia rusa en Estados Unidos, acusados de haber intervenido a través de los sistemas digitales para influir en los resultados de las últimas elecciones estadunidenses, y “por tratar de erosionar la fe en de democracia”, ordenando además el cierre de instalaciones de Rusia, refuerza grandemente la posibilidad de que pronto se constituya y fortalezca el "eje diplomático” y, a la postre, de intereses geopolíticos y estratégicos entre Washington y Moscú, esencialmente en contra de China y los países aliados de esta potencia en la región, reproduciría en buena medida la situación de guerra fría que conocimos después de la Segunda Guerra Mundial, entre Washington y Moscú, que varias veces se acercó al holocausto nuclear y que, por fortuna, la presencia de hombres sensatos aquí y allá detuvo varias veces in extremis el peligro del fin del mundo. Pero ¿esta vez tendremos esa suerte?

Muchos lo dudan por la aparición en el escenario de un personaje como Donald Trump. En mi último artículo en La Jornada me refería ya a pero ahora vuelvo a él porque las decisiones que comento, acompañadas de las últimas decisiones de Barack Obama, parecen reforzar esa posibilidad, además de que el propio Donald Trump, ahora en su Twitter, habló hace unos cuantos días de la necesidad de ¨fortalecer y ampliar¨ el arsenal nuclear de Estados Unidos, es decir, el mayo arsenal nuclear del mundo.

La simple mención de ese propósito por parte de un personaje como Trump, además de que se sabe que ya lleva a cabo reuniones con sus consejeros políticos y militares que lo ayudarán precisamente en esa tarea, asegura en todos los tonos, en público y en privado, que será uno de sus objetivos estrella para cumplir con sus electores en su compromiso de “hacer otra vez grande a Estados Unidos”. Aquí y allá parece entonces que vivimos en el desastre último sin escapatoria.



JMRS


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