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Los payasos danzantes que rinden culto a lo sagrado en México


2017-05-02

Luján Agusti, The New York Times


Durante una procesión religiosa en Veracruz, México, Luján Agusti se encontró ante una visión peculiar: payasos. Sobresalían entre los participantes de una procesión hacia la iglesia colonial de Coatepec. Llevaban el rostro pintado y capirotes —además de nariz roja, pelucas y una mezcla de estampados contrastantes—, pero no iban haciéndose los graciosos en absoluto. Estos payasos danzaban con gracia y devoción.

Recién llegada a México, la fotógrafa argentina Agusti ignoraba la antigua relación entre la iglesia y los payasos en México. Acababa de mudarse al país para participar en un seminario en el Centro de la Imagen de Ciudad de México, una institución dedicada a la fotografía. Argentina es igualmente católico, pero ella nunca había escuchado hablar de payasos que fueran a la iglesia; al menos no vestidos de ese modo. Así que se acercó a uno y le preguntó el motivo de su vestimenta.

“Descubrí que, como muchas cosas en México, la tradición llegó con los españoles”, dijo Agusti. Como parte de su evangelización, los colonizadores españoles comenzaron a introducir rituales y festividades para generar empatía entre la población indígena. El payaso surgió como una fusión entre lo europeo y lo indígena, un personaje que combinó aspectos de ambas culturas.

“Los conquistadores recurrieron lo mismo a la violencia que a las celebraciones”, comentó Agusti. “Hay un dicho español: Por las buenas o por las malas”.

Con los payasos Agusti se encontró ante un tema que había estado explorando desde hacía algún tiempo en la Patagonia: el sincretismo, o la fusión de creencias inconexas en una religión. Los payasos de México aparecen para honrar a sus símbolos religiosos más queridos, como la Virgen de Guadalupe.

Se hacen presentes en festividades que celebran a los santos. Veracruz, un estado rico en celebraciones culturales y religiosas, está lleno de payasos que se remontan, incluso sin darse cuenta, a los primeros días de la llegada de los españoles.

La serie fotográfica “Los payasos danzantes” está compuesta de un conjunto de retratos complejos, con algo de surrealismo y que pueden ser visualmente chocantes. En otras palabras, son como los payasos del mundo real o, como ella subraya, del mundo religioso.

Algunos parecen nómadas del desierto vestidos de fiesta, sin maquillaje, pero envueltos de pies a cabeza con coloridos pañuelos. Ciertas imágenes muestran a los payasos solo por medio de sus capirotes decorados, que desde hace tanto tiempo han sido un símbolo de la debilidad humana, de la idiotez o de la hechicería. Los sombreros muestran las contradicciones inherentes en la imagen del payaso: de simple bufón a amenaza mágica.

Estos días, los payasos pasan por un momento malo, por desgracia. Los payasos que dan miedo se han convertido en personajes de Halloween. El odio hacia los payasos se ha generalizado; en Facebook, las páginas de los que odian a los payasos se multiplican año con año y algunas tienen millones de “Me gusta”. Ha habido reportes de payasos intimidantes que merodean las ciudades de noche, aterrorizando a la población y convirtiéndose en noticias virales.

Agusti sabía que sus payasos, que posan con telas de rosas o margaritas de fondo, podrían provocar una fuerte reacción. Serían odiados o, paradójicamente, amados.

“Mi intención es que, a primera vista, la gente pueda ver los retratos coloridos de simples payasos”, pero que también “generen duda o extrañeza”, dijo. “Al tenerlos enfrente, habrá algunos que solo vean eso, mientras que otros querrán ir más allá y ver lo que se oculta detrás de los personajes en esas imágenes. Creo que representa mi propia experiencia en México, un país lleno de colores y alegría que se vuelve muy complejo a medida que uno se adentra en él.”

A sus 30, el tema del sincretismo seguramente mantendrá ocupada a Agusti por varios años, incluso décadas. Divide su tiempo entre México y Tierra de Fuego, en la Patagonia. Este famoso lugar invadido por Fernando Magallanes en 1520 y cuna de tribus indígenas durante unos 12,000 años, contiene incontables capas de culturas que se traslapan y chocan.

Los colonizadores usaron el sincretismo, dice Agusti, como herramienta para ejercer el poder sobre una comunidad. Ella espera que sus payasos mexicanos sean testigos de esa historia.

“Las fotografías se presentan como retratos coloridos”, dijo. “Pero al ir capa por capa, nos enfrentamos a la decadencia social y a acciones que nos regresan al comienzo de la construcción del continente americano, tal como lo conocemos hoy”.

 



yoselin


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