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Trump es Trump


2017-04-19

CARLOS ALONSO ZALDÍVAR, Política Exterior

Los líderes son expresión de las fuerzas que les han llevado al poder, y son también ellas las que van conformando sus acciones y limitaciones. Entender a Donald Trump requiere conocer cuáles son esas fuerzas, internas y externas, y cómo se han creado.

Tanto el éxito electoral de Donald Trump como las políticas que va apuntando son expresión de dos hechos. Uno es la división por mitades de la sociedad estadounidense. Otro es el fracaso de la pretensión de encajar a China, Rusia (y otros países) en un sistema internacional dominado por Occidente. Trump parece haber extraído dos conclusiones de esos hechos. La primera es que para gobernar una  sociedad dividida le conviene apoyarse en la mitad de los estadounidenses que están enfadados. La segunda es que a Estados Unidos le conviene tener las manos libres para conformar la nueva situación internacional que está emergiendo. Esos cuatro puntos me parecen claros. No puedo decir lo mismo sobre las consecuencias que la actuación de Trump pueda acarrear. Intentaré asomarme a esta cuestión, que se deriva del cuarto punto, pero antes me detendré en los tres primeros.

La sociedad estadounidense está profundamente dividida

Basta seguir la prensa y la televisión para comprobar que es así. Y, ¿cómo puede ocurrir eso en una sociedad asentada sobre el progreso de su clase media? Ocurre porque la clase media estadounidense vive un acusado declive. ¿Y a qué se debe ese declive? Por un lado, a que el crecimiento, pese a facilidades monetarias extraordinarias, no recupera los ritmos anteriores a la crisis. Algunos creen que eso pasará y se restablecerá la normalidad precrisis. Otros consideran que el bajo crecimiento es una nueva normalidad que ha llegado para quedarse; le llaman “estancamiento secular”. Se debe, dicen, a que los aumentos de productividad son menores desde hace decenios, al envejecimiento de la población y a otros factores. Y, de momento, los números lo confirman.

Por otro lado, está en curso un proceso de automatización de actividades productivas que tiene efectos graves en el mercado laboral y en la distribución de rentas. En esencia se trata de lo siguiente: mientras que en EU desde el final de la Segunda Guerra mundial hasta mediados de los años setenta la productividad creció a un promedio superior al 3% anual y la retribución al trabajo lo hizo a un ritmo solo un poco más bajo, desde mediados de los setenta hasta nuestros días la productividad viene creciendo a un promedio anual inferior al 2% y la retribución al trabajo a un promedio anual 10 veces más bajo (0,2%). Estos números reflejan el descenso de la productividad que asume la tesis del estancamiento secular. Ahora bien, su mayor interés reside en revelar que si hasta mediados de los años setenta la riqueza derivada de las ganancias de productividad se convirtió en gran medida en rentas del trabajo, impulsando la extensión de la clase media, tal cosa dejó de ocurrir a partir de entonces, y los propietarios del capital empezaron a apropiarse de casi la totalidad de esa riqueza provocando el declive de la clase media. ¿Cómo pudo ocurrir tal cosa? Porque la automatización permitió aumentar la productividad sin pagar más a los trabajadores ni crear nuevos puestos de trabajo.

Lo anterior conlleva un corolario humano. El deterioro de la clase media genera trabajadores precarios y pobres (parados, subempleados, empleados temporales y/o irregulares mal pagados a quienes se ha llamado “precariado”) que perciben que el sistema funciona en su contra. ¿El estancamiento, será secular o más breve? Ya lo veremos. ¿Hasta dónde llegará la automatización? Hoy corre, pero la física impone límites a la miniaturización, y un teorema de Alan Turing a la posibilidad de saber si un algoritmo va a pararse ofreciendo respuesta. Lo que es cierto es que la automatización no tiene marcha atrás. Hubo culturas que tardaron mucho tiempo en descubrir la rueda, pero ninguna dejó de usarla después de haberla descubierto.

¿Qué supone todo esto? Que vivimos tiempos en los que cabe esperar crecimientos pequeños, y la parte de crecimiento que proceda de aumentar la productividad vendrá de automatizar procesos y reducir mano de obra. Esto aumentará las rentas del capital, hará crecer el número de trabajadores precarios, reducirá los ingresos del Estado (que en su mayoría hoy proceden de las rentas del trabajo) y hará cada vez más difícil sostener el Estado de bienestar, algo que ya viene ocurriendo a diferentes escalas en todos los países industrializados. Corolario final: avanzamos hacia la desestabilización del sistema en que vivimos…



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