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Tres grandes del periodismo analizan el impacto de las nuevas tecnologías en la profesión


2017-02-10

Rosa María Calaf, El País

Cada 24 de enero desde 1923, los periodistas celebran la festividad de Francisco de Sales, al que Pío XI designó patrón de su profesión. Los méritos de este obispo católico nacido en 1567 (santificado y elevado a la categoría de doctor de la iglesia después de su muerte) para representar a quienes se dedican al oficio de informar fueron, según el Papa, el rigor mostrado en sus escritos para combatir la reforma protestante. Al parecer Francisco tenía una capacidad asombrosa para escribir, editar y distribuir casa por casa en Chablais (localidad francesa en la que residía) las cartas en las que refutaba las tesis calvinistas. Casi como lo que hacen ahora los informadores sobre el terreno gracias a Internet. Francisco de Sales fue entonces, según cuentan, el primer prescriptor de noticias. Y si otorgamos credibilidad a la historia, desde el mismo origen de la profesión los periodistas tienen sobre su mesa idéntico dilema ético: lidiar con la objetividad de lo que cuentan. Demos por hecho que -por decirlo con suavidad- la opinión de Pío XI sobre el santo francés no puede considerarse totalmente inocente. Y, por lo tanto, los piropos que le dedica, como referirse a su “rigor” o su absoluto respeto por la verdad -incluso con la firme determinación para no “reducirla o disimularla” jamás-, vienen también teñidos de la razonable admiración que en él despertaba. En otras palabras: que las noticias siempre llegan filtradas por quien las elige, por cómo se distribuyen y por el profesional que las cuenta. Detrás de la información hay un punto de vista y la única defensa que tiene frente a esto quien recibe la información es la honestidad del periodista.

Esa honestidad es la que han intentado poner en práctica grandes nombres del periodismo como Oriana Fallaci, Walter Cronkite, Enrique Meneses, Anna Politkovskaya o Ryszard Kapuscinsky entre otros. Fue precisamente el polaco quien definió en una frase la condición más importante que debe tener quien busque dedicarse a informar: “para ser periodista hay que ser buena persona ante todo”. Todos cuantos se han dedicado al periodismo con honestidad buscaron siempre estar en el lugar adecuado, donde surgían las noticias, por arriesgado que fuera, para poder contarlas. Pero ahora, con la llegada de las nuevas tecnologías, la explosión de las redes sociales y la irrupción de nuevas formas de narrativa como la realidad virtual, el periodismo parece atravesar una nueva crisis. Ya no son los profesionales los que llegan primero, ya no son imprescindibles para difundir lo que sucede y, a veces, parecen utilizar un lenguaje desfasado respecto a las formas que atraen a los jóvenes.

La veterana periodista Rosa María Calaf cree, sin embargo, que los periodistas son, en estos tiempos en que abunda el ruido, más necesarios que nunca: “ver un acontecimiento en directo no quiere decir que sepas lo que pasa. Ese es otro de los grandes problemas de este momento, que se informa sólo de acontecimientos. Pero lo que sucede no sucede de repente y porque sí. Hay que saber el contexto. Hay que saber de dónde vienen las cosas, a dónde van y a quién interesan”. Esa es la parte que pueden aportar los profesionales de la información si se aplican en su trabajo con verdad y libertad, tratando de mantenerse ajenos a las presiones -inevitables- que reciben de los poderes políticos y económicos. Defender este tipo de periodismo, más honesto, puede ser un contrapeso imprescindible en un mundo injusto; y contribuirá sin duda a hacer cierta la frase de Gabriel García Márquez: “el periodismo es el mejor oficio del mundo”.



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