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¿Está bien que papá lleve a su segunda esposa al funeral de mamá?


2017-05-16

Kwame Anthony Appiah, The New York Times

Quiero consultar si es apropiado que la Mujer B, que destruyó el matrimonio de la Mujer A, asista al funeral de esta última. Mi papá planeaba llevar a su segunda esposa, con quien tuvo una aventura antes de dejar a mi mamá (después de 35 años de matrimonio), a su funeral.

Yo pensé que era inapropiado que ella estuviera ahí; a mi mamá no le caía bien la Mujer B y le guardó rencor durante el resto de su vida, incluso después de que se volvió a casar. Me parecía mal que la Mujer B estuviera entre las personas que honraban a mi mamá en su sepelio.

Cuando se lo dije a mi papá, él se lo comunicó a ella. Al parecer la Mujer B se sintió “herida y confundida”, a tal punto que mi papá tampoco fue al funeral, aunque con el tiempo él y mi mamá habían llegado a tener una relación cordial.

Mi papá me ha llamado una sola vez desde el funeral y el motivo fue para pedirme que le volviera a explicar mis razones con el fin de que él pudiera ayudar a que su esposa comprendiera mi decisión. Nos hemos distanciado al punto de que él y la Mujer B cancelaron la cena de Navidad conmigo, mis hermanos y nuestros hijos.

En realidad siento lástima por mi padre, porque pienso que la Mujer B lo está forzando a escoger entre ella y nosotros. Creo que ella debió haber entendido lo delicado de la situación y dejar que mi papá estuviera con sus hijos para honrar a su primera esposa y la madre de sus hijos. Con el transcurso del tiempo hemos tratado de tener una buena relación con papá y la Mujer B, pero en esta ocasión me parecía que ella simplemente no tenía nada que hacer allí.

Es molesto que mi papá esté enojado conmigo, pero mantuve mi postura porque estoy convencida de que hice lo correcto en nombre de mi mamá. Como dijo su segundo esposo, a ella no le habría gustado que la Mujer B estuviera allí, y eso fue suficiente para mí. ¿Hice bien o mal? Anónimo.

La gente no está en su mejor momento de raciocinio durante los funerales. Sentiste que a tu madre no le habría gustado que tu madrastra estuviera en el funeral y lo dijiste. ¿Tu madrastra sabía que tu madre seguía guardándole rencor? ¿O que, como tu carta sugiere, tú también sientes resentimiento? Si es así, puedo entender por qué pudo haberse molestado.

Puedes considerar la posibilidad de que tú tampoco estabas siendo muy racional. Me pregunto si realmente aceptas la nueva vida de tu padre y si sopesaste lo que él sentiría cuando dijiste lo que pensabas. A pesar de esto, una vez que tu madrastra descubrió que no era bienvenida, concuerdo con que debió alentar a tu padre a ir solo.

Incluso si consideró desconsiderado o injustificado que le pidieran mantenerse al margen, los sentimientos de quienes están en duelo merecen respeto.

Es posible que se haya sentido herida no solo porque dejaste en claro que no era bienvenida, sino también por el deseo de tu padre de acudir. Tal vez se siga sintiendo culpable por la ruptura del matrimonio de tus padres, lo que en cierta medida justifica tu rencor.

Yo le pediría a tu padre que le dijera que tú esperas que deje esto atrás y que puedes entender por qué la lastimó pedirle que no asistiera. Si tu padre le importa, quizá se percate de que no debería impedirle convivir con sus hijos.

Como psiquiatras nuevos en una clínica de un vecindario pobre, nos enfrentamos a un dilema ético. Las aseguradoras requieren “autorizaciones previas” mediante larguísimas formas absurdamente aceptadas solo por fax, o interminables llamadas telefónicas, para pagar los medicamentos más nuevos y costosos.

Pasamos horas haciendo campaña en contra de las prácticas discriminatorias de los seguros, horas que aprovecharíamos mejor proporcionando atención psiquiátrica a pacientes que no pueden tener acceso a ella en ninguna otra parte debido a la severa carestía. Después de 25 años de experiencia, nuestra supervisora, Claudia Baldassano, siente que no tiene las herramientas para guiarnos en este sistema ávido de recursos y cada vez más adverso.

Las autorizaciones previas generan incentivos perversos en los médicos, empujándolos a cambiar su elección de receta para evitar desperdiciar horas de papeleo. ¿Debemos recetar medicamentos baratos con efectos adversos o medicamentos menos eficaces para evitar las autorizaciones previas y así atender a más pacientes? ¿O debemos esforzarnos en conseguir los mejores medicamentos para menos pacientes y dejar al resto sin atención? Atentamente, los médicos Claudia Baldassano, Behdad Bozorgnia, Lisa Jacobs, Katherine Riva, Puneet Sahota, Elyse Smolcic y Ashley Un, de la Clínica de Trastornos Bipolares, Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania.

La elección que las aseguradoras les están haciendo enfrentar no es nada envidiable. Por un lado, pueden darle a cada paciente lo que creen que es mejor para él o ella. Por el otro, pueden tratar a más pacientes pero no hacer lo que es mejor para ellos. Sin embargo, poco envidiable no significa irresoluble.

La obligación fundamental de un médico es con el paciente al que trata en el momento. Eso es lo que merecen los pacientes. Solo la primera opción es aceptable. Imaginen lo que sentirían como pacientes si su doctor les dijera: “Voy a darle un medicamento con efectos adversos, en lugar de uno que no los tenga, para poder atender a otro paciente”.

Pueden objetar que acabo de enunciar un principio que descarta la práctica de priorización en la sala de urgencias. Ahí no se recibe el mejor tratamiento posible, que sería el cuidado inmediato, porque el doctor siempre va a atender primero al paciente que esté peor.

En la priorización lo que ocurre, no obstante, es que el tratamiento se provee de forma atrasada pero no es inferior en ningún otro sentido. Por supuesto, en ocasiones el tratamiento atrasado es un mal tratamiento; por ejemplo, con la víctima de un accidente.

Pero si fuera una de dos víctimas, el médico podría decir: “Te daré el tratamiento que requieres pero primero debo atender a alguien con una necesidad mayor”. No les gustaría escuchar eso, pero lo entenderían.

Aquí hay una división del trabajo entre la perspectiva del médico individual, leal a cada uno de sus pacientes, y la perspectiva de salud pública que puede sacrificar los intereses de algunas personas para maximizar el bienestar conjunto de toda la población.

Desde el punto de vista de la salud pública es indignante que no tengamos los recursos clínicos para satisfacer las necesidades legítimas de todos los pacientes. Ustedes y sus colegas, dado todo lo que saben, deben ejercer presión respecto de sus inquietudes ante los funcionarios públicos y los representantes políticos.

En última instancia es nuestro problema —un problema de la sociedad—, no solo de ustedes, y todos debemos enfrentarlo.



yoselin


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